El cardenal Gualtiero Bassetti

«Giussani, hombre de profunda humildad y de gran obediencia al Papa y a la Iglesia»

La homilía del cardenal Gualtiero Bassetti, arzobispo de Perugia y presidente de la Conferencia episcopal italiana, en la misa por el centenario del nacimiento del fundador de CL. Catedral de Perugia, lunes 21 de febrero de 2022
Gualtiero Bassetti

Queridos hermanos y hermanas, presido conmovido esta celebración eucarística en el centenario del nacimiento de don Luigi Giussani y en el 40º de la fundación de la Fraternidad de Comunión y Liberación. Saludo con afecto al obispo auxiliar, monseñor Marco Salvi y a mi querido Julián Carrón, que durante muchos años ha guiado a la Fraternidad y al que me une una profunda amistad, y a todos los sacerdotes presentes. Y os saludo con afecto a vosotros, hermanos y hermanas, e hijos muy queridos. Me alegra poder estar con vosotros y veros a tantos aquí reunidos, custodias vivas de la memoria del fundador de Comunión y Liberación.

Esta noche rezamos juntos para que, recordando a don Giussani, vuestra Fraternidad reciba del Señor fuerza y esperanza para seguir un camino de santidad que nace del corazón paterno de don Luigi, al que siguieron muchísimos jóvenes comprometiendo su vida entera. La celebración de hoy se adelanta un día porque mañana por la noche tengo que estar en Florencia para presidir un encuentro histórico de obispos y alcaldes del Mediterráneo. Una herencia del “santo” alcalde Giorgio La Pira que he querido recuperar y esperemos que dé frutos de convivencia y colaboración en nuestro mundo, especialmente en la Europa del este, donde la paz parece estar seriamente comprometida.

El día del aniversario de la muerte de don Luigi cae en una festividad muy significativa para toda la Iglesia, la fiesta de la “Cátedra de san Pedro”. No es una celebración que surgiera en el medievo para celebrar el papado, como algunos pueden pensar, sino que llega hasta nosotros desde los primeros siglos de la era cristiana, cuando las comunidades de creyentes ya estaban acostumbradas a recordar el papel y el magisterio del primero de los apóstoles, Simón Pedro.

No era tanto la fiesta del primer Papa sino la celebración de la enseñanza de un apóstol que recibió las palabras de la revelación divina directamente del Señor. Jesús mismo le aseguró que la Iglesia que se le había confiado nunca sería vencida por las fuerzas del mal. «Lo que cuenta y conmueve en la glorificación de esta Cátedra –afirma un célebre historiador– es que, entre la sucesión de diversos sistemas, teorías e hipótesis que se contradicen y van cayendo una tras otra, esta es la única que permanece invicta y llena de certeza desde hace dos mil años a la gran familia católica, que también en esta tierra ha dado a conocer a los hombres ciertas verdades supremas inmutables: las auténticas y las únicas capaces de saciar el angustioso espíritu del ser humano» (cfr. Galassi Paluzzi, S. Pietro in Vat., II, 65).

Lo que el Señor confía a Pedro, con palabras sencillas, es un poder sobrehumano: «todo lo que atéis en la tierra quedará atado en los cielos, y todo lo que desatéis en la tierra quedará desatado en los cielos». Es una potestad que va más allá de los límites del tiempo. Se ejerce en esta tierra, pero su valor llega hasta el cielo. De esta responsabilidad que otorga a Pedro y a sus sucesores, el apóstol parece ser bien consciente cuando, en la carta a los Romanos, invita a los primeros pastores de la Iglesia a gobernar «como Dios quiere; no por sórdida ganancia, sino con entrega generosa; no como déspotas sino convirtiéndoos en modelos del rebaño». Se trata por tanto de un servicio prestado a toda la comunidad con amor y sacrificio, no de un poder que se ejerce arbitrariamente.

Resulta significativo que la muerte de don Giussani tuviera lugar justo el día de esta fiesta, en la fecha que recuerda la Cátedra del obispo de Roma.
Sé por propia experiencia que don Luigi era un hombre de profunda humildad y gran obediencia al Papa y a la Iglesia. E invitó a todos sus hijos a esa fidelidad, porque solo unidos a Pedro se vive en plenitud la experiencia de la Iglesia y se experimenta la gracia del Señor. San Juan Pablo II recordaba a menudo que «el ministerio, confiado a Pedro y a sus sucesores, de ser roca sólida sobre la cual se apoya la comunidad eclesial, es garantía de la unidad de la Iglesia, custodia de la integridad del depósito de la fe y fundamento de la comunión de todos los miembros del pueblo de Dios». Don Luigi siempre se adhirió a este magisterio, y sobre él modeló sus enseñanzas y su vida entera.

Queridos, en este centenario del nacimiento de don Giussani, y 17 años después de su muerte, queremos agradecer juntos al Señor todo lo que ha hecho por él y todo lo que sigue haciendo con el movimiento de Comunión y Liberación.

Muchas de las intuiciones iniciales de don Giussani siguen siendo válidas hoy. Pensemos en la emergencia en relación con los jóvenes, que dio vida primero a GS (Gioventù Studentesca) y luego a CL. Don Giussani se dio cuenta, mucho antes que otros, de que la aparente buena salud del catolicismo italiano estaba dando paso a una profunda crisis que afectaba sobre todo a los jóvenes. Estos, aun siendo educados en el cristianismo, se alejaban de la Iglesia. Por esta razón Giussani pidió permiso a sus superiores para dar clase de religión, desde 1954, en un liceo estatal de Milán, donde continuó su docencia hasta 1967.

Entre los muchos testimonios que podría citar al respecto, quiero recordar el de Benedicto XVI, que se detiene en este aspecto.
Decía el Papa emérito en una audiencia al movimiento de CL el 24 de marzo de 2007, dos años después de la muerte de don Giussani: «Mi primer pensamiento va dirigido a vuestro fundador, monseñor Luigi Giussani, a quien me unen tantos recuerdos y que se convirtió para mí en un verdadero amigo. El Espíritu Santo suscitó en la Iglesia, a través de él, un Movimiento, el vuestro, que testimoniara la belleza de ser cristianos en una época en la que iba difundiéndose la idea de que vivir el cristianismo es algo fatigoso y opresivo. Don Giussani entonces se dedicó por entero a despertar en los jóvenes el amor a Cristo, “Camino, Verdad y Vida”, repitiendo que solo Él es el camino hacia la realización de los deseos más profundos del corazón del hombre, y que Cristo no nos salva a pesar de nuestra humanidad, sino a través de ella».

Hermanos y hermanas, mantened vivo el carisma que el Espíritu os ha donado y que os siga dando la fuerza que tuvieron don Giussani y los primeros que le acompañaron en esta preciosa experiencia para anunciar el Evangelio a los jóvenes. Implicaos en las escuelas, en las universidades, en el mundo de la cultura y del trabajo. Como escribe el papa Francisco en la Evangelii gaudium, será por amistad y por atracción –es decir, por la fascinación de su belleza y su verdad– como el Evangelio podrá ser acogido de manera eficaz por las nuevas generaciones.