Desastres

El País
Fernando Savater

...Son dolores inconmensurables. La pérdida de los seres queridos tiene una importancia sentimental suprema para cada cual, pero la muerte de humanos en general —la constatación de que somos mortales— es un disgusto que soportamos con notable entereza, salvo postureo compasivo o metafísico. En cambio, las grandes obras humanas no están vivas pero tienen que ver con lo que nos hace vivir. Y su destrucción es desoladora para nuestro destino de una manera distinta pero no menos patética que los fallecimientos individuales. Sin duda los fondos públicos deben priorizar la atención a las necesidades físicas de la gente, pero subastar las obras del Prado o alquilar como apartamentos turísticos las catedrales góticas para recaudar fondos destinados a hospitales causaría una enfermedad social mucho más letal que las que curase. Un proverbio árabe recomienda dar al necesitado un pan y una flor: el pan para poder vivir, la flor para querer vivir. ¡Reconstruyamos Notre Dame!
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