CL no es un lobby, sino una fuerza de cambio

Andrea Simoncini*

Estimado director,
Le pido que publique esta carta porque Comunión y Liberación sigue siendo descrita por los periódicos como un «partido» o un «lobby» político. Con respecto a esta imagen distorsionada, quisiera tratar de ofrecer una idea positiva de lo que es y de cuál puede ser su contribución real, también en el debate político.
El objetivo de los miles de personas que comparten hoy la propuesta de CL no es constituir un lobby o una corriente de partido. En realidad, hoy existe una pregunta mucho más radical y decisiva a la que nadie puede sustraerse – políticos y periodistas incluidos –, que es: ¿cómo se puede vivir? ¿Qué es lo que le da a un hombre o a una mujer la fuerza para seguir esperando, cuando todo dice lo contrario? No darnos cuenta de lo apremiantes que son estas preguntas y de cómo constituyen el tejido mismo de la vida cotidiana, constituye el síntoma más evidente de que la política se ha distanciado irreversiblemente de la vida práctica (es decir, «política» en sentido verdadero).
Se dirá: «Es una respuesta espiritualista, abstracta». ¡Es justamente lo contrario! Para darnos cuenta de ello, miremos el panorama político italiano. El paisaje es el de la película The day after: un mundo poblado por bandas rivales, dispuestas a destrozarse para obtener una mínima ventaja. No existe interés alguno por el debate, porque todos saben ya cómo va a terminar: para unos la culpa es de los otros, y viceversa. Todos buscan un chivo expiatorio.
Pero si somos de verdad realistas, debemos admitir, mirándonos en el espejo, que una especie de radiación mutante nos ha afectado a todos. Es como si todos estuviésemos privados de energía; ya no hay razones que nos impulsen a asumir una responsabilidad, ya sea privada o pública. Ante las necesidades, la primera pregunta que surge es: «¿Qué hace el Estado?», o «¿Qué hacen “ellos”?». Pues bien, ante una condición así, ¿qué es lo que puede poner de nuevo en movimiento esta energía? ¿Qué es lo que puede despertar un sujeto capaz de iniciativa, incluso en política? Entonces se entiende que la pregunta: «¿cómo se puede vivir?» no es abstracta. Lo que hoy se necesita verdaderamente es una hipótesis ideal atractiva y humana por la que valga la pena sacrificarse y construir. Llegamos así al punto decisivo: a esta necesidad no puede responder la política, ni tampoco la anti política.
El asunto es más radical. Tiene que ver con qué es capaz de restituir al hombre su estatura, su grandeza que, paradójicamente, es la de ser limitado, pero también la de poder «usar» sus necesidades como propulsor para una búsqueda más intensa y para una construcción más inteligente.
Comunión y Liberación nació justamente de la intuición de que una fe cristiana que no fuese capaz de responder a estas preguntas de la vida, antes o después, sería eliminada de la historia. Este es el desafío por el que existe CL: mostrar la pertinencia de la fe a las exigencias reales de la vida. La fe, en efecto, tiene una característica inconfundible: despierta lo humano, es decir, la capacidad del hombre de vivir las circunstancias ordinarias de la vida sin ahogarse. Y precisamente por esto una fe realmente vivida puede ofrecer hoy una contribución real a nuestra situación. La fe no es un «a priori», sino una verificación que nace del encuentro con Cristo y que convence por la prueba de los hechos. Sólo siendo ella misma, podrá CL contribuir a la vida de todos, no «dirigiendo» las acciones de otros o elaborando estrategias de partido, sino con su misma existencia, como siempre hemos repetido, porque la vida de una comunidad cristiana es de por sí un hecho «político», público.
¿Cómo contribuye una comunidad cristiana a la vida pública? Generando sujetos capaces de asumir una responsabilidad en la sociedad, incluso en política. Ciertamente, los intentos políticos de las personas son falibles – siempre los hemos definido como «irónicos» – y, por tanto, pueden resultar también equivocados, porque nacen de la libertad de los individuos y desencadenan la responsabilidad de cada uno. Pero el que es padre sabe lo doloroso, pero absolutamente necesario, que es respetar la libertad de los propios hijos y no sustituirles nunca en el riesgo personal que deben asumir.
El papa Francisco ha resumido esta tarea en su entrevista a La Civiltà Cattolica: «No hay que dar preferencia a los espacios de poder frente a los tiempos, a veces largos, de los procesos. Lo nuestro es poner en marcha procesos, más que ocupar espacios. Dios se manifiesta en el tiempo y está presente en los procesos de la historia. Esto nos hace preferir las acciones que generan dinámicas nuevas. Y exige paciencia y espera». A nosotros no nos interesa ocupar espacios, sino que la persona pueda empezar a cambiar. Por otra parte, nacimos de la amistad con don Giussani, que siempre nos recordó que las fuerzas que cambian la historia son las mismas que cambian el corazón el hombre.

* Consejo de Presidencia de Comunión y Liberación

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