Cena en Barcelona

El País
Fernando Vallespín

La otra noche, después de volver de una cena en Barcelona, no pude evitar recordar al viejo filósofo, pero sobre todo el inmenso papel que este tipo de cenáculos habían tenido en el periodo de la Transición. Porque allí no sólo se discrepaba, conspiraba o urdían planes entre representantes de fuerzas políticas distintas; también se creaban complicidades y, lo que es más importante, esos vínculos de afecto sin los cuales es tan difícil acceder a acuerdos. Incluso llegué a pensar que lo de Cataluña se nos ha ido de las manos porque ya no cenamos juntos, no nos escuchamos ni tratamos de entendernos, no captamos la raíz que provocan las rupturas y el porqué está todo tan cargado de emocionalidad. Cada cual se afirma en sus posiciones y habla para los suyos. Más que de resolver el problema o de convencer al otro parece que lo que se trata es de “vencer”, a secas.
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