Monseñor Mario Delpini, arzobispo de Milán (Foto Franchino)

Mons. Delpini: «Don Giussani, un hombre abierto de par en par a la iniciativa de Dios»

Miles de personas se dieron cita en el Duomo de Milán para la misa por el aniversario de la muerte de don Giussani y del reconocimiento de la Fraternidad de CL. Estas fueron las palabras del arzobispo, monseñor Mario Delpini
Mario Delpini

1. Caminos y tentaciones
Los hombres y mujeres de todos los tiempos pasan por historias complicadas, atraviesan recovecos intrincados, experimentan deseos confusos y frustraciones afectivas. Los hombres y mujeres de hoy y de ayer se adentran en caminos ambiguos, senderos resbaladizos en los que es muy fácil caer. Viven con una mujer y necesitan a otra, se contradicen, se esconden, se justifican, inventan razones y, en último término, no son felices. Se casan, sueñan con el futuro, esperan hijos y se descubren estériles, como Abrahán y Sara. Se preguntan dónde está Dios y por qué su deseo, que es bueno, no encuentra la manera de hacerse realidad. Y, en último término, son infelices.
Al vagabundo infeliz, como son los hombres y mujeres de hoy y de ayer, antes o después se le presenta la seducción de la extranjera: sus labios destilan miel y su paladar es más suave que el aceite, pero al final es amarga como el ajenjo, punzante como espada de doble filo. La seducción de la extranjera sugiere que la vida transgresora promete más que la fidelidad a la ley de Dios, invita a imaginar que es más fácil ser feliz aprovechando el placer inmediato en vez de recorrer el camino de la virtud, que es más sabio el hombre que satisface pronto sus caprichos que el que sigue esperando y confiando en la providencia.
Las seducciones de la extranjera persuaden del compromiso, hacen que parezca dulce el fruto venenoso, prometen una satisfacción fácil en vez de una felicidad difícil.



2. La alternativa
Pero el vagabundo infeliz no está destinado ineluctablemente a las seducciones de la extranjera porque a él, a ella, a todos, se dirige la mirada misericordiosa de Dios y, como en la historia de Abrahán, la irrupción de Dios es una sorpresa, tan imprevista como íntimamente deseada. El pacto de amistad fiel que Dios establece con Abrahán abre un nuevo horizonte de fecundidad.
La irrupción de Dios conoce caminos plurales. Cada uno puede contar su historia y ofrecer su testimonio. Esta noche nos hemos reunido para hacer memoria y confesar nuestra gratitud por esa ocasión de conversión, de despertar, de vocación a una nueva conciencia que ha alcanzado a muchos gracias al ministerio de don Giussani. Mons. Giussani ha marcado con su carisma vuestro ser discípulos de Jesús, vuestro ser piedras vivas en la santa Iglesia de Dios.



3. La potencia de generar vida
Habéis sido educados para reconocer en el acontecimiento del encuentro con Cristo la fuente inagotable de la paz, de la alegría, de la fecundidad humana y de la incansable tensión misionera que Pablo describe como “hacer todo por todos, para que alguno se salve”. Una pasión indómita se os ha comunicado, culturalmente sensible en todos los aspectos de lo humano, que socialmente tiende a responder a cualquier grito, amante del riesgo de educar y políticamente deseosa solo de servir gratuitamente a su pueblo, en todas sus auténticas exigencias y libres expresiones.
La fidelidad a esta historia, que germinó en el corazón de un hombre que vivía abierto de par en par a la iniciativa de Dios, don Giussani, os ha arrastrado a vosotros con paciente tenacidad y ternura en el seguimiento obediente al Misterio y os ha arrancado de la “seducción de la extranjera”, es decir, de la tentación de adecuaros a la mundanidad. Es necesario estar vigilante para que el ardor del inicio, el ímpetu y la alegría contagiosos, la genialidad de un impulso que nunca en la historia se cansa, no queden reducidos a una memoria autocelebrativa de las empresas realizadas, que no se vanifiquen sustrayéndose así a la fatiga de afrontar los desafíos presentes, reconociendo las propias inadecuaciones y los errores cometidos, reconstruyendo caminos prometedores por el bien de toda la Iglesia, para una presencia significativa en este presente donde se renueva la alianza que nos salva.



Que vuestros cantos y oraciones cotidianos os permitan avanzar en el camino de conversión de este tiempo santo de Cuaresma y despierten, con el ayuno y la limosna, el deseo de santidad en vuestros corazones.

Cuando las necesidades y urgencias que se nos presentan y nos interpelan adoptan rostros y nombres nuevos, la original y conmovedora capacidad de compartir propia de un corazón que pertenece a Cristo sabe encontrar siempre formas y modalidades apropiadas para acercarse a los más pobres y abandonados, haciéndoles experimentar la hospitalidad y la acogida familiar de la comunidad cristiana. El rostro maduro de Cristo en la historia siempre se puede identificar en un sujeto comunional, consciente de su propio origen y educado en el don conmovido y gratuito de sí. Por eso, las muchas necesidades de la gente no nos causan miedo ni desesperación o, peor aún, extrañeza ni indiferencia, sino que son una invitación a avanzar en la caridad, a llevar los unos los pesos de los otros.



Caminemos así hacia la Pascua. Que prevalezca el alba de cada día, la gratitud alegre por la vocación a la que hemos sido llamados, y que también en la debilidad de nuestro pecado Su misericordia anime nuestros pasos y transfigure nuestros rostros, convirtiéndolos en signos de Él. Que en cada paso nos acompañe la Virgen, seguridad de nuestra esperanza.

Las palabras de Julián Carrón
Excelencia Reverendísima,
deseo darle las gracias de corazón en mi nombre y en el de todos los amigos del movimiento de Comunión y Liberación por haber querido presidir esta noche la santa misa en el aniversario del reconocimiento pontificio de la Fraternidad de Comunión y Liberación y del nacimiento al cielo de don Giussani.
Desde los primeros meses de su ministerio como pastor de la archidiócesis ambrosiana, hemos recibido de usted numerosos signos de su solícita paternidad, que le ha llevado a encontrarse con muchas personas y realidades del movimiento.



Esta atención suya es para nosotros fuente de una conmovida gratitud, pero sobre todo un fuerte reclamo a mantener viva la conciencia de que el don que hemos recibido al conocer y participar del carisma de don Giussani hace urgente nuestra responsabilidad para vivir una personalización del mismo cada vez más profunda, comunicarlo y compartirlo, al servicio y beneficio de toda la Iglesia.

En este instante, deseo poner en sus manos nuestra disponibilidad para identificarnos con su corazón de pastor y ofrecerle nuestras energías, en sintonía con su pasión por comunicar a todos la alegría del Evangelio, siguiendo con inteligencia y cordialidad al Papa Francisco, que nunca se cansa de pedirnos que estemos «centrados en Cristo» para vivir como «Iglesia en salida» hacia nuestros hermanos los hombres, sin dejar a nadie excluido, especialmente los más necesitados y probados por la vida.
Gracias por todo, Excelencia.

Intervención de monseñor Delpini al término de la celebración eucarística
Agradezco mucho al padre Carrón estas palabras, os agradezco a todos vuestra presencia, vuestra oración, el testimonio de esta noche y el que veo en tantos ámbitos y lugares de nuestra diócesis. Digamos que, por desgracia, esta celebración cae en Cuaresma, así que no puedo evitar imponeros una penitencia cuaresmal para vivir bien este tiempo. Con el permiso del padre Carrón −¡al que en realidad no he pedido permiso!−, quisiera imponeros esta penitencia: id, de aquí a Pascua, a la tumba de don Giussani, que se encuentra en el Cementerio Monumental aquí en Milán, haced un momento de oración y pedid, por intercesión de don Giussani, la gracia de que cada uno de nosotros sea piedra viva de la unidad en nuestra Iglesia diocesana. Que cada uno de nosotros colabore con la única Iglesia de esta diócesis.

Quizás alguno de vosotros diga: «Pero es que yo conduciendo en Milán y en la zona del Monumental puede ser difícil encontrar aparcamiento», o cualquier excusa que podáis encontrar para desatender esta penitencia. Por eso esta noche, conmovido por vuestra presencia, quisiera haceros una concesión. Quien no pueda ir a la tumba de don Giussani de aquí a Pascua que haga esto: que vaya a la iglesia de su zona y ante el altar de la Virgen diga un Ave María y rece para que podamos llevar a cabo esa unidad en la pluralidad de la que tanto nos ha hablado y nos ha recomendado el cardenal Scola. Tenéis por tanto dos posibilidades para practicar esta penitencia, que en todo caso es obligatorio, así que intentad recordarlo.