Roncalli y Wojtyla: la aventura continúa

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José Luis Restán

El año 1953, Pío XII, un papa mucho más abierto, dinámico y con visión de futuro que lo que indica la imagen grotesca habitualmente dibujada por los medios, realizaba un nombramiento sorprendente. Ya en la etapa final de su largo pontificado, llamaba al entonces nuncio en París, Angelo Roncalli, para gobernar la sede de San Marcos, en Venecia. Cierto es que Roncalli había realizado una brillante labor en Francia, permitiendo una renovación tranquila del episcopado, muy lejos de la extensa purga prevista por el general De Gaulle, irritado por el colaboracionismo de numerosos prelados franceses con el régimen de Vichy. En todo caso la apuesta era alta y desmiente una vez más el supuesto conservadurismo de Pacelli.