Francisco, hijo de la Iglesia

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José Luis Restán

El pasado 13 de marzo me buscó una redactora de una televisión para valorar el primer año del pontificado de Francisco. Continuamente buscaba, sin mala intención, contraposiciones tópicas entre Benedicto y Francisco, y sacaba a pasear lo que denominaba “la opinión de la gente”: según esa opinión Francisco sería “más moderno, cercano y permisivo” (sic), y claro, eso explicaba su entusiasmo. Mis respuestas no fueron complacientes (aunque habría sido lo más fácil), hasta que llegó un momento en que con todo aplomo me espetó: “sí, quizás esa sea la verdad, pero aquí lo único que importa es lo que parece, no lo que es”. Le dije entonces a mi colega que, como periodista, soy muy consciente de cuánto importa la apariencia, pero que si la realidad no contase ya nada la vida se convertiría en puro cinismo.