Nada de dos Españas

La Razón
José Jiménez Lozano

No era fácil pensar que, a los ochenta años de una guerra civil, el país que la soportó querría recordarla, sin antes purificar su recuerdo. Mi generación, desde luego, que conoció a los tirios y a los troyanos de tal guerra, supo muy bien que no quería ni mentarla, y el simple hecho de hacerlo podía hacer suscitar su cólera como, ante la sangre vertida por Aquiles, se alzó el Escamandro. Todos los españoles que vivieron aquel horror estaban de acuerdo en que sucediera cualquier cosa antes que su repetición. Pero otras generaciones posteriores han sentido sus mentes más marcadas por constructos abstractos que por la historia, con su mandil de carnicero y su cuchilla, como nosotros la vimos todavía a poco de acabarse aquella guerra, o nos fue contada en voz baja, y con una seriedad con la que no oímos jamás contar nada. Y, así las cosas, nunca podríamos hablar nosotros de «las dos Españas», un llamativo y simple esquema, que explicaría demasiado para no dejar ver nada detrás.