Monseñor Christophe Pierre (Foto: Mariagustina Fabara Martinez)

«Indicó que Cristo era el punto central de la vida»

Las palabras de monseñor Christophe Pierre, nuncio apostólico en Estados Unidos, en la homilía por el centenario del nacimiento de don Giussani. New York Encounter, 20 de febrero de 2022
Christophe Pierre

Queridos amigos,
como nuncio apostólico, representante del Santo Padre en Estados Unidos, quiero saludaros en su nombre y haceros llegar la cercanía espiritual y el afecto paterno de Su Santidad a todos los aquí reunidos por el New York Encounter. Es un privilegio estar con vosotros y doy las gracias a Olivetta Danese por su amable invitación. Es precioso poder encontrarnos personalmente para recordar a don Luigi Giussani, no solo de cara al 17º aniversario de su muerte, sino también porque este año celebramos el centenario de su nacimiento.

En el Evangelio de hoy leemos un pasaje de san Lucas que corresponde al Sermón de la Montaña de san Mateo. Este fragmento nos muestra algunas de las enseñanzas más difíciles de Cristo, o más bien las “expectativas” de Cristo ante sus discípulos: amad a vuestros enemigos, haced el bien a los que os odian, ofreced la otra mejilla, daos sin esperar nada a cambio, no juzguéis, no condenéis.
Aunque la regla de oro –haz a los demás lo que te gustaría que te hicieran a ti– parece razonable, las demás son bastante comprometidas, pero posibles en la vida de quien ha conocido a Jesús y tiene fe en Cristo.
¿Qué es la fe? Como decía Giussani a los universitarios en los Ejercicios espirituales de universitarios de Comunión y Liberación en 1976, como habéis oído en la última Jornada de apertura de curso, «la autoconciencia es la fe… La fe es reconocer Su presencia… Esto es la fe. Y en esto reside la autoconciencia, la conciencia que tengo de mí. Cuanto más resucite en mis horas, en mi jornada, la conciencia de esta Presencia en todo lo que hago… cuanto más recobre conciencia de tu presencia, oh Cristo, ¡más potente será mi identidad, más honda será la ternura hacia mí mismo, tu misericordia hacia mí, y más potente será la creatividad en la relación con el otro!».

Cada uno de nosotros hemos sentido en el inicio la llamada a ser discípulo de Cristo. Hemos sido atraídos por su Presencia original. Sus palabras han encontrado eco en el deseo de nuestro corazón y, con la fuerza de su Espíritu, nos ha atraído en una compañía de creyentes. Sin embargo, para vivir esas palabras y expectativas suyas tan difíciles, para expresar nuestra fe en Él, debemos ser siempre conscientes de su Presencia. Tras la llamada original para seguirle, necesitamos madurar, y para madurar necesitamos reconocer un maestro.

Mientras que Cristo es, naturalmente, el Maestro por excelencia, muchos de vosotros le habéis conocido a través de don Giussani y de aquellos que aprendieron de él. Cuando don Giussani empezó a dar clase en el liceo Berchet, indicó a sus alumnos que Cristo era y es el punto central de la vida. No era solo «el centro de las oraciones en la iglesia, sino el centro de la vida. Y ¿qué se entiende por vida? Todo. Que Cristo es el centro de todo. La idea de que Cristo, por ejemplo, es la raíz de una visión nueva de uno mismo y del mundo, es decir, de una cultura nueva […] Decir que Cristo es el centro de la vida quiere decir que Cristo es el liberador de la vida. Quiere decir que le permite ser ella misma» (A. Savorana, Luigi Giussani. Su vida, Encuentro, Madrid 2015, pp. 195-196).
Esta nueva visión de uno mismo y del mundo es lo que ofrece Cristo. Sus expectativas son nuevas, aportan una novedad a nuestro mundo y ayudan a construir una cultura del encuentro, tema clave en el pensamiento de don Giussani. Ya he citado la frase de la encíclica Deus caritas est de Benedicto XVI, que el papa Francisco suele repetir: «No se comienza a ser cristiano por una decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento, con una Persona, que da un nuevo horizonte a la vida y, con ello, una orientación decisiva» (Benedicto XVI, Carta Encíclica Deus caritas est, 1).

Me parece que esto es propio de la misión y el carisma de Comunión y Liberación en Estados Unidos: construir una cultura del encuentro con Cristo y su Iglesia. Cristo es todo, pero no es simplemente una idea. Se muestra mediante la experiencia de un encuentro con la Iglesia que está presente en mi vida, y no solo en mi vida, sino en la compañía de los creyentes. Por eso don Giussani podía decir que «no se podía seguir a Cristo, comprender a Cristo y ser fieles a Cristo más que juntos. No estaba clara todavía la idea de que somos una sola cosa porque somos, desde dentro, una sola cosa, no somos extraños desde dentro por el bautismo. […] La Iglesia es el estar juntos de las personas, es la unidad entre la gente».
Cristo, después de todo, preguntó a dos compañeros –Juan y Andrés– ¿qué buscáis? Les invitó a ir y ver juntos. Andrés, a su vez, invitó a su hermano, Simón Pedro, a seguir al Mesías, y así nació esta compañía que aún continúa hoy. Jesús abrió sus ojos a una realidad nueva – una manera nueva de mirar el mundo, una manera transformadora. Lamentablemente, el hombre moderno se encuentra atrapado en sí mismo, incapaz de huir de sí mismo o de las ideologías que lo rodean. Nuestro mundo sufre de fragmentación y polarización, y eso hace cada vez más difícil transmitir la fe y transformar la cultura con los valores del Evangelio de hoy.



Si reflexionamos sobre la primera lectura, podremos preguntarnos si, poniéndonos en el lugar de David, buscaríamos venganza contra Saúl, que nos ha hecho daño, o habríamos mostrado misericordia. El papa Francisco nos recuerda que la misericordia no puede ser un paréntesis en la vida de la Iglesia. Nos invita a participar en la revolución de la ternura, pero eso implica un cambio de mentalidad y de corazón. Este tipo de conversión, naturalmente, comienza por nosotros mismos, pero también se debe transmitir a los demás. La Iglesia está llamada a ser una Iglesia de la misericordia. No es un club. Es una compañía de creyentes, una Iglesia de testigos del encuentro con Cristo que transforma.

Los que hemos conocido a Cristo y la ternura de Su misericordia estamos llamados a transmitir al mundo esta nueva visión, y eso quiere decir educar al mundo. La educación es una de las grandes aportaciones de don Giussani. Significa sacar fuera, sacar fuera una pregunta. Giussani quería entrenar la mente para pensar críticamente, sin limitarse a decir lo que había que hacer o cuáles eran las respuestas adecuadas, sino entrenar la mente para hacer las preguntas adecuadas. No se puede responder a una pregunta que nunca se ha planteado. Si nunca se plantea la pregunta adecuada, lo habitual es que la respuesta a las preguntas y problemas de la vida se transforme en una ideología, en un patrimonio de ideas sin raíces. Es la antítesis de la fe cristiana.

¿Cuál es entonces la aportación educativa que Giussani ofrece a la Iglesia? Lo resume bien su biografía. «Una educación es verdadera si consigue educar seres capaces de afirmarse en el mundo, capaces de afrontar los compromisos y las dificultades con los que se encuentran en la sociedad». Por ello, la educación «debe tender a crear seres capaces de afirmarse como cristianos en su propio ambiente, capaces de comprometerse y de influir en él». No basta con dar buen ejemplo, continúa, porque «el cristiano aislado, o termina por retirarse en orden porque siente su poquedad frente al mal que lo inunda todo y a la ligereza general (...), o bien a la larga absorbe el veneno del ambiente, casi sin darse cuenta» (A. Savorana, Luigi Giussani. Su vida, p. 230).

Julián Carrón, poco antes de su dimisión, y Davide Prosperi han invitado a los miembros del movimiento a asumir la responsabilidad del carisma de Comunión y Liberación. Muchos de vosotros habéis conocido el movimiento en Italia y habéis conocido a don Giussani, pero ahora os encontráis viviendo con vuestras familias en este ambiente, en esta cultura mudada y mudable. Otros han conocido el movimiento aquí. ¿Cuál es la novedad que ha aportado a vuestra vida? ¿Qué ofrece aquí y ahora la propuesta educativa de Giussani?
El método de don Giussani, a mi modo de ver, nos ayuda a ir a la raíz de los problemas e interrogantes que la Iglesia tiene que afrontar en Estados Unidos: la cuestión de la fe. Es un método que nos ayuda a ver y abrazar la realidad, y que corresponde a nuestro deseo, a nuestro ímpetu hacia la Verdad, que en definitiva es un encuentro con la persona de Cristo. Es un carisma, un don, que se debe poner al servicio de la Iglesia.