Juan

La Razón
Cristina L. Schlichting

Que un chico que va para abogado deje la carrera en cuarto y se meta en el seminario, ya es curioso. Si además invita a doce pobres a la fiesta de su ordenación, llama la atención. Y si por último vende las minas de plata que ha heredado de su familia en Sierra Morena y reparte el beneficio entre los mendigos, la cosa recuerda a Francisco de Asís y Francisco de Borja. Ambos eran ricos y los dos lo dejaron todo. La diferencia es que el chico del que les hablo es un perfecto desconocido y los otros dos, santos famosos. Hoy hacen en Roma doctor de la Iglesia universal a la trigésimo cuarta persona en el mundo digna de semejante honor. Y es un español.