Don Zeno Saltini

Don Giussani y don Zeno. Dos luchadores por Cristo

El fundador de Nomadelfia era muy amigo del cura de la Brianza. Con ocasión de la visita del Papa Francisco a esta comunidad, publicamos las páginas de "Luigi Giussani. Su vida" que relatan una misteriosa afinidad de carismas
Alberto Savorana

El primer encuentro de don Zeno con Giussani tuvo lugar a mediados de los años sesenta. Tres páginas mecanografiadas del 9 de marzo de 1965 relatan una conferencia de don Saltini sobre «Nomadelfia: tentativa de comunidad cristiana». El sacerdote de Módena contaba «Hace algunos meses tuve ocasión de hablar con don Giussani y le dije que en la Iglesia estamos demasiado divididos, demasiadas obras distintas para un fin último que es Cristo. […] Pío XII dijo que en este siglo tenemos que pasar de lo salvaje a lo humano y de lo humano a lo divino. Sois vosotros los jóvenes quienes podéis salvar a la Iglesia, que está en grave peligro. Hay que empezar a hacer cuentas. Que se pueda decir todavía de vosotros que sois la estirpe elegida, que antes erais no-pueblo y ahora sois pueblo de Dios».

Pero fue sobre todo en el otoño-invierno de 1970 cuando los encuentros entre los dos se intensificaron. En febrero, don Zeno habló de la experiencia de Nomadelfia en el Centro Péguy de Milán, narrando cómo empezó todo: «Yo celebré mi primera misa en la catedral de Carpi – fue en el 31 – con la condición de que pusieran entre las autoridades a un joven de 18 años que había salido de la cárcel en aquellos días, vestido elegantemente. Me dijeron: ‘¿Qué haces con él?’. ‘Lo voy a tomar como hijo mío. Un chico abandonado no necesita asistencia, necesita un padre.’» Comenzó así a recoger a chicos en dificultad: «Desde 1931 hasta hoy hemos sacado adelante a cerca de cuatro mil ochocientos chicos». El 10 y 11 de octubre de 1970 Giussani y don Zeno organizaron en Milán, en la sede de los padres del PIME (Pontificio Instituto de Misiones Extranjeras), un Congreso de los nomadelfios (como se les llamaba a los miembros de la obra del sacerdote de Módena) y de los grupos milaneses de CL (que estaban dando sus primeros pasos en la ciudad). Al introducir las sesiones, Giussani dijo que el origen de la reunión había que buscarlo «en la estima profunda y en la ‘nostalgia’ que todos nosotros, los de Milán, teníamos y tenemos por Nomadelfia, a la que sentimos como un paradigma, es decir, como algo que debemos tratar de imitar […]. Reconocer en otros unos criterios justos significa poseer esos mismos criterios, o […] ese mismo discurso». Una palabra, esta última, que en ese periodo Giussani utilizaba frecuentemente, con toda la profundidad de su significado. «Sentíamos dentro de nosotros ese planteamiento justo, y nos resultaba al mismo tiempo evidente la debilidad y la fragilidad de nuestros pasos. Somos pobre gente, pero quisiéramos de verdad hacer más; quisiéramos amar más el planteamiento que Dios nos ha puesto en el corazón; quisiéramos realizas más esos criterios que Dios nos ha dado por gracias». Por eso Giussani confesaba: «Estamos llenos de gozo ante un ejemplo auténtico como el de Nomadelfia y nos sentimos provocados por él conforme a los tiempos que Dios pida a nuestra historia y a nuestra vocación. La estima que nosotros desde Milán hemos sentido siempre hacia Nomadelfia ha desembocado este año en una toma de conciencia imprevista».

Don Zeno y sus chavales

Algo análogo le debió de ocurrir a don Zeno, según lo que contaba Giussani: «Don Zeno ha dicho que no ha encontrado nunca, en todos los lugares de Italia que conoce, a gente tan ‘correspondiente’ y tan capaz de comprender y de reaccionar bien ante su propuesta como los grupos […] de nuestro movimiento. Por eso dijo en abril: ‘Tenemos que juntarnos para dar espacio, para dar lugar a un acontecimiento común’». Giussani indicó también el objetivo de reunirse con ellos: «Es necesario que nos esforcemos por realizar la fe, y no se trata de ese ideal de humanidad que puede haber en cualquier hombre, incluso en un pagano, como diría el Evangelio; se trata por el contrario de un mundo nuevo».
Tomó la palabra don Zeno: «Este encuentro no ha sido un encuentro humano, pienso yo, es el Señor quien provee estas cosas. Y yo no he conocido nunca una cosa que me interesara tanto enseguida, en cuanto me acerqué a ella, como vuestra organización de Gioventú Studentesca». «¿Por qué nos hemos encontrado? Ciertamente el Señor lo sabe mejor que nosotros. ¡Yo digo que esto es un acto de Dios! Y se ve, los signos se ven. Pero ¿qué hacemos nosotros en la Iglesia? Hacer de contestatarios es un pasatiempo para gente que tiene tiempo para perder y para dañar a la Iglesia. Y porque nos sentimos elegidos, para nosotros todo lo que no marcha en la Iglesia es motivo de llanto, no de crítica. Nunca podréis concebir la vida cristiana, católica, sin el unum. Este unum quiere decir precisamente ser solo uno, y presentarnos al pueblo no para decir: «’ ¡Nosotros somos los santos, somos los hijos libres de Dios ¡’. Dirián: ‘Bueno, veamos’. Es necesario que sea el pueblo, el mundo quien diga: ‘¡Estos son los hijos libres de Dios!, como decía el pueblo pagano cuando veía a los cristianos: ‘¡Se aman entre sí como si fueran hermanos!’».

Milán, 1970. El congreso de los nomadelfios y de algunos jóvenes de CL con don Zeno y don Giussani

Don Zeno describió así la misión de Nomadelfia: «Queremos fundar una nueva civilización, simplemente porque estamos seguros de esto: que solamente se puede crear una civilización sobre la fe, y que fuera de ella habrá siempre caos, porque la fe es algo preciso e influye en la naturaleza del hombre». Nada más terminar don Zeno su larga intervención, tomó la palabra Giussani:«Escuchar a don Zeno quiere decir sentirse llamados desde las raíces de nuestra alma al deber de realizar la fe, quiere decir cambiar la vida y por consiguiente empezar a cambiar el mundo». Y también: «El contenido de esta fe implica una estructura precisa de cosas, indica valores precisos, objetivos, los que nacen del hecho de Cristo. Porque se trata de realizar la fe, no de un ideal de humanidad tal como puede salir, con toda su buena intención, del espíritu de todos los hombres, también de los paganos, que diría el Evangelio, sino de un mundo nuevo por medio de la fe, porque es la fe lo que influye en la naturaleza, como ha dicho ahora don Zeno».

Algunos días después, el 14 de octubre de 1970, el Centro Péguy organizaba un encuentro para retomar el Congreso con los nomadelfios. Giussani estaba presente y observó: “El paradigma y el ejemplo de Nomadelfia no consisten en las formas de Nomadelfia, sino en algo distinto. El ser hijos de Dios tiene lugar en la materia y por consiguiente en toda la realidad como una unión global. Es precisamente esta totalidad lo que constituye el centro de nuestro planteamiento, y esta totalidad es la gran palabra de Nomadelfia». Giussani concluyó: «Es como si el encuentro con ellos nos agarrara del pescuezo y nos dijera: ‘¡Vive esta conciencia!’. Esta sorprendente identidad de concepción y de sentimiento último del hecho cristiano que hay entre don Zeno y nosotros debe ser una premisa para dejarnos tocar profundamente».