El Papa Francisco habla a los jóvenes del pre-sínodo

Pre-Sínodo. «Tu pregunta es ya el inicio del camino»

Michele era uno de los trescientos jóvenes de todo el mundo convocados por el Papa. Así narra estos días de trabajo. Encuentros, discusiones, nuevas amistades. Y esa mirada de Francisco
Michele Borghi

El 18 de marzo fue en Roma uno de esos domingos silenciosos y grises, con ratos de tormenta. Solo daban ganas de quedarse en casa y mirar por la ventana, los que viven aquí lo saben. Cuando está así, la capital italiana parece perder su belleza, resulta casi hostil. Es igual que cuando no tienes ganas de hacer algo. Pero había que salir y dirigirse a la otra punta de la ciudad. Ese día empezaba la reunión presinodal convocada por el Papa Francisco y a la que yo estaba invitado. Tenía un buen motivo para salir de casa.

La primera sorpresa fue un juego de miradas entre los jóvenes que se dirigían arrastrando sus maletas hacia el Pontificio Colegio Internacional “Maria Mater Ecclesiae”. Nos escrutábamos unos a otros casi preguntándonos si iríamos todos al mismo lugar pero manteniendo la discreción. El primero en romper el hielo fue Fernando, de Ecuador, ahora seminarista en Roma. Luego Joaquín, que vive en Barcelona aunque es hincha del Real Madrid. Y Santiago, acompañado de Macarena, ambos de Argentina, que enseguida me ofrecieron un poco de mate. Nunca lo había probado. Pero así es como lo ignoto empieza a darse a conocer. «Bienvenidos a la reunión presinodal».

En vista del próximo sínodo de los obispos sobre “Los jóvenes, la fe y el discernimiento vocacional”, Francisco escribió una carta a todos los jóvenes en enero de 2017. Recordando el “venid y veréis” que Jesús dirige a los discípulos, el Papa escribía: «También a vosotros Jesús dirige su mirada y os invita a ir hacia Él. ¿Habéis encontrado esta mirada, queridos jóvenes? ¿Habéis escuchado esta voz? ¿Habéis sentido este impulso a ponerse en camino?». No solo había cristianos en la reunión, pero estas preguntas –escuchadas tal vez por vez primera– también eran para ellos y parecían ser las únicas capaces de captar la amplitud de todo lo que está pasando. Era imposible no reconocer desde el primer instante una unidad difícil de prever. Era palpable que cada uno de los presentes estaba ante una novedad que ya había empezado a convertirse en camino, al menos para entender qué podía esperar de una semana así. Prácticamente nadie se había visto nunca antes. Todos, creyentes o no, habíamos sido llamados y, más o menos conscientemente, esperábamos descubrir cuál era el paso siguiente.

Los trescientos jóvenes llegados de todo el mundo

El 19 de marzo se presentó el trabajo que teníamos por delante. No pasó mucho tiempo antes de que la asamblea plenaria se viera interrumpida por un rugido: llega el Papa. Sorprendentemente, se mantuvo cierto orden. Solo algún que otro selfie, abrazo y apretón de manos. «Ahora, cada uno según su propia fe, según sus propias dudas, cada uno con lo que lleve en su alma, que piense en Dios, en la necesidad de Dios, en la duda que tiene (si Dios existe…), en su propia conciencia, pidiendo la bendición y bondad sobre todos nosotros». En un silencio lleno de alegría, comenzó el diálogo.

Maxime es ateo, estudia Derecho y tiene que decidir cómo continuar sus estudios, sobre todo por lo que respecta a su orientación profesional. Parece poca cosa, pero hace que estalle en él una pregunta: «Actualmente me encuentro ante un muro, el del sentido profundo que debo dar a mi vida. Creo que necesitamos discernimiento ante este vacío. Personalmente, me gustaría encontrar mi fundamento para conocerme mejor y saber quién soy, quiénes somos en este mundo y respecto a Dios. No sé por dónde empezar en esta voluntad de conocerme. ¿Qué camino debemos tomar, Santo Padre?”». Podríamos esperar indicaciones detalladas sobre cómo “discernir” la situación, una invitación a considerar el cristianismo como una posible respuesta, pero no. «Con esto tú ya has empezado», dice Francisco. La pregunta ya es el camino. «El peligro es no dejar que surjan las preguntas. Nuestras preguntas más fuertes pueden sufrir un proceso que las baje de todo, que las vaya anestesiando poco a poco, o totalmente. Existe un modo “educado” de anestesiar las preguntas. La lealtad con uno mismo debe tener el coraje de decir la verdad pura y dura, tal como es, así como plantear preguntas puras y duras, tal como son, sin anestesia». Esta estima desmedida hacia el hombre y todo su drama llama la atención. Existe una mirada que siempre va más allá, que permite captar todo el alcance real de la pregunta. Interceptar esta mirada nos pone en la misma posición de aquellos que conocieron a Jesús y se dejaron interpelar por él: «¿quién es este?». De Francisco sabemos muchas cosas, le conocemos, sabemos de dónde viene, todo comentan sus palabras, sus pensamientos, sus gestos. ¿Pero cuántas veces lo reconocemos de verdad? La mirada del Papa no es suya y desvela al hombre a sí mismo. «Pienso que no podría vivir si no volviera a oírle hablar». Así, hasta el gesto más sencillo, como intentar hacerse un selfie con Francisco, es ocasión de tocar el borde de su manto, un reconocimiento acaso inconsciente de que ese hombre tiene que ver con el propio destino.

«A partir de ahí empezó la aventura de tres días de amistad, con caminos e historias diversas dentro del grupo: el que venía de Timor Oriental o Pakistán, de Serbia o Ucrania, de la Acción Católica, la Milicia…»

Para agilizar los trabajos en grupos por idiomas, la secretaría del sínodo estableció un programa dividido en tres partes: “Desafíos y oportunidades de los jóvenes en el mundo actual”; “Fe, vocación, discernimiento y acompañamiento”; “La acción educativa y pastoral de la Iglesia”. Cada uno teníamos la tarea de contribuir con nuestra descripción del mundo juvenil de hoy en día, «no por un afecto artificial hacia los jóvenes, sino porque necesitamos entender mejor lo que Dios y la historia nos están pidiendo. Si faltáis vosotros, nos falta parte del acceso a Dios», señaló el Papa. En un diálogo intento y no privado de discusiones, fuimos repasando los temas. El objetivo era llegar a redactar un documento compartido por todo el grupo antes del miércoles, para que confluyera en el documento final de la reunión presinodal, a cargo de un comité de redacción central.

Selfie del grupo de trabajo de Michele (segundo por la derecha)

«Aquí la vergüenza se deja detrás de la puerta». A pesar de esta invitación de Francisco, empezar a dialogar resultaba un poco difícil, hizo falta paciencia. En el fondo, nadie había estado antes en un contexto similar. Una vez más, hacía falta alguien que hiciera el saque inicial. Lo hizo Tetyana, que empezó a hablar libremente.

A partir de ahí empezó la aventura de tres días de amistad. También hubo caminos e historias diversas dentro del grupo: el que venía de Timor Oriental o Pakistán, de Serbia o Ucrania, de la Acción Católica, la Milicia, la FUCI, la Comunidad de San Egidio, el Camino Neocatecumenal, los dominicos, etcétera. La vida de la Iglesia es grande, pero es una. El camino recorrido juntos hablaba de una gran pasión por la propia procedencia de cada uno, era evidente que cada uno había emprendido un camino y siguiéndolo había crecido. De otro modo sería inexplicable la sorprendente sencillez con que Cosmo hablaba de los cuarteles como lugares de misión. O el cuidado con que Antonio insistía a la hora de estar presentes en la universidad. O el drama de Mosul, donde Shaker quiere volver a pesar de que allí parece que los jóvenes no tienen futuro. Las historias no dividen cuando uno tiene la humildad de mirarse a los ojos y comprometerse a traducirla para que todos puedan comprenderla y proceder paso a paso, juntos.

También hubo espacio para discusiones animadas, como pasó con el tema de la sexualidad. Es normal, cuando una persona cree en lo que dice. Pero tenemos la tarea de construir algo, y para ello lo “ya sabido” debe abrir espacio a una verificación constante en la experiencia. Dejarse interpelar por el otro porque lo estimas más que cualquier otra cosa e ir con él hasta el fondo de un juicio, en un clima así todo puede convertirse en oportunidad. Hasta las críticas. Porque siempre es posible que alguien que forma parte de tu misma historia cometa algún error o hiera a alguien. ¿Qué hacer entonces? La mirada de Francisco vuelve a indicar la respuesta: escuchar las preguntas de cada uno –y también pedir perdón– para dejar que vibren las preguntas propias y empezar juntos un camino. No hay nada que defender cuando uno puede aprender a identificarse con esta mirada. Es un ímpetu a encontrarse con cualquiera. Desde sor Marie Faustina en un pueblo perdido de Michigan hasta Yoshi, budista japonés y formador espiritual interesado en conocer mejor El sentido religioso.

«De otro modo sería inexplicable la sorprendente sencillez con que Cosmo hablaba de los cuarteles como lugares de misión. O el cuidado con que Antonio insistía a la hora de estar presentes en la universidad. O el drama de Mosul, donde Shaker quiere volver»

Las dificultades dentro de un proceso nuevo, nunca aplicado antes y a veces ingobernable, no faltaron. Pero todo eso quedó a un lado por lo que vimos suceder en el trabajo por grupos: un diálogo no teórico, sino un modo de compartir experiencias que se convirtió en amistad y camino a seguir. No sabemos qué será del trabajo que hemos hecho esta semana. Lo que es seguro es que hemos podido hacer algo mejorable pero en un lugar donde las historias, los rostros, las personas se han encontrado libremente, “sin filtros”. Esta es ya una indicación para la vida de la Iglesia entera y para el próximo sínodo en concreto. Porque la sola existencia de un lugar así es una maravilla, como expresó Maxime: «Esto es demasiado grande».