Matteo Severgnini

Diario del Sínodo / 1. «Tú, Mateo, ¿qué buscas?»

Dirige la Luigi Giussani High School en Kampala, Uganda, y participará en las sesiones como oyente. «El discernimiento vocacional es una cuestión de conocimiento. Como lo fue para Juan y Andrés»
Matteo Severgnini

Estoy saliendo de Kampala, donde dirijo desde hace unos años la Luigi Giussani High School. El domingo estaré en Roma para participar en el sínodo sobre los “Jóvenes, la fe y el discernimiento vocacional”. Hace unos meses, cuando me preguntaron si estaba disponible para participar en este encuentro tan importante, no dudé en decir sí rápidamente, pero señalando que tenía una idea muy vaga de lo que en realidad es un sínodo, y que no sabía cuál podría ser mi contribución. «No te preocupes», me dijo Carrón. «Será una gran ocasión para conocer gente de un gran espesor humano, y también para dar a conocer el movimiento. Además, será una oportunidad para comprender mejor tu vocación». Dicho así, todas mis objeciones se vinieron abajo. Solo me quedaba hablar con la junta del colegio porque supone estar en Roma durante un mes. «Si el papa te invita, ¿qué objeciones podemos ponerte? Se puede ser una ocasión para ti, sin duda también lo será para nosotros», me respondieron. Así que ya no me quedaban excusas. Y aquí estoy.

Estas semanas he leído el documento preparatorio de la Secretaría del Sínodo. Lo que más me ha llamado la atención es el desafío que la Iglesia ha querido lanzarse a sí misma, en un momento tan complicado de su historia: volver a poner su propuesta delante del corazón de los jóvenes, porque de ellos espera la verdadera renovación. Es un desafío ante todo de conocimiento. Se comprende en el ejemplo que el papa Francisco pone en su carta a los jóvenes, citando la pregunta que Jesús hace a Juan y Andrés a orillas del Jordán: «¿Qué buscáis?». Es un interrogante que tiene que ver con el conocimiento de uno mismo, de mí mismo. No se puede responder de manera superficial. Es la aventura de descubrir mi propio corazón. Solo conociendo qué es lo que de verdad deseo, puedo empezar a reconocer los signos que la realidad me pone delante, a interpretarlos y a tomar una decisión, es decir, a pronunciar mi sí. Exactamente igual que hace dos mil años con los dos primeros discípulos que siguieron el dedo de Juan el Bautista señalando a Jesús. Se pusieron en marcha, se fueron tras aquel hombre y tomaron en serio la pregunta que les planteó: «¿Qué buscáis?». Para mí, participar en el sínodo significa descubrir mi corazón vibrante y volverme a preguntar: «Tú, Mateo, ¿qué buscas?».

Con los niños de la escuela Luigi Giussani de Kampala

En África, como en Europa y en todas partes, el núcleo de la vocación es reconocer que Alguien te está llamando. ¿Y cómo? ¿Qué ayuda a reconocer la llamada? Por lo que veo, en la historia de mi vida y en los chavales que me rodean, lo que más me ayuda es encontrarme con adultos que llevan grabada esta llamada en su rostro. Personas que viven en el presente este ser llamados, que se sienten llamados ahora. Esto es lo que descoloca a los jóvenes: ver a hombres y mujeres que viven una vida plena, que tienen la experiencia del ciento por uno. Saber que somos hechos, llamados y por tanto amados permite habitar en la realidad llenos de certeza.

Actualmente, cada vez es mayor la preocupación de proteger a los jóvenes de la confrontación con los demás, que se ve como un riesgo que evitar. En cambio, la vocación es todo lo contrario. Es en el encuentro con la realidad, en la confrontación con el otro, donde yo puedo conocerme, comprender qué deseo y qué es lo que me satisface realmente.

Todavía no sé qué me espera en Roma. Hoy me darán la carpeta con los materiales útiles para estos días. El miércoles empieza. Lo único que sé es que allí nos recibirá el Papa.