Narrar el mundo

El País
Máriam Martínez-Bascuñán

Vivimos en un momento de discursos, pero de pocas narraciones formadas. La ausencia de narrativas que den cuenta de dónde estamos o hacia dónde nos dirigimos explica en buena medida el ritmo acelerado de las transformaciones contemporáneas sin que lleguen a solidificarse en alguna cosa. También revela el desarraigo vital circundante, la conciencia de la pérdida del lugar que se ocupaba en el mundo, la identidad disuelta. Cada vez que tratamos de explicar algún fenómeno, alguna paradoja, inmediatamente debemos desmentirla. Y así sucede lo que decía el viejo filósofo: “se le envejecen a uno las palabras en la boca”.

La velocidad hace que hayamos perdido el sentimiento de control y, sin embargo, “jamás el orden global estuvo tan saciado de poder humano”. En la Era del Big Data todo está cuantificado, saturado de información. Sabemos que el nuevo relato humano se crea en las redes: nuestras vidas se miden en clics o en apps, en rastros que vamos dejando a través de nuestro consumo digital y que permiten establecer las famosas pautas de comportamiento. Concebimos los traumas sociales en términos de culpabilidad o victimización, y fingimos entender los fenómenos a través de informes detallados o de la búsqueda insaciable de una narración “empíricamente verdadera”. Lo llamamos el tiempo de la postverdad.