La filosofía nunca desaparecerá

La Vanguardia
Norbert Bilbeny

De un tiempo a esta parte la filosofía interesa a la gente. Al poder, no; porque la filosofía plantea, y la que no, replantea. Es tan atractiva como peligrosa: hace pensar, ser libre. Es el peligro público número dos. El primero es pedir pan. El ciudadano tiene pan y libertad, o no es tal.

Nos preguntamos qué es filosofía; sus atributos, límites, hasta su porvenir. Pero pocas veces cómo deviene uno filósofo. Un joven llega un día a casa y dice: “Mamá, ya soy ingeniero”. Eso no sucede con la Filosofía, a pesar de ser carrera, y muy antigua. Uno se hace filósofo con ganas y con tiempo. No por un título, cargo o rótulo en televisión. Ser filósofo es “llegar a serlo”, pero desde un origen. Mi nieto Roger, casi diez años, hace preguntas de tipo lógico o científico. Mi hija Casilda, ya con diez, lleva años con preguntas existenciales. No sé al final qué van a estudiar. Yo, en cambio, iba para médico y acabé en Filosofía. “Cum laude”, pero “ad honórem”, que es lo que te dicen cuando no van a pagar tu intervención.

La filosofía, como la milicia, es una profesión de gloria y no puede tener humana compensación. Pero te permite sobrevivir y, sobre todo, aprender a vivir. La filosofía no es una profesión, es una aspiración. ¡Pero qué de trabajo te da y puede dar a otros! La filosofía nos hace pensar, escribir, hablar, consultar, asesorar, ordenar, obedecer, trabajar juntos… Véase lo peligrosa que es para el poder y lo ventajosa para el conocimiento (aunque hoy en día una cosa dé tanto en la otra). Y he aquí que el niño apunta a filósofo: quién hizo a Dios, qué hubo antes del universo, qué es la verdad, la libertad, si puedo escoger mi personalidad... A mis ocho o nueve años el tema –perdonen la inmodestia– eran los límites del espacio y el tiempo: ¿infinitud, eternidad? A los doce, un día en que faltó el profesor, el suplente preguntó qué creíamos era lo más importante de la vida. Dijo, modoso, el chaval del rincón: “Saber vivir”. Silencio general y felicitación del profe. La condición del pensador es ser pensativo.

El padre de la filosofía moderna, Descartes, quiere, antes de filosofar, aprender del “gran libro del mundo”. Sabio fue. Pero sus palabras son algo ambiguas: el mundo es como un libro, un libro es como el mundo. Y así nos hacemos filósofos: leyendo, pero también mirando y preguntando a nuestro alrededor. Atención y curiosidad; estudio y conversación. Estaba anunciado: la filosofía nunca desaparecerá.