El diapasón de la asamblea episcopal

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José Luis Restán

La renovación de cargos en la Conferencia Episcopal Española, que acaba de tener lugar, refleja una lógica continuidad (la Iglesia nunca se mueve mediante saltos ni rupturas) matizada por algunos elementos interesantes para comprender la dinámica histórica en la que se inscribe la presencia y misión de la Iglesia. El principal factor de continuidad es la reelección del cardenal Ricardo Blázquez como presidente para un segundo trienio. Blázquez concita en este momento un amplio consenso entre obispos que pueden tener acentos y sensibilidades diversas. Representa a un tiempo la solidez doctrinal y la cordialidad pública, se le reconoce una trayectoria no exenta de sacrificios gravosos (como su ministerio en Bilbao en años muy duros, marcados por el terror de ETA) y una capacidad de sumar que, ahora mismo, resulta imprescindible. Sus apelaciones a la laicidad positiva consagrada por nuestro texto constitucional, y su advertencia clara y templada sobre las consecuencias de un laicismo agresivo que parece tristemente rebrotar, sintetizan con austeridad castellana la palabra de la Iglesia en este último trienio, que incluye un 2016 marcado por la inestabilidad política y el populismo.