Del uso perverso de la palabra “nación”

El Mundo
Pedro G. Cuartango

Las palabras acaban configurando las cosas, como escribía Michel Foucalt. La mirada es más importante que el objeto, que sería puro vacío sin el reconocimiento del sujeto. Una vez más, asistimos al obsceno espectáculo de cómo los dirigentes nacionalistas identifican Cataluña con su ideología, de suerte que es imposible ser catalán si no se comulga con el estereotipo que ellos han definido previamente.
Según los discursos de Montilla, Pujol, Mas y Puigcercós, los catalanes tienen que salir a la calle para manifestarse contra una sentencia del Tribunal Constitucional que dice que el concepto de Cataluña como “nación” carece de “eficacia jurídica”.
Pujol habla de “humillación” a los catalanes, Mas se queja porque cree que el fallo afecta al núcleo duro del Estatuto, Puigcercós lo califica de “estocada mortal” y Montilla aprovecha su puesto institucional para llamar a los ciudadanos a la rebelión.
Todos ellos asumen implícitamente en sus manifestaciones que ser catalán equivale a creer que Cataluña es una nación con autogobierno, con símbolos y un idioma propio y con unas instituciones diferentes a las del Estado, con el que propugnan una relación bilateral por no decir confederal.
Están en su perfecto derecho, pero hay millones de catalanes que hablan español, que no piensan como ellos, que están hartos de la corrupción en el PSC y en CiU y que, en definitiva, no suscriben el discurso victimista de los nacionalistas.
Los líderes de los partidos que gobiernan Cataluña se quejan de la opresión del Estado español, pero ellos niegan a la mitad de la población castellanoparlante el derecho a educar a sus hijos en su idioma natal e imponen el catalán como lengua única en la enseñanza, las Administraciones y la vida pública.
Hace unos días, hablé con una mujer sueca que nació en Finlandia y me contó que ella no ha tenido problemas para estudiar sueco en ese país, donde se respetan los derechos de una minoría que no llega al 10% de la población.
Reza un viejo proverbio de mi tierra: “a Dios rogando y con el mazo dando”. Ésta es la política que practican los partidos nacionalistas catalanes, entre los cuales incluyo al PSC, secuestrado en la Transición por una pequeña facción que se aprovechó del peso de las siglas socialistas.
Como la historia de Europa nos enseña, el término “nación” ha servido para legitimar regímenes totalitarios y guerras que han provocado una terrible destrucción. Hitler enviaba a los judíos a las cámaras de gas en nombre del Volkgeist o espíritu del pueblo alemán.
Montilla y compañía han abrazado con entusiasmo el término “nación” que les legitima para cometer cualquier abuso. La construcción nacional lo justifica todo, incluso la corrupción que impregna el oasis catalán. Pero su discurso es una gran mentira sustentada en los intereses de una clase política intercambiable, de un establishment cerrado que utiliza el nacionalismo para autoperpetuarse en el poder.
(Publicado en El Mundo el 30 de junio de 2010)