«Venezuela no necesita un caudillo, sino educación y trabajo»

Mauro Pianta

Sus amigos siempre se lo decían: «Cuando logras concretar un negocio, a hacer “bussines”, te pones contento. Pero cuando te involucras en actividades sociales, cuando ayudas a alguien, los ojos te brillan mucho más». Y en 2009, Alejandro Marius, director de una multinacional, dejó su puesto de trabajo para fundar en su país, Venezuela, en donde vive con su esposa y sus cuatro hijas, una asociación llamada “Trabajo y Persona”. El objetivo es el de recuperar el valor de la persona dentro del contexto laboral. ¿De qué manera? «Apostamos –explica Alejandro– por la formación laboral, sobre todo manual, en las barrios de Caracas y en las zonas rurales». Y su esfuerzo se suma al de otras realidades católicas ya activas: desde los jesuitas hasta los salesianos. Es decir, Alejando se ha convertido en un empresario social.
Con la muerte de Chávez en 2013, y la llegada de Nicolás Maduro, la situación en el país cambió poco. Los datos oficiales de la Venezuela de hoy hablan claro: la inflación ha llegado al 64%, el PIB ha disminuido un 2,8%, el precio del petróleo cayó de los 100 dólares a 38 dólares por barril. El resultado es notable: el país, en el que muchas empresas agrícolas y comerciales han sido expropiadas, no tiene dinero para comprar productos, incluidos los de primera necesidad, que antes compraba al extranjero. Por ello se acumulan personas en inmensas colas frente a los supermercados, pero las estanterías casi siempre están vacías. Y surge la violencia, los enfrentamientos que han provocado tanto sufrimiento. Según las estadísticas se habla de un muerto cada media hora. Y Maduro responde con la cárcel a los disidentes políticos. El peligro de que el país caiga en el caos es elevadísimo.

Entonces, Alejandro, ¿qué quiere decir vivir en un lugar así?
Venezuela está viviendo una de las peores crisis de su historia. Son los especialistas que pueden dar los datos en el ámbito de la salud, economía y seguridad pública. Lo que yo vivo es que en los últimos años hemos tenido devaluación de la moneda, la inflación con los datos oficiales es de las más altas del mundo (los dos últimos años a más del 50%) y con precios regulados de los productos básicos. Un fenómeno que tenemos es la escasez de productos, los más críticos, alimentos y medicinas. Las colas de gente frente a los mercados y farmacias de todo el país es algo inhumano. Por mi trabajo fui a un pueblo del interior en los Andes y habían dos cuadras de mujeres que tenían que llevar a su niño cargado y la partida de nacimiento para comprar pañales. La escasez genera también más especulación y un mercado negro. Hay gente que se dedica a hacer colas para conseguir alimentos a precio oficial y luego los revende y haciendo eso ganan el doble del salario mínimo. Eso es considerado un trabajo. La productividad nacional ha bajado en los últimos 15 años de manera importante y ahora casi todo es importado y quien controla la compra-venta de dólares es el gobierno. En el año 1998, antes de que Chávez entrara al poder, recuerdo la inflación y también tuvimos el petróleo bajo (menos de 10 dólares el barril) pero encontrabas comida y medicinas.

En todos estos años de “socialismo del siglo XXI”, ¿cómo han vivido los católicos? ¿Cómo trata el estado sus obras sociales?
La mayor parte del pueblo venezolano es católico, con un componente de religiosidad importante, pero se vive de un modo un poco dualista, entre la religión y lo concreto de la vida. De hecho, si bien el chavismo ha generado una fuerte polaridad en el país, incluso en los momentos de mayor tensión ha sido en las iglesias donde se podía ver a chavistas y anti-chavistas sentados en el mismo lugar. Sin duda existen muchos católicos aún que se definen como chavistas, pero el problema es que se vive la fe como algo que no tiene que ver con la vida, de manera sentimental y no incidente como capacidad de juicio. El conflicto entre el gobierno y la Iglesia ha sido siempre con la jerarquía eclesial y de manera especial con los obispos, que han denunciado situaciones de violación de derechos humanos y la falta de una política que favorezca el bien común. Las obras sociales de la Iglesia tienen una gran penetración en sectores populares y rurales de todo el país, de manera especial las obras educativas. Desde antes del gobierno de Chávez existe un acuerdo entre el estado venezolano y la Iglesia que ha permitido subsidiar la mayor parte de la educación popular en todo el país. Las condiciones de pago y beneficios de los profesores no son suficientes y es cierto que el acuerdo ha tenido sus momentos de altibajos, pero es una realidad que cualquier gobierno tiene que reconocer y apoyar porque representa una realidad positiva y estable.

¿Puedes indicar algunos hechos concretos, pequeñas experiencias sobre señales positivas y que den esperanza a la gente para el futuro?
Yo dirijo una obra que educa para el trabajo a jóvenes y mujeres. Hay una señora que vive fuera de Caracas, tiene 6 hijos y mantiene su hogar. Hizo 3 horas al día para tomar el curso de “Emprendedora de la Belleza” y así comenzar su actividad de peluquería y generar ingresos para su familia. O también jóvenes que comienzan a producir chocolates con los cursos que les damos y luego comienzan a enseñar a otras personas de su comunidad y comparten las herramientas de trabajo para responder juntos a los clientes. Hicimos ventas de chocolates en diciembre, hechos por mujeres de las favelas en el laboratorio de una empresa de primer nivel para que aprendieran a trabajar, y las ganancias las donó la empresa para seguir con los proyectos. Veo un grupo de amigos que hacen un grupo de whatsapp para ayudarse a buscar medicinas u otros amigos en el interior del país hacen una feria escolar como caritativa para que la gente de su pueblo pueda comprar uniformes o útiles escolares a más bajo coste, donde el gobierno no hace ese tipo de propuestas. Son signos de una humanidad que no ha sido reducida, de personas que han encontrado algo grande en su vida, son hechos y personas cambiadas, no las ideas, las que pueden dar una esperanza.

En la reciente carta de los obispos al pueblo venezolano, se invita a no caer en el desánimo y se insiste en la necesidad de volver a encontrar «entusiasmo, audacia y creatividad». ¿Cómo volver a empezar?
Para mí, frente a esta crisis hay cuatro posturas que toma la gente: escapar de la realidad, y entonces muchas personas se están yendo del país sin hacer una verificación seria, buscan el escape en vicios o caen en depresión; negar la realidad y abstraerse de lo que pasa y tratar de sobrevivir y salvarse por su cuenta (algo que cada vez es más difícil); intentar cambiar la realidad solo con la voluntad y con sentimientos patrióticos, que son válidos pero no suficientes en muchos casos para aguantar el cansancio; y finalmente, entender la vida como una vocación y entonces mirar la realidad a la cara y hacer un camino para entender qué es lo que Dios te pide en este tiempo y en esta tierra venezolana. El “entusiasmo, audacia y creatividad” que citan nuestros pastores los obispos, no se autogeneran sino que parten del reconocimiento de Algo más grande que da sentido a la vida. Para un cristiano la fatiga del trabajo cotidiano tiene un sentido, la dificultad tiene un valor que permite ir a lo esencial de cada cosa. Cuando no encuentras lo básico para vivir, cuando eres un médico y tu paciente se muere porque no tienes la medicina o la posibilidad de operarlo, cuando la vida no vale nada porque hay una tarifa en la favela para mandar a matar a alguien o conseguir un arma, cuando temes que tus hijos caminen por las calles o vas siempre con los vidrios de tu coche en alto porque en cualquier momento pueden robarte con una pistola en la autopista, cuando sientes la impotencia de no encontrar carne o pollo para llevar a tu casa, es evidente la exigencia de una inteligencia mayor. Cualquiera de las tres posturas que hablé antes existen cuando se ponen las fuerzas y la esperanza en lo que cada uno puede hacer, o solo en un proyecto político. En Venezuela, el gran desafío que tenemos los cristianos es retomar lo que dijo el Papa Benedicto: que la inteligencia de la fe se convierta en inteligencia de la realidad. Solo así se podrá mostrar la pertinencia del cristianismo como posibilidad de una mejor vida para las personas.

Entonces, en un momento tan dramático, ¿qué es lo más necesario para que la sociedad vuelva a crecer y a vivir?
Venezuela está exigiendo un cambio pero no es solo en términos de gobierno o de política económica. Estos son necesarios e incluso sectores del chavismo lo piden frente a la exigencia de las necesidades que se constatan. La política es importante, los partidos políticos son necesarios, los proyectos de país indispensables, el respeto a los derechos humanos son un verdadero “derecho” a recuperar, pero todo esto no es suficiente para salvar al ser humano y darle felicidad. En otros países estas son victorias ya alcanzadas y a nosotros nos falta mucho, incluso comparados con el promedio de América Latina. Pero el verdadero cambio que requiere el país es cultural. Se trata de entender que el Mesías ya vino y se llama Jesús de Nazaret, y no esperar la salvación en viejos o nuevos mesías, caudillos visionarios que van a resolver los problemas usando el petróleo. En Venezuela está el mito de que ya somos ricos por tantos recursos naturales y el problema es de un buen gobierno que tiene que repartir riqueza. En cambio es el momento del protagonismo de cada persona a través de lo que le toca hacer, de su trabajo y responsabilidad en construir el bien común. Desde el ama de casa, el obrero o estudiante hasta el arquitecto tienen que entender lo concreto y trascendente de la tarea que a cada uno Dios le ha dado. Para que esto suceda es necesario que existan lugares que eduquen el deseo y la libertad de la persona. Lugares de vida nueva que ayuden a ver la realidad de manera adecuada y que de manera comunitaria respondan a las necesidades concretas. Se requiere un cristianismo capaz de vivir una verdadera comunión y de esa forma genere personas capaces de construir, desde el trabajo hasta obras ejemplarizantes de una respuesta más adecuada a las necesidades de las personas. La buena noticia es que, como ha dicho el Papa Francisco, Cristo nos primerea y entonces en Venezuela, con toda la crisis y problemas que tenemos, podemos partir de esa certeza.