‘Misericordia’, el único plan

El Mundo
Lucía Méndez

‘Misericordia’. Benito Pérez Galdós puso este título tan cristiano a una de sus últimas novelas. Me tocó en Segundo de BUP e impactó tanto en mi ánimo que no me he separado nunca de ella. Misericordia, de editorial Hernando –un libro mal forrado, con lamparones, deformado y con las hojas amarillas– ha sobrevivido a todas las mudanzas. El Madrid que Galdós retrata en esta novela no es fácil. Inolvidables el principio y el final. «Dos caras, como algunas personas, tiene la parroquia de San Sebastián…». «…No llores…, y ahora vete a tu casa, y no vuelvas a pecar». El escritor exploró hasta las heces el Madrid de los bajos fondos de finales del XIX para dar a luz a uno de sus grandes personajes, la Benina. La luz en las tinieblas. La flor en el estercolero. La bondad que disuelve la maldad sin pedir nada a cambio. La caridad que mendiga para que su señora arruinada siga creyendo que es gente bien. La piedad que acaba perdonando a quien la condena a la miseria a pesar de deberle la vida. El tema de la novela es la ingratitud humana en el choque de las clases sociales de la época. La aristocracia venida a menos, la burguesía venida a más; y los criados y menesterosos que se cruzan con ellos para servir en sus casas o pedirles limosna. Eso es lo que nos explicó el profesor y apunté en la última página.

El año del centenario de Galdós ha venido a ser también el año de la pandemia. Madrid está siendo duramente castigada por la enfermedad y la muerte. No es porque el Covid-19 le tenga especial manía a Isabel Díaz Ayuso y haya decidido instalarse más tiempo en la capital de España que en otros lugares. Es que en la ciudad de Galdós ahora somos muchos millones y todos demasiado juntos. Los de Núñez de Balboa y los del barrio del Lucero, donde yo viví pocos años después de leer Misericordia.

Galdós podría escribir ahora la novela de los revoltosos vecinos del Barrio de Salamanca que se saltan las normas y de las pacientes colas de personas obligadas a pedir alimentos porque no pueden comprarlos. Esas colas aumentarán en los próximos meses. La Benina y Almudena soñaban a lo tonto con un mundo más justo. Siempre con el maldito dinero por medio. Yo también. La misericordia, compasión y ayuda hacia los que sufren será la única forma de salir de esta pesadilla. Para que la Benina nos pueda bendecir a todos como a Juliana: «… Y ahora vete a tu casa, y no vuelvas a pecar».