Adrianus Simonis con Juan Pablo II en 1985

Adrianus Simonis. La fidelidad de toda una vida

Fallece a los 88 años el cardenal holandés. Protagonista de la vida eclesial de su país, fue un gran amigo del movimiento e invitado habitual del Meeting de Rímini, que siempre testimonió su apego al Papa y a la Iglesia
Wim Peeters

La vida del cardenal Adrianus Simonis se ha caracterizado sobre todo por su fidelidad. A su muerte, el miércoles 2 de septiembre, a los 88 años de edad, era sacerdote desde hacía más de 63, obispo desde hace casi cincuenta y cardenal desde hace más de 35. Como sacerdote, defendió con coraje y fidelidad al Papa en el "Concilio pastoral" de la Provincia eclesiástica holandesa (en Noordwijkerhout), que se celebró entre 1960 y 1970, en contra de la gran mayoría de los participantes. Como obispo, desde 1978, fue un visitante habitual en el Werkgroep Katholieke Jongeren de Utrecht, una importante iniciativa de jóvenes católicos fieles a la Iglesia. Su actitud, que muchos califican de "conservadora", nunca se preocupó de acertar sino de amar profundamente a la Iglesia. Expresó varias veces su amargura porque la Iglesia holandesa se hiciera protestante. Así mostraba que su lealtad a la Iglesia y al Papa para él estaba por encima de un empeño por tener razón.

La amistad de la comunidad de Comunión y Liberación con el cardenal Simonis se remonta a mediados de los ochenta, cuando varias familias italianas residentes en La Haya conocieron a un grupo de holandeses interesados en su experiencia cristiana. En el otoño de 1987 fui con Giorgio Zannoni y Marco Ferrini a Utrecht para presentarle el movimiento e invitarle al Meeting de Rímini. Yo acababa de estar allí ese verano y volvía entusiasmado. Él, que ya había oído hablar del Meeting al cardenal Godfried Danneels, arzobispo de Malinas-Bruselas, nos recibió y nos dedicó todo el tiempo necesario para conocer hasta los detalles. Y aceptó la invitación. Aquel fue el inicio de una larga amistad. Entre 1988 y 2012, Simonis acudió a Rímini todos los años y siempre se organizaba un encuentro o un almuerzo con los holandeses que estaban allí como visitantes o voluntarios. Por las mañanas, daba misa diaria en la iglesia de San Jerónimo en Rímini.

Siempre que podía, Simonis participaba en nuestro Via Crucis de Viernes Santo y en la misa por el aniversario del reconocimiento pontificio de la Fraternidad. Durante años se mantuvo en contacto con amigos sacerdotes italianos y con algunas familias del movimiento que lo visitaban a menudo, incluso cuando su capacidad para moverse empezó a mermar. Siempre recibía con alegría las noticias de la pequeña comunidad holandesa de CL.

Después del Meeting, siempre era un invitado habitual en las asambleas internacionales y equipes que se celebraban en La Thuile. Para él era el momento culminante del año. A veces reconocía que no le resultaba claro toda la antropología cristiana de don Giussani, pero venía fielmente, con una fidelidad que muchos reconocían. Una vez, en La Thuile, un sacerdote birmano sentado a nuestra mesa le confesó: «Cuando estudiaba en Roma en los años sesenta, leí sobre el sacerdote holandés Adrianus Simonis y su fidelidad al Papa durante los problemas del Concilio pastoral. Desde entonces he rezado a diario por usted».



Incluso Luigi Giussani reconoció su fidelidad. En una dedicatoria de su libro Llevar la esperanza, escribió al cardenal: «La certeza dice el fundamento de la esperanza del corazón: gracias por su ejemplo y fidelidad».