El papa Francisco durante el encuentro con los miembros del cuerpo diplomático en la Santa Sede (Catholic Press Photo)

PAPA FRANCISCO. «Para restaurar los hilos de la paz»

El discurso a los miembros del cuerpo diplomático acreditado ante la Santa Sede «que este año desea ser una invocación por la paz en un mundo que ve cómo crecen las divisiones y las guerras» (9 de enero de 2023)
Papa Francisco

Eminencia, Excelencias, señoras y señores:

Les agradezco su presencia en nuestra tradicional cita, que este año desea ser una invocación por la paz en un mundo que ve cómo crecen las divisiones y las guerras.
Agradezco particularmente al Decano del Cuerpo Diplomático, Su Excelencia el señor Georges Poulides, los buenos deseos que me ha dirigido en nombre de todos ustedes. Mi saludo se extiende a cada uno, a sus familias, a los colaboradores y a los pueblos y los gobiernos de los países que representan. También deseo expresarles —a todos ustedes y a sus autoridades— mi gratitud por los mensajes de condolencia que han enviado con ocasión de la muerte del Papa emérito Benedicto XVI y por la cercanía manifestada durante las exequias.
Acabamos de concluir el tiempo de Navidad, en el que los cristianos hacen memoria del misterio del nacimiento del Hijo de Dios. El profeta Isaías lo había preanunciado con estas palabras: «Porque un niño nos ha nacido, un hijo nos ha sido dado. La soberanía reposa sobre sus hombros y se le da por nombre: “Consejero maravilloso, Dios fuerte, Padre para siempre, Príncipe de la paz”» (Is 9,5).
Vuestra presencia afirma el valor de la paz y de la fraternidad humana, que el diálogo contribuye a construir. Por lo demás, la tarea de la diplomacia es precisamente la de allanar las divergencias para favorecer un clima de colaboración y confianza recíprocas para la satisfacción de las necesidades comunes. Se puede decir que esta es un ejercicio de humildad porque requiere sacrificar un poco de amor propio para entrar en relación con el otro, para comprender sus razones y puntos de vista, contraponiéndose así al orgullo y a la soberbia humana, causa de toda voluntad beligerante...

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