Reflexiones de otoño

El Mundo
Pedro G. Cuartango

Hace pocos días, caminaba por la calle Alcalá y decidí dar un paseo por El Retiro. Hacía mucho calor y, tentado por la frondosa sombra de un castaño, me senté un rato en un banco de piedra para descansar.Llevaba unos diez minutos sumido en mis reflexiones, cuando elevé la vista y de repente, como una persona dormida que abre los ojos en pleno sueño, se apareció ante mí el esplendoroso contraste de los árboles en otoño. Una paleta de colores del verde al rojo y del amarillo al ocre con los que la Naturaleza había vestido el parque del centro madrileño.Había recorrido sus senderos y me había parado para hacer una pausa, pero no me había dado cuenta del efecto del otoño sobre los árboles ni de su espectacular juego de colores. En definitiva, veía pero no miraba, pensaba pero no sentía, caminaba pero no observaba.En ese momento, se me hizo dolorosamente presente la idea de que vivimos sin ser conscientes de muchas de las cosas que pasan a nuestro alrededor, ya sea porque estamos abstraidos en nuestros problemas ya sea porque no prestamos atención ya sea porque no captamos lo que hay detrás de las apariencias.Nos protegemos de la realidad externa mediante una capa de insensibilidad que nos aísla porque no queremos que nada perturbe nuestras rutinas cotidianas, pero en la medida que perdemos la capacidad de sentir las cosas empezamos a estar muertos. Y ello porque vivir es experimentar el dolor y la frustración consustanciales a todo lo humano...