Enzo Piccinini

Enzo Piccinini, aceptada la petición de abrir la causa de beatificación

El anuncio, durante la misa para el XX aniversario del fallecimiento del cirujano de Emilia-Romagna. Monseñor Camisasca: «Fue cautivado por Cristo y fue cautivador». Carrón: «Uno de los frutos más bonitos del árbol de don Giussani». El relato de la velada
Luca Fiore

El arzobispo de Modena-Nonantola ha aceptado la petición de abrir la causa de beatificación de Enzo Piccinini. Es esta la noticia con la cual se empezó la misa por el veinte aniversario de la pérdida del cirujano de Emilia-Romagna, gran amigo de don Giussani, fallecido el 26 de mayo de 1999. Desde entonces, para indicar ese día, sus amigos utilizan un término antiguo, cuando las palabras santo y cristiano eran sinónimos: dies natalis. Monseñor Erio Castellucci ha acogido a las miles de personas que llenaban el Duomo de Modena (conectado incluso con la iglesia de San Agustín), citando una frase pronunciada por el mismo Enzo durante su testimonio más famoso, a los ejercicios de los universitarios de CL en 1998: «El gusto del vivir no se niega a quien se equivoca: se niega a quien no tiene una relación con el Destino que hace todas las cosas, con el Misterio presente». Estas palabras, ha explicado el arzobispo, «son el corazón de su profunda humanidad, su pasión por la vida, la familia, el trabajo, la amistad. Su pertenencia entusiasta a la Iglesia y su fe profunda en Cristo».

Junto a Castellucci, estaba también monseñor Massimo Camisasca, obispo de Reggio Emilia-Guastalla y Julián Carrón, presidente de la Fraternidad de CL. Un momento de fiesta, como ha dicho Camisasca en la homilía, que ha sido aún más solemne por la ejecución en vivo de la Misa de la Coronación de Mozart, obra maestra que don Giussani ha enseñado a amar al pueblo de Cl. El anuncio de apertura del proceso de beatificación fue dado por Massimo Vincenci, presidente de la Fundación Piccinini, que ha rezado para que «el Señor aumente nuestra fe y nos haga testigos operosos de su Evangelio»

Por la izquierda: moseñor Camisasca, monseñor Castellucci y padre Julián Carrón (Foto: Carlo Zoppelli)

Monseñor Camisasca ha recordardo como, al principio de su sacerdocio, don Giussani le pidió estar al lado del cirujano de Modena, deseo que las circunstancias no hicieron posible entonces, pero al ser nombrado Obispo de la ciudad natal de Piccinini ha podidio sumergirse en las raíces familiares y eclesiales del amigo. «Él fue un hombre “cogido”, alcanzado desde lo alto, por Dios. A quien se acercaba a él, era evidente que era un hombre habitado por algo o alguien que era él y no era él. Por alguien más grande que él, por un acontecimiento que había tocado su vida a través de don Giussani». El encuentro con la comunidad cristiana, ha explicado Camisasca, le había cambiado totalmente, no porque hubiese cambiado su personalidad, sino porque «habían cambiado, de forma estable, los horizontes hacia los cuales él dirigía su temperamento pasional, enérgico, indomable». Era un hombre cautivado por Cristo, «y había decidido no librarse de este "cautiverio", porque eso lo hacía libre». Y sigue: «A mí la vida de Enzo parecía una vida imposible, eran dos, tres, cuatro vidas juntas, con una intensidad ardiente, que casi asustaba». Fue cautivado y se convirtió en cautivador, explica: «Quien viene asimilado, de una forma u otra, por la historia de Cristo, se vuelve siempre, aunque en formas distintas, en un creador de un pueblo. Enzo creó un pueblo dentro del pueblo de la Iglesia, ensanchando, de esta forma, los espacios mediante el don de nuevos hijos, personas llamadas a su vez no a la simple repetición de una tradición recibida, sino al descubrimiento constante y cada vez más profundo del don que se les hizo».

Camisasca termina con una imagen que, ya el día siguiente del fallecimiento de Piccinini, utilizó con los seminaristas de la Fraternidad San Carlos para meditar sobre el significado misterioso de ese hecho: «A veces, Dios actúa como un entrenador de un equipo de fútbol, que manda al banquillo el jugador mejor antes de que se acabe el partido, para que pueda recibir una ovación de todo el estadio. El Señor, en su designio inescrutable, quitándonos a Enzo antes del tiempo, ha querido que él se convirtiese en un ejemplo para nosotros, un signo, que fuese notado. Esta noche, su vida y su testimonio son aún más brillantes que entonces».



En las palabras tanto del Obispo de Reggio Emilia, como en las de Julián Carrón en su saludo final, vuelve el retrato que don Giussani hizo de Piccinini: «Enzo ha sido un hombre que, desde la intuición que tuvo dialogando conmigo hace treinta años, dijo su "sí" a Cristo con una dedicación asombrosa, con una perspectiva inteligente e integral, y ha centrado toda su vida en Cristo y en su Iglesia. Lo más impresionante para mí es que su adhesión a Cristo fue tan totalizante que no ha habido día en que no buscara de todas las formas posibles la gloria humana de Cristo». Carrón cita el Evangelio de San Mateo: «El árbol se conoce por su fruto». Y añade, dirigiéndose a monseñor Castellucci: «La vida de Enzo Piccinini es uno de los frutos más bonitos del árbol generado por la fe de don Giussani dentro de la vida de la Iglesia. Por esto, en nombre de Comunión y Liberación, le doy las gracias por aceptar la petición de apertura de la causa de canonización». Y continúa: «Ha sido su preferencia única – como el sí de san Pedro a Jesús – el secreto de una vida fecunda, que se basaba en la certeza de que Cristo resiste al embate del tiempo desafiando incluso la muerte. Estamos aquí por esto, asombrados y agradecidos por ver como la desbordante riqueza del Ser se haya hecho dueña de la humanidad de Enzo». El sacerdote concluye con una frase del mismo Piccinini: «El atrevimiento y la indomabilidad cristinas existen porque todo se nos ha dado, podía no existir nada de esto, y entonces ¿qué nos asusta tanto? […] Si tienes la certeza de Cristo, la cuestión es sencilla: si crees, tendrás el ciento por uno. Es su reto».

La fiesta (Foto: Andrea Fardin)

El día se concluye con una fiesta en la sede del Colegio "La carovana" que, con sus amigos, el cirujano fundó en los años ochenta. Atiende la familia Piccinini y con ellos la gente de toda Italia, compañeros de Enzo, los chavales que le encontraron durante la carrera (ahora padres y profesionales), los amigos de las comunidades de CL que visitaba. Pero, han ido también los que, a pesar de no haberle conocido, le han encontrado a través de sus palabras y de personas cambiadas dentro de la amistad con él. Se cena juntos, se canta, se ríe (también gracias a Paolo Cevoli, amigo de Piccinini). Al final, hay tiempo para un último saludo de Carrón: «Lo que hemos vivido con Enzo es una promesa para todos, porque hemos visto a una persona que sigue estando entre nosotros. Y todos deseamos vivir con la intensidad que él tenía. Esto es mi auspicio para vosotros y para mí: poder seguir en su estela».