Madre Elvira, de nombre Rita Agnese Petrozzi (Foto: Comunidad del Cenáculo)

Madre Elvira. “La vida no muere”

El 3 de agosto murió Elvira, fundadora de la Comunidad del Cenáculo. Las palabras de Davide Prosperi: «Profundamente agradecidos a Dios por el don de su testimonio»
Davide Prosperi

«Cuando digan: “¡Elvira ha muerto!”, debéis cantar, bailar, festejar… ¡porque yo estoy viva! Ay de quien diga: “pobrecilla”… ¡No, nada de “pobrecilla”! Me voy muy tranquila y feliz, y canto, ¡ya estoy cantando! Ante mí se abrirá algo grandioso… ¡la vida no muere!».

Con el corazón invadido por estas conmovedoras palabras, quiero expresar en nombre de todo el movimiento de Comunión y Liberación una profunda gratitud a Dios por el don del testimonio recibido por la madre Elvira, fundadora de la Comunidad del Cenáculo, que subió al cielo el pasado 3 de agosto.

Damos gracias a la madre Elvira por todo lo que ha generado con su fe sencilla y concreta: una comunidad, una verdadera familia fundada en la fe, un lugar donde experimentar la compañía de Cristo para el hombre herido, un encuentro inesperado con un amor totalmente gratuito.
Con la sencillez de la vida que proponía a los jóvenes con dificultades a los que acogía la Comunidad del Cenáculo (basada en el trabajo, la oración y la fraternidad), que invitaba a todos a presentarse ante los demás, y por tanto ante Dios, sin máscaras, sin tener que fingir, sin imágenes que defender: cada uno se pone ante Dios y Dios realiza milagros, toca los corazones de los jóvenes y les dona una vida nueva. Con esa determinación propia de los santos, la madre Elvira lo apostaba todo por la fuerza sanadora de Cristo, por la libertad de la persona y por la acción de la Providencia, generadora de obras que superan en luminosidad y belleza los proyectos humanos. Una Providencia nunca abstracta, sino siempre con el rostro concreto del hermano con el que vives, de la Comunidad que se te confía, llegando hasta el alimento y los bienes materiales que sostienen la vida cotidiana de tantas casas repartidas por el mundo, llegando hasta “quién sabe dónde”.

Decía la madre Elvira: «Ser custodiados y custodiar no son más que las dos realidades fundamentales que mantienen nuestra vida en pie: la necesidad de ser amados y la de amar […]. De custodiado a custodio, de amado a alguien que decide amar […]. Ese es el camino cristiano que vivimos juntos para renacer cada día a una vida nueva. Los jóvenes descubren así que la verdadera curación no solo consiste en dejar de drogarse o de hacer el mal, sino en aprender a amar, a servir, a vivir fielmente en el bien».

Participamos por tanto con alegría en la “fiesta” por la madre Elvira, junto al padre Stefano y todos los amigos de la Comunidad del Cenáculo: ese abrazo que supo dar durante su vida a tantos jóvenes, familias, hombres y mujeres necesitados, ahora lo recibe por fin de su amadísimo Señor Jesús.