Una espina en el costado del mundo posmoderno

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José Luis Restán

De poco sirve lamentarse, porque los ataques que sufre la Iglesia a lo largo de los tiempos, las debilidades y pecados de sus miembros, la ventisca y el oleaje, estaban ya previstos en el acta fundacional. El Señor los permite, más aún, los contempla como factores decisivos en su reclamo constante a la Iglesia para que sea fiel a su naturaleza y misión. Y esto no significa retirarse a una seráfica atalaya mientras se produce el destrozo. Claro que hay que investigar, proteger, denunciar y castigar. Mejorar y engrasar la maquinaria, favorecer la transparencia, adelgazar el mastodonte... todo esto hay que hacerlo y se va haciendo, con mayor o menor fortuna. Pero el meollo de la cuestión es otro.