El aullido del silencio

El Mundo
Manuel Llorente

El aviso de maitines llega desde una campanilla que suena al final del pasillo a las seis menos veinte de la mañana. Si bajas las escaleras de madera del edificio, das la vuelta a un patio acristalado, subes unos escalones de piedra, atraviesas el claustro aún dormido y te adentras en la iglesia, a las seis podrás escuchar el primer canto. «Señor, ábreme los labios y mi boca cantará Tu alabanza». Al salir, ya clarea. El ciprés del Monasterio de Silos ha recibido la primera luz y podría pensarse que todo es una metáfora, que la palabra bautiza la jornada, disipa las tinieblas de la noche y surge el conocimiento. Todo está a punto de comenzar, se inicia el día, la labor. «Ora et labora».Todo está en silencio, dentro y extramuros de la abadía, aún no se oyen los primeros trinos, todo es una promesa, un desafío. El huésped está desconcertado, no sabe cómo conducirse en medio del silencio. ¿Le abruma, le ahoga? No es fácil vivir en el silencio, estar instalado en él, ser parte de él...
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