'También los pecadores pueden votar al Papa'

Giacomo Galeazzi

"Es su derecho y su deber participar en el cónclave. Dios sabrá poner en sus labios palabras que broten de un corazón humillado y herido". El altamente significativo "disco verde" a la entrada de la Capilla Sixtina de los purpurados "impresentables" llega de la autoridad eclesiástica que más ha trabajado con Joseph Ratzinger en la "tolerancia cero" contra los abusos del clero. "La sabiduría le es dada solo a los santos sino también a los pecadores", explica el obispo maltés Charles Scicluna, fiscal del tribunal de la Doctrina de la Fe durante los últimos diez años.

¿Es justo que también los cuatro cardenales implicados por los escándalos de los abusos elijan al Papa?
Todos somos pecadores, y Dios sabrá obtener también cosas buenas de su presencia en el cónclave. Debemos tener cuidado al apuntar con el dedo acusador. Por lo demás, el primer colegio de apóstoles tampoco era para canonizarlo enteramente, llevamos tesoros en vasijas de barro. La fragilidad humana se hace espectáculo para el mundo. Ninguno puede ir presumiendo. ¿Quién es digno? En la liturgia proclamamos continuamente nuestra indignidad. Cada día encontramos en la Iglesia una santidad de la que querríamos participar. Por fin se ha roto la cortina de silencia que cubría los casos de abusos. Para poner remedio a la caída moral del clero, el principio-guía es que sólo la verdad hace libres a los hombres.

¿Por qué estos purpurados han callado ante sacerdotes pedófilos?
Por miedo al escándalo. No entendían que la perspectiva se había invertido. El verdadero escándalo es no denunciar los abusos. La percepción ha cambiado: el silencio se ha hecho escándalo. Y el mérito es de Ratzinger. Por tanto, dejémosles entrar en el cónclave. Como recita el salmo 51, el del Miserere: "Ten piedad de mí, oh Dios, borra mi pecado, reconozco mi culpa". El derecho a participar tiene que ver con el respeto a su conciencia, mientras que el deber de estar implica asumir una responsabilidad. El que esté libre de pecado que tire la primera piedra.

¿Cuál es el modelo?
La purificación que Benedicto XVI ha puesto en el centro de su pontificado. Recuerda a Gaetano da Thiene, que dedicó su vida a moralizar en la época de los Borgia, y a Alfonso Maria de Ligorio, que irradiaba santidad en el cónclave. Por desgracia, entonces igual que hoy, los puntos de dolor son el sexto y el séptimo mandamiento: no pecar contra la pureza y no robar. Hay que volver a partir de las enseñanzas del Evangelio, allí está la respuesta para renovar la vida religiosa. Acabamos de celebrar el 50º aniversario del Concilio: la base para el clero debe ser lo que ha dicho el papa Ratzinger a los sacerdotes romanos. En el ámbito de la lucha contra los abusos sexuales cometidos por exponentes del clero, deja a su sucesor una herencia impagable que marcará el futuro de la Iglesia.

¿Será Ratzinger un factor en el cónclave?
Quienquiera que sea elegido, su acción no podrá ser otra cosa que una continuación de la "purificación". Benedicto XVI no es un cometa que pasa y muere. Él mismo se lo ha dicho a su biógrafo, Peter Seewald. Es el fin y el principio de una época. Ratzinger es un ejemplo de libertad hasta en la decisión de su renuncia. Su sucesor será capaz de darse por entero, de no ser solo una figura a la que mirar como a un ejemplo sino también una guía que sepa tomar el timón y orientar a la Iglesia. Sobre los abusos del clero, de ahora en adelante nadie podrá decir que no sabe. La determinación de Benedicto XVI contra la pedofilia en el clero no quedará solo como memoria, como un recuerdo o un testimonio. Es ya parte fundamental de la respuesta de la Iglesia a los abusos. Será programa de gobierno para cualquiera que sea elegido en la Sixtina.

¿Qué ha cambiado?
Ahora están todos los instrumentos para intervenir y actuar contra la pedofilia en el clero. Benedicto XVI ha dotado a los obispos de todo lo necesario para impedir que se repita lo que ha sucedido en el pasado. Hay que reconocer el coraje de sus decisiones. La soledad incluso en su renuncia. Es monje por profunda vocación. Su palabra es siempre límpida, fundada teológicamente, de una extraordinaria inspiración para todos. En su compromiso contra los abusos no se puede dar marcha atrás: es ley universal de la Iglesia, praxis inamovible. Y eso no lo va a poner en duda la presencia en el cónclave de ciertos electores discutidos.