El reloj de arena enterró a Julen

El País
Rubén Amón

...No ha habido gran carnaval en Totalán. Las cosas se han hecho despacio no por suspense, sino por cordura. Días de frío, noches de insomnio. Un reloj de arena que sepultaba a la criatura con el fetiche de las chucherías. Y una distancia de seguridad, una zona de excepción, entre las caravanas televisivas y el yacimiento que preservaba el pudor. Nadie mejor que unos mineros asturianos, nibelungos sin porvenir, para excavarlo. Julen era uno de los suyos. Han expuesto sus vidas. Por un niño de dos años. Y por la humanidad entera.

Un martillo de minero es la única inscripción en la tumba de Ibsen. Se aloja en el camposanto de Oslo. Y no es la herramienta un símbolo masónico, sino la alegoría del regreso de los hombres al vientre de la tierra. “Hay paz en lo más profundo”, escribe Ibsen. “La paz y el sueño inmemorial”.
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