"El Papa es un hombre que ríe, llora, duerme y tiene amigos"

Maria Angela Lando Biord

El cardenal Jorge Mario Bergoglio se convirtió en el papa Francisco, el primer pontífice jesuita y latinoamericano de la Historia de la Iglesia católica, hace un año. Desde su elección en la quinta ronda de votación del Cónclave convocado tras la renuncia de su antecesor, Benedicto XVI, Francisco ha sacudido la Curia, imponiendo un estilo directo y franco.
Para el profesor Félix Palazzi, doctor en Teología, "este estilo tan distintivo de Francisco permite una cercanía de la gente que busca consuelo, compañía y sentido en su vida".

¿Cómo han cambiado la Iglesia católica y el Vaticano en el último año con el papa Francisco?
Quisiera responder a esta pregunta citando una entrevista que hizo el periodista Ferrucio da Bortoli para el diario Il Corriere della Sera con motivo del primer año de servicio del papa Francisco como obispo de Roma. Comenta el periodista: 'No me gustan las interpretaciones ideológicas, una cierta mitología del papa Francisco. Cuando se dice, por ejemplo, que sale por las noches para dar de comer a los que no tienen techo, por la vía Ottaviano, nunca lo he pensado. (Sigmund) Freud decía, si no me equivoco, que en toda idealización hay una agresión. Imaginarse al Papa como una especie de Superman o una estrella del espectáculo, me parece ofensivo. El Papa es un hombre que ríe, llora, duerme tranquilo y tiene amigos como todos. Una persona normal'.
Francisco se ha presentado al mundo como un hombre que vive desde la normalidad del trato y las costumbres. Algo curioso es que en nuestra época la 'normalidad' en el trato humano cotidiano nos parezca algo "extraordinario". Posiblemente eso ha permitido que sus papado sea percibido con gran aceptación. Por ello, si ponemos atención a sus homilías y mensajes, y con clara sintonía a su magisterio, Francisco siempre ha desplazado el centro de atención de su persona a la comunidad eclesial, y por ende, tal vez tendríamos que empezar por preguntarnos también a nosotros mismos si hemos cambiado a un año de su elección.

Los cambios que impulsa el Papa ¿han sido bien recibidos en la Curia?
Lamentablemente se tiene la idea simplista e ingenua de la 'Curia romana' como si fuesen los malos de la película. Se hace un gran daño cuando dividimos la realidad entre buenos y malos en una forma que poco ayuda para comprender la misma realidad. Lejos de toda teoría conspirativa Francisco ha reconocido con generosidad el trabajo de muchos de sus colaboradores en la Curia. Ello no quiere decir que no existan tensiones que son naturales en toda organización humana.
Recientemente, el Papa en sintonía con su política de austeridad, ha dado por suspendido el servicio de 120 monseñores de la Curia y los ha enviado a sus diócesis de origen a evangelizar. Constantemente, Francisco ha recalcado que el ministerio y el servicio apostólico son los signos inequívocos de aquellas personas que forman parte de la Iglesia.
Estos cambios en la Curia, así como una atención espiritual a todo el personal que en ella trabaja, no son decisiones que Francisco toma en la soledad de su fuero interno. El Papa quiere seguir atento a las directrices dejadas por todo el Colegio de Cardenales que lo escogieron para esta misión. Incluso, ha nombrado una comisión de ocho cardenales de distintas partes del mundo que lo acompañan para pensar las futuras decisiones. Ello muestra un hombre de diálogo que entiende que la Iglesia no avanza imponiendo un proyecto único o personal sino más bien cuando incluye a todas las visiones que hacen vida en ella.

El papa Francisco ¿es una buena influencia para la Iglesia?
Creo que la Iglesia en general no se deja llevar por los índices de popularidad que en un momento pueda alcanzar, o por el número de aceptación que tengan sus propuestas. La Iglesia avanza de otra forma, muchas veces, es en el devenir de la historia donde ella ha corroborado la oportunidad o el desacierto de sus acciones. Sin embargo, si miramos las encuestas que se realizan con motivo de un año de su elección, vemos un alto índice de aceptación entre creyentes y no creyentes. La curiosidad por el hecho de un Papa latinoamericano y su actuar cónsono con la existencia de cualquier otro ser humano, han captado la atención de gran parte del mundo. Sin duda alguna, ha permitido una mirada más benévola sobre la Iglesia. Una Iglesia que, desde Benedicto XVI, ha asumido sus responsabilidades ante sus errores y ha tratado de cambiarlos, insistiendo en un mensaje de conversión, misericordia, acogida y amor.

¿En qué consisten los cambios impulsados por Jorge Mario Bergoglio? ¿Qué afectan, la doctrina de la Iglesia o la forma en la que se la percibe?
Francisco no es un reformador en lo que se refiere a la doctrina de la Iglesia. Cuando el Papa tiene que hacer referencia a ciertos postulados que incumben a la 'fe y costumbres' de la comunidad eclesial frecuentemente alude a lo que se ha estipulado en el magisterio de la Iglesia.
Tampoco es un reformador carismático que intente imponer un proyecto personal o hacerse valer de su carisma y popularidad para imponer su estilo. Cuando fue elegido Papa prestó mucha atención a los que sus hermanos cardenales proponían como líneas directrices y retos de la Iglesia. Muchas de estas líneas y propuestas son las que Francisco está aplicando y se han concretado alguna de ellas en la conformación la comisión de los ocho cardenales de todo el mundo que, junto a él, estudian y discuten algunos temas importantes.
El papado de Francisco puede ser leído desde diversos horizontes. Me gustaría resaltar dos de ellos. Primero 'el poder es para servir'. Esta expresión tan sencilla quiere desmontar toda estructura de poder que se instale en nosotros para servirse de ella u oprimir al otro. Constantemente Francisco ha llamado 'al servicio', realizando duras críticas a la 'mentalidad principesca' y al 'carrerismo' de aquellos que se han dejado llevar por el poder. Para lograr esto, ha invitado en su exhortación apostólica La alegría del Evangelio (Evangelli Gaudium) a ponerse en camino, salir al encuentro del otro, ir a las periferias. Esto permite desinstalarse de las estructuras burocráticas que impiden el encuentro con el otro y la misión de la Iglesia.
Segundo, el oponerse a la 'globalización de la indiferencia'. La indiferencia nos ha convertido en indolentes ante tanto sufrimiento humano y ha amparado sistemas que producen más muerte y sufrimiento. Como camino de conversión y reversión de esta indiferencia el Papa invita a encontrarse con el rostro del pobre, no para lavar nuestra consciencia o sacar algún beneficio de este encuentro, sino para reconocernos como hermanos y ser solidarios en un mismo destino.

La apertura y la frescura del Papa ¿acerca a los fieles a la Iglesia? ¿Qué ocurre con los sectores más conservadores?
El papa Francisco muchas veces actúa como si fuese un párroco de una gran Iglesia. Se permite hacer llamadas a personas que necesitan consuelo o a comunidades de religiosas que le escriben. Desde la plaza San Pedro se despide en tono familiar desando a todos un 'buen Domingo y un buen almuerzo'. Sus palabras están cargadas de profunda sencillez y contenido evangélico. Él entiende que ser Papa no significa dejar de ser "cura", escuchar las confesiones, estar atento a las necesidades de los fieles, servir a los más pobres etc. Este estilo tan distintivo de Francisco permite una cercanía de la gente que busca consuelo, compañía y sentido en su vida.
A mi modo de ver el problema de interpretación del papado de Francisco no se ha de enmarcar dentro de las tendencias denominadas como 'conservadoras' o 'progresistas', dentro de la Iglesia. El peligro está en los fundamentalismos que tratan de imponer su visión de la realidad como la única y verdadera. Un fundamentalismo conservador o progresista, de derecha o izquierda, siempre es causante de graves incomprensiones e injusticias.

Un Papa latinoamericano ¿actúa como vínculo de la Iglesia con Latinoamérica?
Obviamente no se puede separar al papa Francisco de su origen. Es el primer Papa latinoamericano y jesuita. Como latinoamericano posee una vinculación con su tierra, el vínculo con Argentina y su familia, sus amigos, hermanos Obispos y Cardenales latinoamericanos, y con el clero y las personas de su diócesis de Buenos Aires. Recientemente ha realizado la renovación de su pasaporte argentino porque se le había vencido. Igualmente en su carácter personal muestra el talante de una sólida formación en la espiritualidad Ignacia, haciendo uso de muchos de sus términos.
No obstante, el Papa entiende que ahora es el obispo de Roma y sucesor del ministerio de Pedro. Por lo cual antepone la misión que le ha sido confiada a sus deseos personales de visitar a su hermana mayor o privilegiar una orden o a un sector de la Iglesia. Antes bien, si hay algo que le ha distinguido en su papado es el permitir que las Conferencias Episcopales locales y las instancias pastorales de cada continente tengan un papel más activo y participativo en el gobierno universal de la Iglesia. En muchas oportunidades él prefiere sentarse en medio de sus hermanos obispos para desplazarse en un autobús o para escuchar una charla de un retiro espiritual. Este acto simple, pero significativo, se traduce en su necesidad y empeño por escuchar y fortalecer a cada Iglesia local, y así servir de vínculo de unión entre ellas.

Juan Pablo II y Benedicto XVI acercaron al catolicismo con otras religiones. ¿Lo ha hecho también Francisco?
En el marco de la celebración de los 50 años del Concilio Vaticano II es bueno recordar que el diálogo entre cristianos y representantes de otros credos religiosos ha sido una constante desde que se celebró este Concilio. El 20 de Marzo del año 2013 Francisco recibió en audiencia a los representantes de distintas comunidades eclesiales y de otros credos. En ella recordaba el valor que tienen las religiones ante el intento de 'eliminar al Dios de la historia' e imponer 'una visión unidimensional' del hombre. El empeño de las religiones, sostenía Francisco en aquel encuentro, consiste en resaltar los valores realmente humanos como la alegría, la esperanza y la bondad, pero también es un deber de las religiones "hacer mucho más por el bien de quien es más pobre, débil o sufre, para fomentar la justicia, promover la reconciliación y construir la paz.