Y los pájaros harán filigranas en su honor

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Guadalupe Arbona

Ha muerto Jiménez Lozano. Tenía como el rey Salomón un corazón inteligente. Su sabiduría provenía de sus largas conversaciones con hombres y mujeres de todos los tiempos. Su alegría irreductible se asomaba cuando charlaba con las palabras de una lengua nueva, la de las gentes que habían conservado el frescor de esa lengua recién estrenada, la del castellano del siglo XVI. Sus historias llenan varios anaqueles y sus personajes nos acompañarán siempre: el mudejarillo, la Teresa de la carreta, Damián y su largo lamento sobre la Guerra civil, las monjas de Port-Royal desafiando al poder, Ruth la espigadora, los mendigos y las lavanderas que nadie ve y él llena de honores. A nosotros nos faltará su alegría que él, estoy segura, derramará en otros lares y compartirá con Aquel que hizo brillar todos los azules del mundo.

Nos queda desear para él lo que quiso para los más pobres, esos que viven sin nada:

En la gélida noche,
a la cabecera del cadáver del mendigo,
reluce una maravillosa puntilla o filigrana,
tejida sobre la nieve por las patitas de los pájaros.
Ni los Faraones, ni los Césares,
tuvieron tal armiño en sus días de gloria,
ni en sus tumbas.

Hoy solo tenemos ánimo para hacer esas puntillas alrededor de su cuerpo y que los pájaros de Alcazarén nos ayuden a completar la tarea.