Medicina y Persona: el ser humano como centro del sistema sanitario

Flavia Ranzolin

Medicina y Persona España es una asociación sin fines de lucro, integrada por profesionales de la salud, la cual -desde su fundación en 2001- ha velado por promover la humanización de la medicina, así como los valores de la libertad, la profesionalidad, la subsidiariedad y la atención de todas aquellas necesidades presentes en el ejercicio actual de la práctica, tanto en entidades públicas como privadas.
Asociación fundamentada en la amistad de sus integrantes, centra sus reuniones y actividades en la búsqueda de la mejora profesional, no tanto en el aspecto técnico, sino en el humano, al considerar que es en la relación trabajador – beneficiario donde debe basarse el sistema sanitario.

De ahí que, entre los objetivos de la asociación, se encuentre la construcción de una red de relaciones, sustentada en la experiencia humana en el ambiente laboral; la apertura de espacios de diálogo y cooperación destinados a una mejor comprensión del mundo sanitario en toda su extensión y niveles; la promoción y desarrollo de obras centradas en el reconocimiento de la humanidad de todos los implicados en el sistema, con la finalidad de buscar el bien común; el favorecer una cooperación real entre los distintos profesionales, dirigida a dar respuestas adecuadas a las necesidades de quienes acuden al sistema sanitario.
Para Inmaculada Navas, neurólogo, los integrantes de Medicina y Persona buscan mantener una mirada verdadera sobre el hombre en el trabajo, frente a los pacientes y a los profesionales de la medicina. Asimismo, piensa que el trabajo en sanidad pone constantemente al profesional frente a personas que sufren y a su sensación de incapacidad para curarles en múltiples ocasiones. De ahí que considere que uno de los problemas fundamentales sea el decaimiento de los ánimos, de los esfuerzos, hasta el punto de sentir que no merece la pena el trabajo que se hace. Por ello, pertenecer a una asociación como Medicina y Persona, los ayuda en la tarea de atender integralmente al enfermo y a no decaer en la profesión.

¿Por qué crees que viene este decaimiento en la profesión?
Todos, cuando empezamos a estudiar medicina, tenemos un ímpetu bueno, tenemos un deseo de cuidar a los otros, de hacer un bien social. Muchos tienen el deseo de ir al tercer mundo. Es decir, la mayor parte de la gente que estudia medicina es por vocación. No es por hacerse ricos. Pero, a medida que pasa el tiempo, la vida se complica, en el trabajo, en el hospital, en los centros de salud ves las cosas que se hacen mal -porque todos hacemos cosas mal-, y te ves metido en un sistema en donde no funciona todo como tú crees que debería funcionar. Muchas veces los esfuerzos que haces para cambiar las cosas no dan sus frutos. Y muchas veces, aunque cambies las cosas, tampoco acabas de estar contento, porque es como que, frente al dolor, el hombre a menudo no tiene suficientes respuestas. Entonces uno acaba sin esperar nada del trabajo, de los enfermos, ni de la propia vida. Es como una lucha que, si sólo parte de la voluntad de lo que uno puede hacer, o de lo que hacen los demás, al final, es una lucha infructuosa.

¿Y qué piensas que se debería cambiar en el sistema de salud, que hace que necesites acudir a Medicina y Persona, para darte fuerzas? ¿Qué parte del sistema desearías tu cambiar y que es lo que te desmotiva?
En el sistema de salud, como estructura, creo que hay muchas cosas mejorables. Una cosa que sería muy importante, es que la persona fuera el centro del sistema sanitario. Pero nosotros lo que estamos aprendiendo últimamente es que también es necesario un cambio en el propio profesional, que dentro de la estructura -que es mejorable- es muy importante que haya un hombre con su deseo íntegro, con su capacidad de trabajo, con su ilusión, su iniciativa, preservadas al cien por cien para atender a los otros hombres.
Nosotros por un lado hacemos propuestas –cuando podemos- a los políticos y a la organización, de cosas que pensamos que podrían hacerse mejor. Sin embargo, entendemos que el trabajo fundamental es sobre la propia persona, sobre el propio yo. Y la ayuda fundamental que hace Medicina y Persona es –sobre todo- de ayudarnos a entender cómo podemos estar nosotros bien, dentro del sistema sanitario, porque entendemos que el profesional es el factor principal de toda la red.

Y, ¿qué se podría mejorar a nivel profesional, a nivel humano, por parte de los médicos? ¿Qué es lo que debería cambiarse para que el paciente esté íntegramente atendido?
El problema que me parece que tenemos ahora es que los objetivos de salud están centrados en la eficacia, en que el sistema sanitario sea rentable, que no se gaste por encima de unos ciertos límites. Y todas estas cosas son justas. Pero el problema es que la sanidad muchas veces no es rentable en términos económicos.
Pienso que se debería tener en cuenta factores que ahora mismo se dejan demasiado de lado. Por ejemplo, el tiempo que necesita cada paciente. Uno, para entrar en una relación con un paciente, saber lo que tiene, lo que necesita, debe poder escucharle. Entonces sería muy importante que hubiera un tiempo mínimo del cual no se baje, que fuera posible darle a cada paciente el tiempo que necesita. Además, muchas veces los pacientes no necesitan solamente de una medicación, sino también unas explicaciones, unos consejos, un seguimiento.
Y hay también un problema de que la medicina se está reduciendo mucho a la técnica, en el sentido de que un paciente tiene un problema, se identifica, se le mandan a hacer las pruebas y se ven los resultados, y se puede hacer todo esto técnicamente bien, pero dentro de un mecanicismo que deja fuera a la persona. Las técnicas son buenas y es bueno que se hayan desarrollado pero, si no hay una relación humana detrás, que explique para qué sirve la prueba, que diga cuándo es necesario hacerla, cuándo no es necesaria hacerla, pues al final se convierte en una relación casi comercial que no siempre es la mejor ayuda.
Todo eso no debería ser así, pero toda la técnica, de alguna manera, está yendo en perjuicio de la relación humana del paciente con el médico. Y ese es un pilar fundamental en la atención sanitaria. Las carencias en la relación médico – paciente van en detrimento de estos últimos, porque impide una atención como humanamente necesitan e, igualmente, van en detrimento del profesional, pues deja de tener una relación humana con el paciente, para tener una relación más comercial. Y eso, a nosotros, tampoco nos satisface, porque te das cuenta que no resuelves en su totalidad lo que tenías que resolver, porque no afrontas al paciente en su totalidad.

En tu día a día, en tu relación con tus colegas, ¿sientes que existe un deseo real de dejar un poco esa parte técnica o la parte comercial por atender mejor a los pacientes o es algo que ya se ha instalado en la práctica médica y que sería muy difícil cambiarla?
Yo creo que es algo que está bastante instalado en la práctica médica, pero no nos sentimos cómodos con esto. Lo hacemos porque hay que hacerlo, porque es la forma de trabajo que te pide a menudo y favorece a la organización, pero la inmensa mayoría no está a gusto con esto. De tal modo que cuando se da la posibilidad de un trato más humano, de dedicar un poquito más de tiempo, de cuidar mejor, yo creo que casi todo el mundo lo quiere.
No sería una cosa difícil de cambiar. Yo veo mucho con los residentes -los chicos que están haciendo formación conmigo- que, si ven en mi manera de trabajar que me quedo más tiempo del que me toca o, por la razón que sea, tengo un trato más humano con los pacientes, ellos -de forma automática- lo aprenden y lo quieren. De hecho, prefieren esta forma de trabajar y no dedicarse sólo a la técnica.

Y, ¿cómo piensas que Medicina y Persona ayuda a sensibilizar al profesional o lo ayuda a romper un poco la barrera de la “sólo técnica”, para ir a tener un trato más humano con el paciente? ¿Cómo este grupo ayuda a romper un poco los bloqueos que como profesionales podrían tener, porque se dejan arrastrar por la misma dinámica del sistema? O, simplemente, ¿por qué la gente acude a Medicina y Persona para tener un poco de fuerza para seguir adelante?
Yo, de lo que me estoy dando cuenta, es que cada vez más hay más gente que nos tiene en el rabillo del ojo. Nosotros no hacemos muchas actividades. Somos fundamentalmente un grupo de amigos que nos vemos de vez en cuando y que intentamos juzgar algunos aspectos de la sanidad.
Algunas veces, hacemos un acto público en el que hablamos de las cosas que nos preocupan, de la forma de atender a los pacientes, de problemas de salud, porque tienen una repercusión humana y social. Y es increíble la cantidad de gente que viene a vernos. Entiendes que, para ellos, es como volver a recuperar el deseo de hacer las cosas de una determinada manera.
Me he dado cuenta de que la repercusión nuestra frente a los demás, es como una nueva apertura del corazón, es como permitir que se abra de nuevo la inquietud y la esperanza en el trabajo. Luego el camino lo tiene que hacer cada uno. Cada uno tiene que buscar quien lo acompañe en esta historia porque, desde luego, es nadar un poco a contra corriente. Y luego también creo que a nivel de cómo estamos cada uno en el trabajo, se da una provocación.
Uno de los nuestros, Javier Gutiérrez –presidente de la asociación–, conmovido por una chavala que tenía un cáncer de hueso y a quien le habían amputado una pierna, empezó a cuidarla como a una hija. Se la llevaba en coche, en vez de dejar que se la llevara la ambulancia a la casa, para que no tuviera que esperar tres horas. Eso ha sido un bien para la chica, un bien para Javier y un bien para la gente que lo ha visto porque claro, la gente que ve estas cosas, se da cuenta que hay una forma diferente de estar en el mundo, de estar en el trabajo.
De esto hay muchísimos ejemplos entre nosotros, ejemplos que hacen ver que es posible que haya una humanidad, que es posible una humanidad cambiada dentro del trabajo. Y, cuando la gente ve esto, si tiene una mínima apertura, lo quiere. Entonces, puede ser como algo que te abre a lo que respondes o no respondes. Desde luego, es como la posibilidad una y otra vez de empezar de nuevo.

A mí me llamó mucho la atención que me dijeras que os tienen en el rabillo del ojo. Define el “rabillo del ojo”, si es algo positivo, algo negativo, ¿por qué?, y en qué se manifiesta.
Yo lo digo como algo positivo en el sentido de que nosotros, como asociación, en términos numéricos somos poca cosa. Somos cuarenta o cincuenta socios reales. Pero, de repente, haces un acto, vienen quinientas personas, alguna se acerca a hablar contigo después y te dice: …mira, es que vine el año pasado, es que he traído a mis padres, o es que he traído a mis compañeros de trabajo, a mis compañeros de universidad, porque a mi esto que decís me interesa…
Y, entonces, te das cuenta de que hay gente que a lo mejor nos ha visto una vez en la vida, o una vez al año, pero la propuesta nuestra constituye un punto de esperanza en su profesión que se sostiene en el tiempo.
También hemos hecho dos DVD’s muy bonitos: ¿Qué Puedo Hacer por Ti? El Profesional Sanitario Frente al Dolor, que trata sobre la manera que tenemos los profesionales de afrontar el dolor y otro que se titula ¿Podría Yo Vivir Así?. Protagonistas en la Enfermedad, sobre la manera que tienen los enfermos de estar frente a enfermedades graves y discapacitantes. Ambos reflejan este aspecto más humano que hace que la vida sea un bien. Estos vídeos los hicimos, los pusimos a la venta, a muchísima gente les ha llegado y no sabemos bien cómo. Hay gente que ha contactado con nosotros diciéndonos: …oye, hemos visto este DVD y queremos conoceros. O: a nosotros nos interesa esto que vivís… y te das cuenta que esta propuesta que hacemos, lo que se transmite es lo que a la gente le interesa.
Y luego, por ejemplo, a nivel político, en la Consejería de Sanidad de Madrid, también nos conocen y en alguna ocasión nos han pedido opinión acerca de alguna cosa. En definitiva somos una asociación de profesionales que no es una asociación típica, en el sentido de que no es una asociación que busque los intereses de un particular estamento profesional, sino que busca el bien de los pacientes y de los trabajadores, dentro de una forma de trabajo coordinada, que sea constructiva. Esto es algo que es único y, claro, la gente nos conoce, se sorprende y le interesa.

Y tú como Inma, ¿has sentido algún cambio entre el antes, el durante y en tu momento actual en tu manera de abordar la medicina como profesión, en tu manera de abordar al paciente?
En mi caso no ha sido como entrar en una asociación en donde yo no hubiera estado antes. Ha sido como algo que ha ido creciendo conmigo, en la medida que he ido metiéndome más en el mundo laboral. Porque al principio, cuando empiezas a trabajar, empiezas con mucha ilusión y muchas ganas, pero luego te comienzas a bloquear cuando ves todas las dificultades. Y, claro, empezar con esta historia, empezar a verme con estos amigos, ha sido como recobrar ese interés inicial. Entonces, hay cosas a las que ya no renuncias.

Como, ¿por ejemplo?
No renuncias a una implicación con el paciente que también te llene a ti, o a darle un tiempo que crees que se le debe dar. Aunque muchas veces eso supone irte más tarde a tu casa o hacer un trabajo que no cobras. No renuncias a querer tu propio bien dentro del trabajo.
En un trabajo como el nuestro, que es de mucha dedicación hacia los demás, puede llegar un momento, en el que tú dices: …bueno, hago esto porque lo tengo que hacer, y además es bueno, pero yo me quedo fuera. Y yo eso no lo quiero, no quiero renunciar a experimentar un bien dentro del propio trabajo.
Y puedo decir, sobre todo en los últimos años, que se han dado relaciones en el trabajo muy bonitas, que si no fuera porque una está allí queriéndolo todo, no se hubieran dado. Pienso en relaciones con compañeros y también con pacientes. Pacientes que al final les quieres, les tratas, les cuidas y ves que no se trata sólo de rellenar el formulario de cada día, sino de preocuparte por qué necesitan, qué puedes hacer por ellos y ellos se sorprenden por sentirse queridos. Entonces, empieza una relación con ellos.
En los últimos meses, he tenido un paciente que se llama Juan Manuel, que viene de un pasado difícil, de problemas familiares y legales. Cuando ingresó, estaba realmente mal. Es un hombre que pensaba que iba a morirse y había tirado literalmente la toalla. Entonces, empezamos a cuidarle. Muchas veces, en las reuniones de profesionales salían las dificultades originadas por su “difícil contexto”, pero llegó un momento que le dije a mis compañeros: mirad, no quiero saber nada de su pasado. Está aquí para que nosotros le cuidemos y para nuestro bien. Vamos a dejar de darle vueltas al pasado y vamos a implicarnos con él y a ver qué sucede.
Y, empezamos a cuidarle –voy siempre yo con mis residentes-. Y este comenzó a estar tan agradecido de cómo le estábamos cuidando, que no dejaba de preguntar sobre nosotros. A menudo, cuando llegábamos a la habitación a verle, yo le decía: ¿cómo estás?, y él me respondía: ¿y tú cómo estás?, ¿cómo has pasado el fin de semana? Entonces, te das cuenta que él lo que necesitaba era una relación. No necesitaba sólo que yo le pusiera el suero o que le diera pastillas. Necesitaba también saber de nosotros, saber cómo estábamos, saber que lo iríamos ver al día siguiente.
Y este hombre, partiendo de la relación con nosotros, yo creo que percibió que le hemos querido, que le hemos querido cuidar, independientemente de todo su pasado. A raíz de eso, empezó a hablarnos de su mujer -que era un tema que no tocaba-, llamó a sus hermanos -con quienes no hablaba desde hacía tiempo- y los trajo al hospital para que le vieran. O sea, tomó de nuevo las riendas de su vida, hasta el punto de que empezó a colaborar muchísimo con la rehabilitación y consiguió salir antes de lo pensado del hospital.
Tres meses después del alta, le vi en la consulta y, aunque físicamente estaba mucho peor que antes de haber enfermado, me dijo: ¡Qué bien que te he encontrado! ¡Qué hubiera hecho yo si no te hubiera encontrado! Y te das cuenta de que a este hombre le ha cambiado la vida, pero para bien. Claro, para mi ver estas cosas, es una alegría, porque te das cuenta, primero, que haces un bien mayor que el que pudieras hacer por ti misma y, segundo, que el paciente también está para tu bien.

Ustedes hicieron básicamente un trabajo de sensibilización con este señor. ¿Sientes que hace falta extender esta sensibilidad por parte de los médicos hacia los pacientes? O los médicos ya naturalmente lo tienen… Porque ustedes se acercaron a este paciente, decidieron obviar su pasado, tratarlo como ser humano en el presente e ir un poco más allá de la relación médico – paciente. ¿Tú sientes que estas relaciones humanas están generalizadas o hay que hacer un trabajo más profundo…?
Yo creo que hay que hacer un trabajo sobre el propio yo.

¿De los médicos o de los pacientes?
De los médicos. Hay que hacer un trabajo sobre el propio yo. Porque si uno no es capaz de mirar a los ojos al paciente, si uno no es capaz de mirar a su propia historia con ternura, tampoco es capaz de mirar al otro sin pretender, sin miedo. Para nosotros todo esto no es un proyecto, para nada, te das cuenta que son cosas que suceden en el ámbito de una amistad, que uno antes trabajaba de una manera y ahora de otra. Te das cuenta de que hay cosas que no corresponden al propio corazón, y que uno puede vivir y trabajar reduciendo sus expectativas, pero así no se está contento.
En ese sentido, estamos muy bien hechos, porque no se está tranquilo si uno se olvida de lo que desea, si no se tiene en cuenta la propia necesidad y la necesidad completa del otro. Entonces, yo creo que es necesario volver a preguntarse qué es lo que yo espero del trabajo, por qué yo voy a trabajar cada mañana, por qué yo me pongo delante de este, que es un mendigo, por qué me pongo delante de este otro, que me trata mal - porque hay pacientes que también tratan mal a los doctores-, cuál es el valor de este trabajo.
Si uno no es capaz de responderse a todas estas preguntas, o no tiene el valor ni siquiera de preguntárselas, uno no es capaz de darle al paciente nada que sea consistente. Al final, en este trabajo, como en toda la vida, te puedes defender de las realidades: tienes una infección, yo te doy este antibiótico; tienes un tumor cerebral, pues yo te opero, y funcionar como acción-reacción. Pero al final, el que tiene un tumor cerebral, es un hombre que tiene una familia, unas expectativas y unas inquietudes. Y tú que estás delante de él, también eres un hombre, que tiene sus preguntas, que se cuestiona por qué le ha pasado a este hombre eso y qué pasaría contigo si te pasara lo mismo, y qué se puede hacer por él, aparte de operarle. Al final, la relación nuestra con los pacientes, es una relación humana. No es una relación de un técnico con una enfermedad. Es una relación de un hombre profesional, pero que es un hombre, frente a un hombre con una enfermedad, con una necesidad.
Entonces tú, como profesional, puedes ayudarle en algunas cosas. Pero al final, en el drama último de la persona humana, de la persona que sufre, somos todos iguales. Entonces, si uno no se da respuestas a si mismo, a su propio drama, no puede estar entero frente al drama del otro.

Sí. Es como el reconocimiento de la propia vulnerabilidad, para poder reflejarse, para poder reconocerse en el otro. O sea, si uno no se reconoce como vulnerable, no puedes ver que el otro es vulnerable y no lo puedes ayudar. No sé si a eso te refieres…
Sí. Al final, no somos dioses. Podemos hacer muchas cosas buenas y bien hechas, pero en último término, la vida y la salud de nuestros enfermos y la nuestra propia, no depende de nosotros. Por muy bien que lo hagamos, aunque consigamos curar a algunos y mejorar a muchos, la felicidad de los otros no es algo que esté en nuestras manos, ni mi propia felicidad. En última instancia, hay un deseo último que nosotros no podemos colmar. Y en ese punto, somos iguales los médicos que los pacientes.
Cuando uno está en un momento de enfermedad, en un momento de drama, en el momento de la muerte, cuando a uno se le han cambiado todos los esquemas de la vida por la enfermedad, ese drama es como más evidente. Pero ese drama lo tenemos todos, también nosotros como profesionales. Entonces, uno como médico y como persona, no puede obviar estas cosas.
Por eso yo digo que el trabajo que tenemos que hacer, no es un trabajo de sensibilizar a nadie, sino que es un trabajo sobre el propio yo. No es tanto dirigido a hacer que los pacientes entiendan no sé qué cosa, sino que es, primero, frente a los profesionales decir: tú, ¿qué deseas cada mañana? ¿qué te respondes al drama de la enfermedad? ¿tú qué piensas sobre este modo de tratar a los pacientes? ¿tú cómo quieres trabajar? ¿tú llegas contenta a tu casa cada día? Yo creo que ese es el trabajo más importante que tenemos que hacer.

¿Quieres agregar algo más?
Una cosa que yo veo que es muy importante como asociación y como profesionales, es también el papel que tenemos con respecto a los estudiantes y a la gente que se forma con nosotros. Tenemos una responsabilidad, porque la gente que está en período de formación, es la que está con los ojos más abiertos, que aprende de todo y nos mira, mira cómo trabajamos, escucha lo que decimos y observa cómo hablamos de los pacientes. En este sentido, creo que la manera en la que nosotros estamos en el trabajo, es una provocación tremenda para los chicos.
Y que esto de lo que estoy hablando, la importancia del propio yo en el trabajo, efectivamente tiene una repercusión social. No es un problema sólo mío, sino que es un problema de lo que yo propongo con mi vida, dentro del sitio donde estoy. Para mí, para mis compañeros, para mis pacientes y para los que aprenden conmigo.