En sólo dos imágenes

La Razón
Ignacio Carbajosa

En estos días en los que se hace balance de un pontificado, querría detenerme en dos imágenes que encierran cronológicamente los casi ocho años de magisterio de Benedicto XVI y que tienen algo de paradigmático. La primera imagen nos la brindó la visita a su vieja Universidad de Ratisbona, en uno de los primeros viajes fuera del Vaticano. La segunda está todavía fresca en la memoria: su primera intervención en el Sínodo sobre la Nueva Evangelización, en octubre pasado. En la primera se encontraba rodeado del mundo académico alemán y se dirigía a la razón de Occidente. En la segunda, estaba rodeado de cardenales y obispos, y se dirigía a toda la Iglesia explicando la naturaleza de la fe.Nosotros podremos decir que nuestros ojos han visto el final de una parábola histórica, aquella que va desde un siglo XVIII que pretendió liberar a la razón de las «cadenas» de la fe, hasta los epílogos del siglo XX e inicios del XXI, que han contemplado una razón débil, posmoderna, que se bate en retirada dejando su lugar a la afirmación de la propia reactividad, sentimiento o derecho a opinar. Y la imagen que sella este arco, dando inicio a un nuevo periodo, es la de Benedicto XVI en medio de los intelectuales alemanes desafiando a Occidente (¡un Papa!) a recuperar la razón, a «ensanchar sus límites», haciendo saltar por los aires la «autolimitación moderna» que reduce el campo de la razón a lo científicamente mensurable. Todo el discurso del Papa en Ratisbona (como sucederá con los grandes discursos que le siguieron, ante el Bundestag, ante el Parlamento británico, en la Sapienza de Roma, en los Bernardinos de París) es un ejemplo de una razón dilatada por la fe, capaz de acoger toda la realidad sin censurar nada. Y, por lo tanto, capaz de diálogo real. La segunda imagen parece seguir el guión de las mejores páginas del libro de los Hechos de los Apóstoles, en las que Pedro se levantaba en medio de sus hermanos para dar razón de los prodigios que todos habían presenciado. Como Pedro, también Benedicto XVI se levantó en medio de una asamblea sinodal que se disponía a iniciar sus discusiones sobre métodos e instrumentos, palabras e iniciativas, capaces de comunicar la fe. Y, para sorpresa de todos, indicó a Uno presente: «La primera palabra, la iniciativa auténtica, la actividad verdadera viene de Dios (...), Dios siempre es el comienzo». Casi como diciendo a sus hermanos obispos: «Tranquilos, Él está presente, y esto es lo más interesante que podemos comunicar». ¿Cuántos obispos tuvieron que cambiar su discurso?

Dos gestos: uno ante el mundo y otro ante la Iglesia. Para enseñar lo que es la razón y para mostrar lo que es la fe. Dos gestos con un único origen: la humanidad de Benedicto XVI dilatada por el encuentro con Cristo. «El Señor ha estado grande con nosotros y estamos alegres», podemos repetir con el salmista. ¿Y a partir de ahora? San Pablo nos alecciona: «Si Dios está con nosotros, ¿quién estará contra nosotros?».

En sólo dos imágenes

Ignacio Carbajosa

En estos días en los que se hace balance de un pontificado, querría detenerme en dos imágenes que encierran cronológicamente los casi ocho años de magisterio de Benedicto XVI y que tienen algo de paradigmático. La primera imagen nos la brindó la visita a su vieja Universidad de Ratisbona, en uno de los primeros viajes fuera del Vaticano. La segunda está todavía fresca en la memoria: su primera intervención en el Sínodo sobre la Nueva Evangelización, en octubre pasado. En la primera se encontraba rodeado del mundo académico alemán y se dirigía a la razón de Occidente. En la segunda, estaba rodeado de cardenales y obispos, y se dirigía a toda la Iglesia explicando la naturaleza de la fe.Nosotros podremos decir que nuestros ojos han visto el final de una parábola histórica, aquella que va desde un siglo XVIII que pretendió liberar a la razón de las «cadenas» de la fe, hasta los epílogos del siglo XX e inicios del XXI, que han contemplado una razón débil, posmoderna, que se bate en retirada dejando su lugar a la afirmación de la propia reactividad, sentimiento o derecho a opinar. Y la imagen que sella este arco, dando inicio a un nuevo periodo, es la de Benedicto XVI en medio de los intelectuales alemanes desafiando a Occidente (¡un Papa!) a recuperar la razón, a «ensanchar sus límites», haciendo saltar por los aires la «autolimitación moderna» que reduce el campo de la razón a lo científicamente mensurable. Todo el discurso del Papa en Ratisbona (como sucederá con los grandes discursos que le siguieron, ante el Bundestag, ante el Parlamento británico, en la Sapienza de Roma, en los Bernardinos de París) es un ejemplo de una razón dilatada por la fe, capaz de acoger toda la realidad sin censurar nada. Y, por lo tanto, capaz de diálogo real. La segunda imagen parece seguir el guión de las mejores páginas del libro de los Hechos de los Apóstoles, en las que Pedro se levantaba en medio de sus hermanos para dar razón de los prodigios que todos habían presenciado. Como Pedro, también Benedicto XVI se levantó en medio de una asamblea sinodal que se disponía a iniciar sus discusiones sobre métodos e instrumentos, palabras e iniciativas, capaces de comunicar la fe. Y, para sorpresa de todos, indicó a Uno presente: «La primera palabra, la iniciativa auténtica, la actividad verdadera viene de Dios (...), Dios siempre es el comienzo». Casi como diciendo a sus hermanos obispos: «Tranquilos, Él está presente, y esto es lo más interesante que podemos comunicar». ¿Cuántos obispos tuvieron que cambiar su discurso?

Dos gestos: uno ante el mundo y otro ante la Iglesia. Para enseñar lo que es la razón y para mostrar lo que es la fe. Dos gestos con un único origen: la humanidad de Benedicto XVI dilatada por el encuentro con Cristo. «El Señor ha estado grande con nosotros y estamos alegres», podemos repetir con el salmista. ¿Y a partir de ahora? San Pablo nos alecciona: «Si Dios está con nosotros, ¿quién estará contra nosotros?».

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