Carrón, en el reino del relativismo, provoca vértigo

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Fernando de Haro

25 años de diferencia. Pero el mismo mes: octubre. Fue a finales de octubre de 1985 cuando don Giussani presentó Comunión y Liberación públicamente después de que se le adhiriesen la mayoría de los jóvenes de Nueva Tierra. Ha sido a principios de octubre cuando su sucesor al frente del movimiento, Julián Carrón, ha viajado a Madrid para conmemorar la fecha. Este sábado, en un Palacio de Exposiciones y Congresos repleto, ha habido poco tiempo para complacencias celebrativas. Después de un video recordando lo ocurrido, a Carrón le urgía entrar de lleno en la provocación de las circunstancias. Es el sello de la casa: nunca historia y vocación separadas.
La España de mediados de los 80 hervía confusa en una sopa ideológica en la que todavía no se había disuelto del todo una tradición que iba perdiendo para muchos significado existencial. En la España de 2010 no han muerto las ideologías. Más bien es el reino de la ideología única: el relativismo. Carrón no distingue entre fuera y dentro, entre cristianos y no cristianos. La enfermedad afecta a los que niegan la verdad y a los que quieren afirmarla. Son precisamente los dos polos de la España que desde hace 8 años se ha convertido para todo Occidente en el símbolo de qué significa entronizar las interpretaciones y desterrar los hechos. Carrón recurre al reciente viaje de Benedicto XVI a Reino Unido, quizá uno de los lugares más secularizados del mundo. No por casualidad el Papa había asegurado que en sus intervenciones "había tenido presente todo Occidente".
¿Pero en qué consiste ese relativismo? El responsable de CL se aleja de los habituales enfoques piadosos y éticos. También de ese objetivismo acrítico que no tiene en cuenta el anhelo y el aprecio del hombre moderno por su subjetividad. "El relativismo es la disminución de la capacidad que tiene el hombre de conocer la verdad (...), de encontrar en ella la respuesta exhaustiva a sus exigencias", afirma. El relativismo es consecuencia de que el hombre no encuentre respuesta a la aspiración del corazón. Si no hay respuesta, "nada aferra por entero su yo". Buena clave para entender la inflación de derechos que hemos sufrido en el último período.
Carrón se sitúa en el plano del conocimiento. Pero no le basta con afirmar la existencia de la verdad. En ése, que es el punto de llegada para muchos, el sucesor de don Giussani empieza el camino. Le interesa describir qué tipo de razón, qué tipo de experiencia, permite conocer no la árida doctrina sino esa verdad "que da más vida y más amor". El cristianismo no está a salvo de la ideologización, de hecho -señala- existe una ideología típicamente cristiana, la que repite discursos aprendidos sin dejarse tocar por la realidad. "Esta ideología está más difundida de cuanto pensamos. Y, sin embargo, el cristianismo es un acontecimiento".
Carrón provoca el vértigo. La respuesta a la imponencia de un poder que se levanta contra la persona depende de algo que puede suceder o no suceder. No hay otra seguridad posible, sugiere. La gran regeneración que necesita la razón para no quedarse en la apariencia, para devolver al hombre esa intuición poética y familiar de que el Misterio está detrás de cada cosa sólo es posible gracias a algo que no se puede fabricar ni con el consenso ni con una moralidad intachable. Tampoco con la repetición del dogma. Y es entonces cuando el sucesor de don Giussani parece caminar por un alambre sobre el vacío. No valen los análisis ni el recuerdo del pasado. Es necesario, para que el relativismo sea derrotado, poder pensar en Jesús de Nazaret con la misma razón, con la misma intensidad, con el mismo afecto como pensaban en Él Juan y Andrés. Es necesario estar dominado por la misma relación que tuvieron aquellos dos primeros discípulos que hace 2.000 años le oyeron hablar en la orilla del Jordán. Es necesario... y, lo más sorprendente, afirma, es posible. "La victoria sobre el relativismo tendrá siempre como criterio el apego único a Cristo presente que Juan y Andrés nos refieren, que no podrá ser reducido a nuestro análisis y menos a un comentario o a una pura emoción", concluye.
Escuchando a Carrón, y los testimonios de sus amigos de CL con los que acompaña su intervención, se entiende fácilmente que, en efecto, es posible. Se entiende por qué quien le oye se da cuenta de que se ha sumergido en una misteriosa y humanísima ocasión en la que lo del Jordán vuelve a ocurrir.