Eugene Burnand, "Los discípulos Pedro y Juan corren al sepulcro la mañana de la Resurrección", 1898

La teología del eterno volver a empezar

Un artículo de L'Osservatore Romano sobre la presentación de las actas de un congreso sobre don Giussani. Para René Roux, su pensamiento «causaba impacto en la gente», no solo en las comunidades académicas
Luca Marcolivio

La idea inicial era celebrar los 25 años de la Facultad de Teología de Lugano. El tema a tratar era el congreso que tuvo lugar del 11 al 13 de diciembre de 2017 sobre la figura del Siervo de Dios don Luigi Giussani, del que fueron surgiendo ciertos aspectos inéditos a medida que se profundizaba en la amistad del teólogo de Desio con figuras del calibre de Urs von Balthazar, Joseph Ratzinger o Eugenio Corecco.

La presentación romana de las actas de ese congreso, editadas bajo el título Luigi Giussani. El camino teológico y la apertura ecuménica tuvo lugar el pasado 6 de febrero en el Aula Pablo VI de la Pontifica Universidad Lateranense. En el encuentro, moderado por Antonio Tombolini, director de Europress Ftl, intervino en primer lugar el rector de la Facultad de Teología de Lugano, René Roux. Con motivo del XXV aniversario del ateneo, explicó el rector, se intentó recuperar la obra de teólogos de un espesor superior a la media, que tuvieran algún «vínculo con la historia religiosa del cantón del Tesino», y sobre todo cuyo pensamiento hubiera tenido un «impacto en la gente», y no solo en las comunidades académicas. Uno de los intelectuales elegidos fue Carlo Maria Martini; otro, don Giussani. Entre los rasgos destacados del pensamiento giussaniano, Roux señaló la «gran coherencia» con la «vida interior» del autor, y también cómo Giussani se acercó a la filosofía kantiana, especialmente a la influencia de esta última sobre la cultura y teología contemporáneas. La difusión del pensamiento de Kant en las escuelas, afirmó el rector, ha generado «dificultades a la hora de pensar en categorías como Dios, mundo o alma». Estas construcciones académicas han llegado a hacer «imposible la comprensión de la experiencia cristiana». Para Giussani, «el cristianismo no puede ser explicado por una racionalidad demasiado reducida». De hecho, la teología «debe valorar críticamente todas las ideas, solo así puede ser capaz de interpelar a la sociedad y a las personas que viven en ella», añadió Roux, interpretando la visión giussaniana.

Sobre la amistad y las relaciones académicas de Giussani con Ratzinger y Balthasar profundizó especialmente Patrick Valdrini, rector emérito de la Universidad Católica de París, que situó estos factores en la perspectiva de la dialéctica carisma-institución, argumento central del debate postconciliar. En Giussani, el punto de partida es una «desconfianza» de fondo «respecto a cualquier institucionalización», porque siempre le preocupó mucho «salvaguardar la libertad, constantemente interpelada», explicó Valdrini. El teólogo de Desio en cambio se mostró especialmente ligado al concepto de «carisma», donde ve «una dimensión que supera los límites de la realidad eclesial». Además, Giussani insiste mucho en el concepto de comunidad como presencia viva: a las parroquias y diócesis, este Siervo de Dios atribuye el «deber de ser lugares de vida». Aquí es donde el camino de Giussani se topa y armoniza con el de Ratzinger, quien afirmaba que «el cristianismo no es un grupo de amigos que se separan de los demás para encerrarse en sí mismos sino hombres que se han encontrado con el Señor y que aceptan a los hermanos que el Señor les dona».

La tercera ponencia corrió a cargo del periodista Pigi Colognesi, que identificó en el «inicio» una de las principales palabras clave de la teología y la pastoral giussaniana. Puesto que, para Giussani, el cristiano es aquel que «se pone con un juicio frente a su destino», el inicio nunca lo concibe como un «objetivo alcanzado» sino como un eterno «volver a empezar». Desde este punto de vista, Giussani consideraba el lunes como el día más bello de la semana, «porque el lunes se vuelve a empezar, se reinicia el camino, el designio, se reinicia la actualización de la belleza, del afecto». Afirmaba que siempre hay un «de nuevo» del que, como niños, debemos seguir aprendiendo.

Según Giussani, los hombres son «mendigos que deben recibir de Dios la novedad del acontecimiento». Para él, Dios nunca está «ligado a las circunstancias» y el inicio nunca es «algo que inventamos nosotros, que todavía no se ha dicho o dado, sino el replicarse de una presencia» que siempre tiene «algo imprevisto e imprevisible» que «inesperadamente se introduce».

El testimonio de Colognesi se mezcló con la experiencia de la filiación espiritual con el propio Giussani, a quien no le gustaba nada cuando de un concepto se decía: «ya lo he oído» o «ya lo sé». Eso significaba para él que ese concepto «no lo he escuchado bien ni siquiera la primera vez». También era habitual sorprenderse positivamente cuando alguien le decía que una determinada frase –que quizá no recordaba– la había dicho precisamente él. Al mismo tiempo, no le gustaba cuando, conversando con los jóvenes, les oía decir: «…como ha dicho don Giussani». En esa fraseología, «no sentía la sorpresa de la novedad que el acontecimiento lleva consigo».

Emblemático, en este sentido, resulta el texto del “cartel” de Comunión y Liberación en la Pascua de 2011: «El acontecimiento no solo identifica lo que sucedió en un momento preciso, dando origen a todo, sino también lo que aviva el presente, lo define y le da un contenido, lo que hace posible el presente».

Artículo publicado en L'Osservatore Romano