Mirando hacia atrás con ira

El Mundo
Pedro G. Cuartango

Una de las carencias que resulta más llamativa en nuestro país es la falta de intelectuales con autoridad moral y credibilidad para plantear los grandes debates que permanecen ocultos bajo la frivolidad dominante. Por eso, me ha interesado mucho la entrevista que aparecía anteayer en estas páginas con Julián Carrón, nacido en un pueblo de Cáceres en 1950 y hoy responsable de Comunión y Liberación.Sus comentarios incitan a pensar sobre la pérdida del sentido del hombre contemporáneo, cuyo progreso material ha agudizado la crisis de valores en la que estamos sumidos. Carrón acaba sus reflexiones con un frase que me ha impresionado: "Si en la vida no puede suceder algo que prevalece en el presente sobre todo el horror del pasado, no hay nada que hacer".Estas palabras son una invitación a la esperanza y a la necesidad de vivir cada día descubriendo nuevos horizontes, sin el lastre del pasado. Dicho de otra forma, si alimentamos nuestros rencores y nos obsesionamos por las cuentas pendientes con los demás, lo que vamos a conseguir es arruinar el presente...

Mirando hacia atrás con ira

Pedro G. Cuartango

Una de las carencias que resulta más llamativa en nuestro país es la falta de intelectuales con autoridad moral y credibilidad para plantear los grandes debates que permanecen ocultos bajo la frivolidad dominante. Por eso, me ha interesado mucho la entrevista que aparecía anteayer en estas páginas con Julián Carrón, nacido en un pueblo de Cáceres en 1950 y hoy responsable de Comunión y Liberación.Sus comentarios incitan a pensar sobre la pérdida del sentido del hombre contemporáneo, cuyo progreso material ha agudizado la crisis de valores en la que estamos sumidos. Carrón acaba sus reflexiones con un frase que me ha impresionado: "Si en la vida no puede suceder algo que prevalece en el presente sobre todo el horror del pasado, no hay nada que hacer".Estas palabras son una invitación a la esperanza y a la necesidad de vivir cada día descubriendo nuevos horizontes, sin el lastre del pasado. Dicho de otra forma, si alimentamos nuestros rencores y nos obsesionamos por las cuentas pendientes con los demás, lo que vamos a conseguir es arruinar el presente.Hay mucha gente que vive en nuestro país cultivando su odio. El cainismo sigue dominando la política y la convivencia, lo cual no es precisamente una novedad porque España está fracturada desde el retorno de Fernando VII tras su forzado exilio en Francia. En estos dos últimos siglos hemos sufrido guerras civiles, asonadas y crueles enfrentamientos en una nación partida en dos. Los españoles siempre hemos buscado cualquier pretexto para matarnos. Esa intolerancia continúa presente entre nosotros, como hemos podido observar esta pasada semana con la polémica sobre la exhumación de los restos del general Franco, enterrados en el Valle de los Caídos. Yo no soy partidario de sacarlos de allí, pero admito que hay argumentos fundamentados para defender lo contrario.Lo que me sorprende es la intensidad de los sentimientos que aflora esta cuestión, a pesar de que el dictador murió hace 42 años y que han transcurrido casi 80 años desde el final de nuestra contienda, que superó en ferocidad a todo lo conocido hasta entonces.Creo que es insano seguir mirando al pasado y utilizar la historia como arma arrojadiza. Y lo digo desde el profundo rechazo que me suscitó el régimen de la hoz y las flechas, que fomentó el odio entre los españoles. Por eso, me parece un gran mérito el cambio del Partido Comunista a partir de los años 60, cuando empezó a hablar de la reconciliación nacional. Eso sí que fue una contribución a la democracia.No podemos ni debemos cultivar ese horror que viene del pasado porque eso es destructivo y paralizador. En este sentido, lo que está haciendo Podemos resulta temerario, máxime en un país tan dado a la inquina al prójimo como éste.Hay que encontrar algo en el presente que prevalezca sobre el pasado, lo que significa ser indulgente con los otros. Nadie puede imponer la razón ni sus sentimientos a los demás, por lo que, en lugar de buscar espacios de discordia, lo que deberíamos hacer es reforzar los vínculos que nos unen. Puede parecer una visión angelical, pero es la única forma en la que este país podrá afrontar el futuro sin la hipoteca que supone mirar hacia atrás de forma permanente y obsesiva.