El Papa, conmovido, reza delante de la Síndone

Il Giornale
Andrea Tornielli

Benedicto XVI ante el sagrado lienzo, que define como “icono del Sábado Santo”, recuerda las tragedias del siglo pasado: los lager, los gulag, Hiroshima y Nagasaki. La misa en la plaza de San Carlo, después la visita a los jóvenes y a los enfermos del Cottolengo

“Parece como si mirando a este sagrado lienzo se percibiera algo de la luz de la resurrección…”. Son las 17.40h cuando Benedicto XVI, en el momento culminante de su visita a Turín, se arrodilla frente a la Síndone. Con la mirada fija en el lienzo de lino, que lleva impresa la misteriosa imagen de un hombre muerto en la cruz, el Papa reza como un peregrino más, en silencio, moviendo los labios imperceptiblemente. Ya visitó la catedral de Turín en 1998, como cardenal. Pero esta vez es diferente, él mismo lo dice, al contar que vive esta visita “con especial intensidad: tal vez porque el paso de los años me hace todavía más sensible al mensaje de este extraordinario icono; tal vez, y yo diría que sobre todo, porque estoy aquí como sucesor de Pedro y llevo en mi corazón a toda la Iglesia, más bien a toda la humanidad”.
La meditación de Ratzinger delante de la Síndone, que define como “tela sepulcral, que envolvió el cuerpo de un hombre crucificado que en todo se corresponde con lo que los Evangelios nos dicen de Jesús”, se centró en el misterio del Sábado Santo, aquel día y medio que pasó en el sepulcro, el día “del ocultamiento de Dios”, del “gran silencio” y de la “soledad”. Frente a la tela sagrada, Benedicto XVI recuerda las tragedias del siglo pasado, que han hecho a la humanidad “particularmente sensible al misterio del Sábado Santo”, porque la “ocultación de Dios forma parte de la espiritualidad del hombre contemporáneo, de manera existencial, casi inconsciente, como un vacío en el corazón que cada vez se hace más grande”. Ratzinger cita a Nietzsche, que escribía: “¡Dios ha muerto! ¡Nosotros le hemos matado!”. Una expresión, explica, que “bien vista, está tomada casi al pie de la letra de la tradición cristiana”.
“Después de las dos guerras mundiales, los lager y los gulag, Hiroshima y Nagasaki –sigue diciendo el Papa- nuestra época se ha convertido cada vez en mayor medida en un Sábado Santo: la oscuridad de este día interpela a todos aquellos que se interrogan sobre la vida, de forma particular nos interpela a nosotros, creyentes”. Pero la muerte de Jesús “tiene un aspecto opuesto, totalmente positivo, fuente de consolación y de esperanza. Y esto me hace pensar en el hecho –añade Ratzinger- de que la sagrada Síndone sirve como documento ‘fotográfico’, dotado de un ‘positivo’ y un ‘negativo’. En efecto, es así: el misterio más oscuro de la fe es al mismo tiempo el signo más luminoso de una esperanza que no tiene límites”, de un amor que ha penetrado “hasta en el espacio de la muerte”.
Para el Papa, por tanto, la Síndone, leída con los ojos de la fe, nos hace percibir “algo” de la luz de la resurrección: “Creo que si miles y miles de personas vienen a venerarla es porque en ella no ven sólo la oscuridad, sino también la luz; no tanto la derrota de la vida y del amor, sino sobre todo la victoria, la victoria de la vida sobre la muerte, del amor sobre el odio”. Aquí reside el “poder” de la Síndone, icono “escrito con sangre”, concluye el Pontífice, dedicando una atención especial a la herida en el costado, esa mancha “hecha de sangre y de agua salidas copiosamente de una gran herida de lanza romana. Esa sangre y esa agua hablan de vida. Es como una fuente que murmura en el silencio, y nosotros podemos sentirla, podemos escucharla”.
Benedicto XVI, que esa mañana había celebrado la misa en la plaza de San Carlo y por la tarde se reunió con los jóvenes, concluyó su visita con los enfermos del Cottolengo, haciendo real el lema de la ostensión de la Síndone 2010, “Passio Christi, Passio hominis”, la pasión de Cristo y la del hombre. “Todos los pobres –ha dicho citando al Cottolengo- son nuestros jefes, pero éstos que a los ojos de lo material son tan repulsivos son nuestros jefes aún con más fuerza, son nuestro verdadero tesoro”.