Egipto en el punto de mira

ABC
José Luis Restán

La península del Sinaí se ha convertido en escenario habitual de los golpes de la hidra yihadista. Ayer tuvimos una nueva muestra de que su monstruosidad no conoce límites, cuando hicieron saltar literalmente por los aires a cientos de personas que asistían al rezo del viernes en una mezquita sufí, para ametrallar posteriormente a quienes habían logrado escapar y a las primeras ambulancias que llegaron. En los meses precedentes, el yihadismo se había cebado con los cristianos coptos y las Fuerzas de Seguridad. En esta ocasión han seleccionado su objetivo en una comunidad musulmana minoritaria, los sufíes, que el sunismo radical considera herética. En realidad, todos estos atentados forman parte de la misma lógica diabólica, tendente a generar pánico, inestabilidad y división. La derrota casi total de Daesh en Siria e Irak no significa que el terrorismo vaya a desaparecer de Oriente Medio, porque muchos militantes huidos están buscando acomodarse en la difusa galaxia yihadista que opera en la región, siguiendo la pauta de Al Qaeda y sus satélites. Egipto es una pieza codiciada en este ajedrez del terror. Por su tamaño y población es un país clave para la estabilidad de la zona; en él vive la comunidad cristiana más numerosa; instituciones religiosas como Al Azahar han iniciado una revisión profunda de los textos escolares y de ciertas formulaciones islámicas, y han mostrado una notable disponibilidad al diálogo, por ejemplo con la Iglesia católica. Pero además, Egipto representa para estos iluminados una punta de lanza de Occidente, debido a su estrecha alianza con los Estados Unidos. Por fortuna, no es previsible que el régimen de Al Sisi se tambalee, pero la capacidad de producir sufrimiento que almacena el monstruo yihadista es inmensa. Es importante fortalecer la unidad entre cristianos y musulmanes, y que estos lleguen a un diagnóstico claro y compartido de este cáncer.