El peso del mundo

El País
Gustavo Martín Garzo

¿Quiere decir esto que cargar ese peso, el del corazón, nos hará necesariamente infelices? Es extraño lo que pasa con nuestro corazón. Representa lo más íntimo y escondido de cada uno, pero también es, paradójicamente, la puerta por la que entra en nosotros el mundo. Por eso siempre ha sido considerado como asiento del amor y de los sentimientos. Así, si hablamos de una persona de corazón todos entenderán que se trata de un ser bondadoso, siempre atento a la presencia y a los requerimientos de los otros, o cuando aseguramos ir con el corazón en la mano lo que queremos es dejar claro que estamos obrando con franqueza, sin disimulo o intenciones ocultas. Tal es el destino de nuestro corazón, ser entregado a los otros.

Albert Camus, en uno de sus textos más hermosos, ve en el reiterado esfuerzo de Sísifo por cargar la roca de su tragedia la imagen del hombre rebelde. Su eterna confrontación con el absurdo, su indestructible vivacidad, es justamente lo que da sentido a su vida. Camus concluye que hay que imaginarse a Sísifo feliz, ya que su lucha es su obra. El mundo nunca ha estado más necesitado de política que ahora, y hablar de política es hacerlo de ese corazón que tenemos que cuidar. Puede que el ser humano no tenga remedio y que siempre vaya a haber injusticias y abusos de todo tipo, pero nuestra misión es rebelarnos contra esa fatalidad. La verdadera política es pedirle a la economía ese corazón hipotecado.