«Seguro de interpretar los sentimientos de los fieles de todo el mundo, dirijo un pensamiento agradecido a la memoria de san Juan Pablo II, en estos días objeto de insinuaciones ofensivas e infundadas». Son palabras del papa Francisco al final del Regina Coeli el domingo 16 de abril. Durante los Ejercicios espirituales de la Fraternidad de CL, celebrados estos días en Rímini, Davide Prosperi ha expresado esa misma gratitud, en nombre de todo el movimiento, por el Papa Wojtyla y su desconcierto por las acusaciones infundadas vertidas sobre su persona.

En referencia a las recientes declaraciones realizadas por Pietro Orlandi, hermano de Emanuela, desaparecida hace 40 años, como reiteraba la presidencia de la Conferencia Episcopal Italiana, «no puede haber medias tintas a la hora de definir estos ataques contra san Juan Pablo II». Una «locura», escribe Andrea Tornielli en un editorial de L’Osservatore Romano: «Es justo que todos respondan por posibles delitos, si se han cometido, sin impunidad alguna ni privilegios. Pero nadie merece ser difamado de esta manera, sin un solo indicio siquiera, sobre la base de rumores de cualquier personaje desconocido entre la maleza o cualquier comentario anónimo emitido en directo».

La familia Orlandi vive «un drama sobrecogedor que merece toda consideración y la búsqueda de la verdad», afirma monseñor Massimo Camisasca, obispo emérito de Reggio Emilia-Guastalla, en Tempi. Sin embargo, señala Camisasca, nada justifica el lanzamiento de acusaciones sin fundamento contra personas que no pueden defenderse. «La inmoralidad de un comportamiento así sacude la convivencia civil y pide un cambio radical en los corazones, para que nuestras relaciones se fundamenten sobre la verdad y la justicia».