Cardenal Mario Zenari, nuncio apostólico en Siria

Cardenal Zenari: «Hay que sacar a Siria de esta guerra»

El nuncio apostólico de Damasco relata el drama del rompecabezas sirio en un encuentro en Roma en el que también ha participado la enviada especial Maria Gianniti
Michele Borghi

Un silencio misterioso resuena en al Aula Magna de la Universidad Pontificia Urbaniana de Roma mientras se proyectan imágenes de la guerra en Siria. Edificios enteros a ras del suelo. Calles saturadas por el tráfico de coches que abandonan la ciudad. Caravanas de migrantes en camino hacia el desierto. Gritos y llantos que no se oyen pero se pueden imaginar. Y, aún más potentes, las miradas de esos padres y madres que, a pesar de todo, no dejan de abrazar a sus hijos. Es una humanidad desgarrada pero que permite reconocer la dignidad de aquellos que, en medio del sufrimiento, siguen amando.

Casi siete años después del inicio de los enfrentamientos, el viernes 9 de marzo Comunión y Liberación, el Centro Cultural de Roma y la Fundación AVSI organizaron un encuentro dedicado al conflicto sirio y al proyecto “Hospitales abiertos”, pensado para garantizar la asistencia sanitaria a todos los grupos de población afectados por la guerra. Para testimoniar lo que está pasando en la zona se contó con la presencia de Maria Gianniti, periodista enviada del TG1, y el cardenal Mario Zenari, nuncio apostólico en Siria.

En marzo de 2011, se produjeron las primeras revueltas en las calles de Damasco y Daraa. Entonces, según el relato de Maria Gianniti, esbozando una síntesis del conflicto, parecía que estábamos asistiendo a una lucha pacífica por obtener más derechos. Pero un joven amigo sirio ya la advirtió: «Será algo muy largo y sangriento». Palabras proféticas. De hecho, al final del Ramadán de aquel año estalló un conflicto armado que «como una avalancha» cayó sobre nuestra historia reciente. Desde los primeros refugiados llegados a Turquía y el Líbano pasamos a los bombardeos de Alepo, a la aparición de los grupos yihadistas, a la toma de Raqqa, a los llamamientos del padre Paolo dall’Oglio, a la autoafirmación del Isis, hasta llegar a los recientes enfrentamientos en Afrin y Ghouta. Al seguir los pasos de la intervención de la periodista se hace evidente toda la complejidad de un «conflicto anómalo» y las dificultades que surgen al intentar comprenderlo. «¿Quién está luchando contra quién? ¿Qué Siria nos queda? No tengo una respuesta a estas preguntas», admite Gianniti: «Siempre he pensado que solo somos testigos». Testigos parciales, porque «el conflicto sirio no se puede contar desde todos sus frentes», pero perseverantes, porque el deber del relato sigue existiendo, aunque «resulta difícil pensar que todo pueda acabar de un día para otro».

El Aula Magna de la Urbaniana durante el encuentro

¿Cómo está Siria a las puertas de su octavo año de guerra? Comentando las imágenes que acompañan su intervención, el cardenal Zenari señala que no todo el país ha quedado reducido a un cúmulo de escombros. En algunas localidades se vive como si no hubiera guerra. Allí donde todo está destruido se sabe que cuando acabe el conflicto las casas y los palacios se podrán reconstruir. «Pero los desastres que a primera vista no se ven son más graves que los que se ven». Las heridas profundas, humanas y psicológicas, así como el tejido social, solo se podrán sanar con enormes dificultades. La guerra ha roto la convivencia. Restablecerla parece ya imposible. «Mi vecino se ha convertido en enemigo», afirma Gianniti, «y esa es la mayor pérdida de Siria», un país que había hecho de la coexistencia de culturas distintas la clave de su esencia. La afirmación suena casi a advertencia, también para aquellos que no conocen la guerra y viven en estado de paz, al menos aparente.

Zenari llegó a Siria en 2008, ahora vive su 38º año de servicio en la diplomacia vaticana. Se define como un «nuncio de guerra», porque antes de Siria conoció la dureza de territorios como Costa de Marfil o Sri Lanka. A juzgar por la sabiduría y discreción que acompañan su testimonio, no es difícil intuir que su experiencia es larga e intensa. El deseo que más le apremia es «sacar a Siria de este conflicto». Sin embargo, el escenario es complicado y alcanzar este objetivo es todo menos sencillo. «Se ha escrito que sobre territorio sirio están presentes al menos cinco de los ejércitos más poderosos del mundo», inicialmente más o menos unidos en la estrategia de derrotar al Isis, «pero este bubón se insertó en un cuerpo que ya estaba débil». Ahora esas cinco potencias ya no avanzan tan de acuerdo entre sí. Para explicar los efectos de esta situación, el cardenal recurre a un dicho popular conocido en África, “cuando dos elefantes luchan la hierba es la que sufre”. «Imaginaos cuando los elefantes son cinco… y la hierba es Siria».

En realidad no hace falta imaginar mucho cuando la narración del cardenal empieza a entrar en crudos detalles. Bombas, armas químicas, falta de agua. Los que sufren son sobre todo los niños. Louren, Cristina, Rita y tantos otros. A su sangre derramada, «que es la sangre de toda la Iglesia», dedicó el nuncio su purpurado el día en que le comunicaron su nombramiento por parte del Papa Francisco. «Jesús, que estaba unido al Padre, gritó: “Dios mío, ¿por qué me has abandonado?”. Era el grito de toda esta humanidad. Es la carne de Cristo sufriente, no importa si es ateo, cristiano, musulmán. Nuestros amigos de Siria han entrado en el octavo año de su Pasión». La describe con algunos pasajes del Libro de las lamentaciones, que Zenari cita como si fueran una representación plástica de los lugares en los que vive todos los días.

¿Y los cristianos? La mitad de ellos se ha marchado. En Alepo había 150.000 y quedan 35.000. Para los que se quedan, «es un momento importante. Es trágico pero si miramos la otra cara de la moneda también vemos algunas cosas buenas». En el Año de la Misericordia, la Iglesia local pudo recuperar «una obra de misericordia que ya nadie recuerda: dar sepultura a los muertos». Un grupo de yihadistas le pidieron este servicio a un padre cristiano y no dejaron de mostrarle su gratitud por ello. Son episodios sorprendentes, como el de un grupo de musulmanes que, viendo llegar a varios cristianos que acudían en su ayuda, empezaron a gritar: «¡Alá es grande, los infieles vienen a socorrernos!». Es decir, «los cristianos no son personas cualesquiera», dice el cardenal, «para la sociedad siria son como una ventana abierta al mundo».

Esta iniciativa del nuncio también ha llamado la atención sobre una tarea urgente para la Iglesia: curar a los heridos y enfermos. Dos tercios de los trabajadores sanitarios han abandonado el país y las estructuras se han visto gravemente dañadas. Con el proyecto “Hospitales abiertos” se han puesto en marcha tres centros hospitalarios privados sin ánimo de lucro: el Hospital Italiano y el Hospital Francés en Damasco, y el Hospital St. Louis en Alepo. El objetivo es atender a 40.000 pacientes. Como una gota de agua en medio del desierto. Pero, dice Zenari, una gota de esa lluvia ligera que en primavera desciende sobre el desierto de Siria y lo hace reverdecer, cubriéndolo de un sutil manto de hierba.