Las últimas horas de Albert Camus

ABC
Pedro G. Cuartango

Albert Camus falleció a las 13 horas y 54 minutos del 4 de enero de 1960. Sabemos el momento exacto porque era lo que marcaba el reloj del Facel Vega cuando se salió de la carretera y chocó contra un árbol. Murió en el acto. Su cadáver tenía los ojos abiertos con una expresión de asombro. Viajaban con él su editor y amigo Michel Gallimard, Janine, su mujer, y Anne, hija de ésta. Los tres sobrevivieron al accidente, aunque Michel, que conducía el vehículo, sufrió graves lesiones. Iban de camino a París. Un testigo presencial relató cómo el coche había derrapado, tal vez porque el asfalto estaba húmedo, y se había estrellado contra un plátano a más de diez metros de la carretera. Camus salió despedido hacia el capó tras chocar su cabeza contra el cristal delantero. Habían comenzado su viaje el día anterior en Lourmarin, donde Camus se había comprado una casa de campo, y habían parado para cenar y dormir en una confortable posada de Thoissey. Reanudaron su ruta a las nueve de la mañana y se detuvieron para comer en un restaurante de Sens. Sin apenas sobremesa, volvieron al coche y, pocos minutos después, al pasar junto a Villeblin, el vehículo derrapó en una larga recta. Todo sucedió en unos pocos segundos. Gallimard y Janine fueron encontrados tendidos en el suelo. Anne salió ilesa. A Camus le trasladaron a una sala del Ayuntamiento de Villeblin, presidida por un retrato del general De Gaulle. Había cumplido 46 años y llevaba en su cartera un libro de Nietzsche y un manuscrito de letra casi ilegible de 144 páginas. Era «El primer hombre». Han pasado 60 años desde la absurda muerte de Camus, si cabe el calificativo, que sin duda troncó una brillante carrera intelectual. Por una curiosa paradoja del destino, Albert y Michel habían hablado durante el trayecto de hacerse un seguro de vida. Siempre me he preguntado si se tiene algún tipo de presentimiento antes de morir en un accidente o de forma imprevista. Todo indica que Camus no sintió nada de eso porque en el viaje comentó sus planes como escritor y lo mucho que esperaba disfrutar de su casa de Lourmarin, donde yace bajo una sencilla lapida de piedra. Camus, que había sorteado a la Gestapo en tres ocasiones por pura casualidad cuando trabajaba para la Resistencia, encontró la muerte en una carretera recta, sin tráfico y de nueve metros de anchura. Una forma de dejar este mundo que ilustraba sus propias teorías sobre la falta de sentido de la existencia y la importancia del azar. Fue Camus quien escribió «cuán duro, cuán amargo es llegar a ser hombre». Y le faltó decir: «¡Y qué fácil es morir!». Perdió la vida tras haber ganado el Nobel y haber entrado en el olimpo literario donde colegas como Sartre le habían negado un sitio. El mundo hubiera sido mejor con él.