Nido o condena

El País Semanal
Rosa Montero

...Siempre abrigué, supongo que como todos, el ensueño de envejecer con alguien. Alcanzar el final de mis días junto a una pareja muy veterana con quien pasearía de la mano por largas alamedas que el sol motearía. En fin, ya no dispongo de futuro suficiente para amasar a las espaldas tanta vida en común (aunque no he renunciado a las manos amigas); pero lo que sí he ido aprendiendo con el tiempo es que esa longevidad exige un esfuerzo descomunal. Hace 25 años vino a España a presentar un libro el famoso economista Kenneth Galbraith, que por entonces tenía 86 años. Su editor lo llevó a cenar con su mujer, también octogenaria, diminuta y muy frágil. En un momento de la cena, la anciana se levantó para ir al baño. Ayudada de una garrota, inestable y temblequeando, tardó una infinidad en llegar a la puerta, y durante ese tiempo algo angustioso los dos hombres la contemplaron sin hablar. Pero cuando al fin desapareció, Galbraith exclamó, embelesado: “Isn’t she beautiful?” (¿no es maravillosa?). Esta conmovedora historia me ha acompañado en las últimas décadas; pero estoy segura de que tanto en el caso de Galbraith como en el de mi bella pareja del AVE, esa supervivencia se ha ganado en mil batallas, superando quizá infidelidades, desencuentros, incomprensiones. Hay que ser muy valiente, muy comprometido y muy generoso para luchar por un amor contra el desgaste del tiempo...
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