Sin respuestas, todavía

La Vanguardia
Màrius Carol

La vida es una permanente búsqueda de respuestas. Desde el principio de los tiempos, el ser humano se pregunta sobre su origen, sobre su existencia y sobre su destino. La religión y la filosofía nacieron para responder a esa angustia vital. Más recientemente, la ciencia y la tecnología se han sumado a esa voluntad de responder a tantos misterios. Esta misma semana se presentó el libro ¿Humanos o posthumanos?, como resultado de un debate abierto en las páginas de este diario, donde se planteaba si estamos dispuestos a aceptar una especie humana mejorada tecnológicamente, que pueda hallar respuestas a tantos retos como tiene ante sí el hombre contemporáneo. La ciencia es contemplada poco menos que como una expresión de la Providencia, porque nos hace sentir menos incertidumbres, aunque no despeja el sentido de la vida. Gracias a los avances de la tecnología la aviación se ha convertido en nuestros días en el método más seguro de desplazarse. Por eso, ante un accidente como el del martes, existe un gran desconcierto y un enorme afán de saber qué ha ocurrido.

¿Qué ha fallado en una máquina perfecta que se desplaza majestuosa a 10.000 metros y a casi 1.000 kilómetros por hora sin la mayor dificultad aparente? Esta es la gran incógnita, que todos esperamos que la ciencia resuelva. Los especialistas han empezado a examinar la primera caja negra que ilustra nuestra portada, diseñada para resistir todo tipo de impactos y presiones, a fin de intentar comprender por qué los pilotos no reaccionaron ante los problemas técnicos, ni avisaron a la torre de control de su descenso inesperado. Saber qué ocurrió es una manera de creer que no volverá a pasar. De sentirnos más protegidos en un mundo cada vez más fascinante y a la vez imprevisible.