Piel que habla. El lenguaje de los tatuajes en las bandas juveniles de América Central

Tierras de América
Alver Metalli

Marcar el territorio y definir la propia pertenencia. Dos movimientos característicos y a menudo simultáneos en la vida de las temibles maras de Honduras y sus miembros. Los murales sirven para el primer objetivo, delimitar un área, un barrio, un conjunto de calles o de edificios para hacer saber que son los dueños, que por allí nadie pasa impunemente, que hay que pagar un precio, por lo general en dinero; los tatuajes en el cuerpo corresponden al segundo y más importante momento, que es la identificación del sujeto con la banda en la que ha decidido entrar. Los tatuajes forman parte de un lenguaje más complejo, más definitivo, tan definitivo como un tatuaje: no se puede borrar y lo llevará toda la vida. Por lo menos los años de vida que la suerte concederá a cada uno, y que en las maras de Honduras, las más violentas de América Central, es bastante limitada. Los tatuajes corresponden sobre todo a los miembros de las dos bandas dominantes, la Salvatrucha y la Barrio 18, y en algunos casos los Chorizos, según una encuesta publicada por el diario El Heraldo de Honduras.