La misa celebrada en la Concatedral de Taranto (Foto settimanesociali.it)

«Dejarse tocar por la realidad que nos rodea»

Concluye la 49ª Semana Social de los católicos italianos, dedicada a la ecología integral de la “Laudato si'”. Hablamos con promotor del evento, el arzobispo de Taranto, la ciudad “de los dos mares”, monseñor Filippo Santoro
Paolo Perego

Tenía mucho interés en que se celebrara en su ciudad, donde hace diez años fue llamado a guiar la archidiócesis “de los dos mares”. Acaba de terminar en Taranto la 49ª edición de la Semana Social de los católicos, presidida por S. E. monseñor Filippo Santoro. Este año han participado casi un millar de personas, entre ponentes, obispos y delegados de más de doscientas diócesis italianas, reunidos del 21 al 24 de octubre bajo el lema “El planeta que esperamos. Medio ambiente, trabajo, futuro. #todoestaconectado”. Hace unas semanas, el Papa designó a Santoro como delegado especial para la asociación Memores Domini. Una tarea importante, para la que «pido oraciones». Nos encontramos con él en un descanso entre sesiones para que nos cuente cómo han sido estos días dedicados a la ecología integral, eje de la Laudato si’. «El objetivo era compartir los problemas de la gente», explica, «y al mismo tiempo realizar una interlocución con la sociedad y con el parlamento».
Han sido muchas las mesas redondas y grupos de trabajo sobre medio ambiente, inclusión, justicia social, y multitud de encuentros con personalidades del mundo de la política y la empresa. Cuatro días –inaugurados por un mensaje del Papa y por la intervención del cardenal Gualtiero Bassetti, guía de los obispos italianos– que, como resumía el sociólogo Mauro Magatti, han demostrado que «en el cambio de época que estamos atravesando no podemos vivir sometidos a lo que piensan otros». En otras palabras, tenemos algo que decir, «tal vez no muchas respuestas, pero sí muchas preguntas y un camino que indicar».
En Taranto se ha visto un mundo con dificultades, agravadas por la pandemia, «pero también una esperanza real, no pospuesta a un futuro incierto y poco claro», continúa Santoro. «No algo que quién sabe cuándo llegará, sino algo que es útil y que ya existe».

¿A qué se refiere?
Es muy fácil dejarse llevar por los dramas, por los problemas inmediatos, tan evidentes y graves, por la cuestión social y sociológica. En una ciudad como Taranto hay una herida enorme debido a una producción descontrolada que ha tenido graves consecuencias en la salud de niños, jóvenes y adultos, causándoles la muerte en muchos casos. De hecho, estos días hemos empezado por ahí. Es innegable la incertidumbre que nace de la precariedad laboral que, aunque ahora haya mejorado por la intervención del Estado, aún no cuenta con garantías de futuro. Pero lo que me apremia es poner en evidencia qué es lo que nos sostiene en medio del drama, qué puede permitirnos vivir hoy. Se trata ante todo de un problema humano.

Monseñor Santoro da lectura al mensaje del Papa

¿Es la crisis antropológica de la que habla el Papa?
Es su visión, sí, de la que nace también una atención al problema ambiental y social. El corazón es el hombre. Por eso, para él todo está conectado: ambiente, justicia social, economía… Mi primera preocupación en Taranto siempre ha sido estar cerca de los problemas. Medirme con esta realidad no solo significa ofrecer palabras, sino compartir una relación, una amistad, una presencia. A partir de ahí podremos movernos buscando posibles vías de respuesta, implicando a las diversas instituciones y sujetos interesados, intentando ser un factor de unidad entre trabajadores, ecologistas, empresas y administraciones.

En la primera jornada de la Semana Social se habló también de aspectos técnicos e innovación tecnológica.
Se trata de llegar hasta ahí, hasta el trabajo relacionado con las soluciones técnicas. Volviendo al drama anterior, no podemos decir: «Cerradlo todo» y ya está. No es sostenible. Puesto que se puede, se debe trabajar para eliminar aquello que genera el problema. Se habla de proyectos de descarbonización en el ámbito de la producción del acero, por ejemplo. Esa posibilidad existe, también en relación a la intervención de Europa, pero no es la única. La perspectiva general, que es lo que me interesa destacar, es la de la Laudato si’, es decir, la de la mirada contemplativa de san Francisco. Eso es lo que marca la diferencia ante el drama. No hemos celebrado un “congreso ecologista indignado”, hemos puesto el acento en la esperanza. “El planeta que esperamos”, como dice el Cántico de las criaturas, donde la realidad es un don, expresión del Misterio que nos sale al encuentro, también en el sufrimiento. Y que nos lleva a buscar caminos nuevos alternativos, de crecimiento, desarrollo y progreso.

De Taranto al fin del mundo, como se ha visto estos días.
Se ha hablado hasta de la Amazonia. Por mi experiencia en Brasil, tengo muy claro que el problema es mundial. El “respiro de la Amazonia” cambia la vida aquí también. La cuestión ecológica, tal como la entiende el Papa, no puede ser particular, no puede reducirse cultural o geográficamente. Nos afecta a todos. Más allá de la percepción que tenga cada uno de los problemas que hay en el mundo, pienso en Brasil y en Taranto, el modelo que subyace en todas partes es el mismo: la idea de que la tierra se puede explotar al gusto de cada uno, pisoteando la vida de los pueblos y negando de hecho el valor de la naturaleza sin mirar las consecuencias.

Vuelve la cuestión de una mirada más amplia, ¿pero es realmente posible?
En la Semana Social hemos intentando mostrar muchos ejemplos, con testimonios y relatos, de cómo es posible esta mirada atenta a la realidad, a la persona y al trabajo al mismo tiempo. Hasta preparar propuestas concretas para el Parlamento, para Europa y redactar un “Manifiesto de los jóvenes”, que son los verdaderos protagonistas del futuro. Se trata por tanto de una conversión cultural antes que ecológica. No puedo hacer con la tierra lo que quiera, igual que no puedo hacer con la gente lo que quiera. Es la alternativa entre una relación depredadora o generadora. El bien común, objetivo central de la Doctrina social de la Iglesia, en la encíclica se vuelve global porque abraza también la relación con la creación, con la “casa común”.

El cardenal Bassetti, en su intervención introductoria, citaba a Pablo VI que, en 1968, en una visita a los trabajadores de Italsider, les dijo: «Parece que entre vosotros y nosotros no existe un lenguaje común, pero queremos deciros algo muy sencillo: ¡Cristo Jesús es para vosotros!». ¿Cuál cree que es la tarea de la Iglesia y de los cristianos frente a problemáticas que, según algunos, son ajenas a la fe y la religión?
Pablo VI hablaba de una distancia, señalando justamente que no existía. «Cristo ha venido por vosotros, por vuestras familias». Se puso delante de aquellos hombres partiendo de la experiencia de Alguien que ha compartido nuestra vida y nos invita a compartirla con otros. Ese es el origen de la postura cristiana, por lo que no podemos ignorar los problemas del medio ambiente, la salud, la injusticia social. No podemos ignorar lo que sucede. Más aún, la realidad debe interpelarnos, herirnos, tocarnos. La imagen más clara es la del buen samaritano, que se deja tocar por las heridas que encuentra. No pasa de largo, se hace cargo. Luego está la tarea de la sociedad y de la economía, que tendrá que encontrar la manera. Pero esa es la dirección. El Papa, en el mensaje que nos ha dirigido, lo indicaba claramente. Hay que favorecer la relación con los que sufren. Una relación en la que se puede hablar de esperanza.

El Papa invita a moverse hacia las personas, entrar en sus problemas y no quedarse “sentados”…
Invita a poner en juego la esperanza que hemos encontrado. A que seamos portadores de una certeza, de una gran posibilidad de rescate que nace del amor de Dios, del testimonio de la Iglesia y de muchas obras que se han hecho a lo largo de la historia de la Iglesia. A adentrarnos en la realidad que nos rodea, en el drama de los pobres, en el medio ambiente. Pienso por ejemplo en la construcción de un centro nocturno de acogida para sesenta personas sin hogar en nuestra ciudad. O en la creación de una vicaría dedicada al cuidado de la casa común. O en el proyecto de una cooperativa donde los hijos de los pescadores de la zona se dedican a la recuperación del Mar Piccolo con el procesamiento de residuos de la cría de mejillones para producir materiales de construcción. Ha sido uno de los proyectos estrella de esta Semana Social. En el documento de conclusiones, destacamos que el cambio nace de personas cambiadas. Es decir, el cambio somos nosotros, que con el corazón de Cristo, nuestro buen samaritano, no queremos mirar para otro lado sino intentar cuidar las heridas de nuestros hermanos y de la tierra. Moverse así significa vivir la vida como tarea. Es llevar el anuncio de Cristo en forma de obras y comunicar lo que llevamos en el corazón: la gratitud por hacer sido alcanzados por el Señor del cielo y de la tierra, que siempre nos sorprende superando todas nuestras expectativas, igual que ha hecho en esta 49ª Semana Social.