Paolo Pezzi (Foto: Catholic Press Photo)

«La única vía de salida es la paz»

Tras la movilización parcial del ejército decretada por Moscú, la Conferencia episcopal rusa reitera la postura del magisterio de la Iglesia sobre la guerra y recuerda que hay que respetar el derecho a la objeción de conciencia
Paolo Pezzi*

Hermanos y hermanas amados en el Señor, miembros del clero, monjes y laicos:
El enfrentamiento en Ucrania ha degenerado en un conflicto armado a gran escala que ya se ha cobrado miles de vidas, amenazando la confianza y la unidad entre pueblos y naciones, y amenaza también la existencia en el mundo entero. Igual que hace seis meses, queremos repetir el magisterio de la Iglesia, según el Santo Evangelio y la antigua Tradición: la guerra nunca ha sido y nunca será un medio de resolución de problemas entre las naciones. «Nada se pierde con la paz, todo puede perderse con la guerra» (Pío XII, 1939).

Hoy nuestros corazones están llenos de dolor e impotencia por la incapacidad de hacer algo, aunque solo sea encontrar palabras adecuadas, que puedan cambiar la situación de manera decisiva y evitar más víctimas. Juntos, hermanos y hermanas, escuchemos con atención las palabras del Santo Padre, pronunciadas con motivo de su visita a Kazajistán. «No nos acostumbremos a la guerra, no nos resignemos a lo inevitable. Socorramos a los que sufren e insistamos para que se intente realmente alcanzar la paz. La única salida es la paz y el único camino para llegar a ella es el diálogo».

Conscientes de nuestra impotencia, pidamos vivir según el espíritu de la consagración de Ucrania y Rusia al Corazón Inmaculado de María por parte del papa Francisco, con una confianza plena en que Dios cuida de sus hijos con infinita misericordia. La única manera de vivir así es ser humildes constructores de paz y defensores de la justicia, en la medida en que nuestros talentos y las circunstancias de nuestra vida nos lo permitan.

La movilización parcial proclamada en Rusia ha puesto a muchos de nuestros fieles ante una decisión moral muy seria. Sabemos que en ciertas circunstancias las autoridades estatales no solo tienen derecho sino que también deben recurrir al uso de las armas y exigir a los ciudadanos que cumplan con las obligaciones necesarias en defensa de la patria; y que aquellos que aquellos que cumplen rectamente con su servicio militar por la patria sirven al bien común. Todo esto es cierto si las acciones militares persiguen la finalidad de una conclusión más rápida del conflicto para evitar la multiplicación de víctimas (Cf. Catecismo de la Iglesia católica 2307-2317).
En definitiva, la cuestión de si es admisible participar en acciones de guerra afecta a la conciencia personal, que es el santuario más secreto y sagrado del hombre, donde solo están él y Dios, y cuyo justo juicio siempre debe obedecerse (ibid., 1795, 1800).

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Por otro lado, la Iglesia recuerda a las autoridades del Estado que «deben encontrar una solución justa en el caso de que una persona se niegue a empuñar las armas por convicción, aun estando obligada a servir a la comunidad de otro modo» (ibid., 2311). Este derecho está sancionado en el artículo 59, párrafo 3, de la Constitución de la Federación Rusa y pedimos su observancia coherente.
Por lo que se refiere a los representantes del clero y a los monjes de la Iglesia católica, hay que subrayar que para ellos es categóricamente imposible participar en las hostilidades, tanto según las antiguas reglas de la Iglesia como según las convenciones internacionales vigentes.

Renovamos nuestra invitación a todos los fieles a intensificar sus oraciones y ayuno por una paz justa y segura. Se invita a los sacerdotes a celebrar la santa misa por el mantenimiento de la paz y la justicia, siguiendo la oración eucarística por la reconciliación, recitando la oración del Oficio litúrgico «por la paz y la patria» e incluyendo en la oración de los fieles las peticiones por el cese de las acciones militares y la salvaguarda de la vida humana.

*Arzobispo metropolita de la Madre de Dios en Moscú
En nombre de la Conferencia episcopal de los obispos católicos en Rusia