Qué tipazo, el viejo

Antonio Lucas

Uno de los muchos razonamientos que dispensó Zygmunt Bauman en estos últimos años tenía que ver con el 15-M. Y de paso, acertó de nuevo: "El 15-M es emocional, le falta pensamiento". No era una profecía, sino sencillamente la constatación de un hombre en la atalaya de la vida que supo descifrar bien el fervorín de lo que veía, su alcance y su porqué. La sentencia es estupenda sobre todo en su último tramo: "Falta pensamiento". Esa carencia es muy útil para desmontar cualquier movimiento, cualquier anticipo, cualquier rebeldía, cualquier desafío. Del ánimo inflamado de la tropa sólo salen himnos baratos y fanfarria. Las batallas se ganan estudiando los mapas, pensando cómo deslizarse en ellos.Lo otro es red social, corrala, reclusión disfrazada de grito y monopolios de la tontería. Contra eso también advirtió Bauman y está dispuesto, después de muerto, a tener de nuevo razón. (Hay hombres que aún son más lúcidos de cadáver). Cuando hablaba de las redes sociales lo hacía como si señalase otra peste bubónica: "Las redes sociales son una trampa. Las pandillas de amigos o las comunidades de vecinos no te aceptan porque sí, pero ser miembro de un grupo de Facebook es facilísimo. Puedes tener más de 500 contactos sin moverte de casa, le das a un botón y ya". Y esta facilidad se nos nota.También es sencillo detectar en la política la falta de pensamiento. En su imprevisión o falta de audacia. Está tirado reconocerla en la incertidumbre que infecta tanta actualidad hecha de ráfagas y eslogan. En las frases de 140 caracteres donde algunos desalojan sus psicopatías. En la afasia más o menos general de lo que dice cierta tropa por la tele. O de lo que escribimos a veces en periódicos. Disponemos de una abundancia de expresiones huecas para tan poca falta de empuje. El caldo de cultivo es la ignorancia y el fanatismo. Alpiste del que vamos sobrados. Los tipos como Bauman no sólo están ahí como faros de costa, sino que generan estímulos. Son los últimos supervivientes de la ruta de la seda de las mejores ideas del siglo XX. Los clarividentes. Los avisadores. Hay algunos más, pero cada vez tienen menos sitio. Más aún si palmaron pronto. Esta gente ayuda a corregirnos, que sí es un pilates de los buenos. Ninguna de sus ideas arrasa en Europa, pero muchas de sus denuncias advierten de cómo vamos a arrasarnos. Por ejemplo, Bauman alertó sobre el peligro de la precarización de las clases medias y cómo el conflicto social no es ya entre clases sino de cada individuo con la sociedad. Otra estafa inducida. Aunque Bauman no es un moralista. Demostró ser un sujeto atento, de los que no se dejan coger por sus propias trampas. Me gusta también por conclusiones así: "Hemos olvidado el amor, la amistad, los sentimientos, el trabajo bien hecho. Lo que se consume, lo que se compra, son sólo sedantes morales para tranquilizar los escrúpulos éticos". Bien tirado. No le hizo falta ser moderno a toda costa. Lo era sin darse cuenta, impulsado por lo que pensaba. Demostró que se puede ser más radical desde la sensatez que desde el espolvoreo del miedo. Por esta senda es fácil hacer cumbre en la estupidez, el abuso o el heroísmo errado. Saber pensar genera bravura.Dejarse llevar provoca embestidas. Basta con leerlo para enterarse. Qué tipazo, el viejo.