La intervención de Julián Carrón (Foto: Marco Gianinazzi)

Concluye el primer congreso para conocer mejor al Giussani teólogo

Tres días de investigación académica sobre el fundador de CL. Sus fuentes teológicas, su apertura ecuménica, sus encuentros con las grandes figuras del siglo XX
Maurizio Balestra

«Lo que siento es un estupor por la grandeza de este hombre y por los aspectos de su obra descubiertos en toda su vastedad. Su personalidad estaba unida porque estaba centrada en Cristo». Así se expresó durante la conclusión de los trabajos realizados el rector de la facultad de Teología de Lugano René Roux, promotor del congreso internacional “Luigi Giussani – Itinerario teológico y apertura ecuménica” (11-13 diciembre 2017). Es el primer congreso dedicado a la figura de Giussani en una universidad europea, pero no se trata de un punto de llegada sino de partida, como destacó el propio Roux. La centralidad de Cristo en la vida de Giussani, prosiguió el rector, determinaba en él una capacidad de apertura universal, una capacidad de relaciones personales con grandes figuras y una capacidad para dejarse interpelar por los jóvenes. Todo ello «produjo en él un pensamiento profundamente original y altamente coherente», concluyó el rector.

Durante tres días, el congreso puso sobre la mesa aspectos fundamentales de la personalidad y la obra de don Giussani, invitando a profundizar en ello a nivel académico. El curso de los trabajos, que comenzó con la presencia del obispo de Lugano, Valerio Lazzeri, y las autoridades locales, puso en evidencia toda la organicidad en el desarrollo del pensamiento y obra de don Giussani: el núcleo de su concepción del hombre y del hombre cristiano, las raíces ambrosianas de su catolicismo, las fuentes teológicas con las que dialogó, su apertura ecuménica, sus grandes amistades, su relación con la liturgia, la literatura y la poesía, su forma de leer la Sagrada Escritura y por último, como síntesis que arroja luz sobre todo lo demás, su itinerario existencial de descubrimiento de Cristo como respuesta al drama del vivir.

Desde la izquierda: Borghesi, Grassi, Servais, Konrad

Stefano Alberto (profesor de Teología en la Universidad Católica de Milán), en su ponencia sobre la antropología teológica del sacerdote de Desio, destacó cómo desde el principio tenía clara la crisis del hombre contemporáneo, para quien, como llegó a decir con ocasión de su encuentro con Hans Urs von Balthasar en Einsiedeln en 1971, «ningún discurso puede constituir motivo de adhesión al hecho cristiano, ninguna teoría o concepción por perfecta, precisa y completa que sea. En nuestro tiempo, el motivo existencial para adherirse al cristianismo solo lo puede constituir el encuentro con un anuncio, es decir, con un cierto tipo de presencia, con una presencia cargada de mensaje». De ahí la necesidad de un nuevo inicio. Un nuevo inicio que recupere de manera esencial los rasgos del hecho cristiano, que pase por la comprensión de la naturaleza del hombre, de sus preguntas últimas y de sus deseos más profundos (de bien, de belleza, de justicia… de felicidad). Un nuevo inicio sobre el que Stefano Alberto reconstruyó toda la dinámica y articulación de sentido religioso y fe. Fe como reconocimiento de un acontecimiento presente, el acontecimiento de la contemporaneidad de Cristo.

A partir de la afirmación «creo que el movimiento de CL es un fruto típico de la tradición ambrosiana», Maria Bocci (profesora de Historia contemporánea en la Católica) mostró las raíces de la tradición eclesial de Milán, de la que bebió Giussani. Especialmente en el seminario de Venegono, anclado en la tradición local y sensible a la vida de la Iglesia en el mundo contemporáneo, fiel a Roma y al mismo tiempo abierto a las novedades teológicas (procedentes sobre todo de la zona francesa y alemana), en búsqueda de una respuesta no puramente defensiva ante los desafíos del modernismo. Un seminario siempre en contacto, siguiendo la mejor tradición ambrosiana, con la actividad pastoral. Con su propuesta educativa, Giussani vive, reinterpretándola con elementos de discontinuidad, esta tradición.



El arraigo en esta historia se conjuga en Giussani con una apertura al pensamiento teológico y filosófico de otras áreas. John Henry Newman, Henri de Lubac, el protestantismo norteamericano, en particular la figura de Reinhold Niebuhr. Jacques Servais (jesuita que fue profesor en la Gregoriana) documentó la convergencia entre el pensamiento teológico de De Lubac y Giussani, a pesar de que nunca se encontraron personalmente, y su estima mutua. Convergencia que encuentra su punto de origen en la persuasión de que «la vida de Dios es un don gratuito, pero tiene sus raíces profundas en el espíritu humano» (De Lubac). Espíritu humano que, como subrayaba Maurice Blondel, filósofo leído con gran interés por Giussani y De Lubac, tiende en su dinámica de criatura hacia el Absoluto.

Onorato Grassi (profesor de Historia de la filosofía medieval en la Universidad Lumsa de Roma) ofreció una reconstrucción de la relación de Giussani con el pensamiento de Newman, al que lee ya en inglés durante su formación en Venegono. En Newman, Giussani ve expresada la razonabilidad de la fe (fundada sobre una idea de razón con la que percibe una profunda sintonía) y la concepción del cristianismo como un “hecho”, como verdad viviente que se desarrolla orgánicamente en toda su dimensión histórica.

Massimo Borghesi (profesor de Filosofía moral en Perugia) arrojó luz sobre las razones del gran interés que el fundador de CL tenía en la teología protestante norteamericana y en especial por la figura de Niebuhr, al que dedicó su tesis doctoral. Giussani sigue con especial atención el debate interno de la teología protestante, entre una interpretación liberal, en la línea de Adolf von Harnack, que reduce el cristianismo a compromiso ético-social, y una interpretación “ortodoxa”, en la línea de Karl Barth, que tiende a acentuar la fractura entre gracia y naturaleza. Niebuhr intenta superar esta fractura para hacer más equilibrada la relación entre fe e historia, entre gracia y compromiso social, como el que expresaba en el llamado Social góspel. La superación de esta fractura era una cuestión que Giussani consideraba decisiva también para la Iglesia católica.

La intervención de André-Marie Jerumanis

El congreso centró luego toda su atención en los encuentros de don Giussani, de los que nacieron grandes amistades, con Hans Urs von Balthasar, Juan Pablo II, Joseph Ratzinger y Eugenio Corecco, fundador de la Facultad de Teología de Lugano.

André-Marie Jerumanis (profesor de Teología moral en Lugano), recorriendo la historia de su encuentro con Von Balthasar mediante algunos fragmentos de su correspondencia, recordó cómo Von Balthasar se sirvió, en la última parte de su monumental trilogía, de referencias puntuales a la obra de Giussani para explicar la teología de la misericordia, reconociendo de hecho su dignidad teológica. Alberto Savorana, biógrafo del fundador de CL, resaltó la profundidad de su relación con Juan Pablo II y Joseph Ratzinger. Antonietta Moretti, biógrafa de Corecco, mostró lo decisiva que fue para el obispo de Lugano su amistad con don Giussani. Desde el nacimiento del movimiento de CL en Suiza hasta la elección del obispo de la ciudad suiza, pasando por la maduración de su trabajo científico como canonista de primer nivel.
Tampoco faltaron los rayos de luz proyectados sobre la apertura ecuménica de Giussani. Desde la traducción al árabe de algunos de sus escritos a partir de su relación con Sobhy Makhoul en Jerusalén, hasta su relación con la ortodoxia, mediante Aleksander Filonenko, de la Universidad de Jarkov, pasando por la relación con el mundo anglicano y su teología, a través de John Milbank, profesor emérito en Nottingham.

La parte final del congreso quiso adentrarse en la relación de don Giussani con la Liturgia, la literatura y la poesía, con la Sagrada Escritura, con tres intervenciones elaboradas al respecto. Las de Francesco Braschi (Biblioteca Ambrosiana), “‘Para vivir la liturgia, un testimonio’: el manantial humano-divino de una actitud educativa”; Giulio Maspero (Pontificia Universidad de la Santa Cruz), “‘Ya no se inventan hombres, pero existen’: cristocentrismo literario e introducción a la realidad según Luigi Giussani”; y Rene Roux, con “La hermenéutica experiencial de la Escritura en Luigi Giussani”. Para los estudiosos, resultaron de gran utilidad las ponencias de Edoardo Bressan (Università degli Studi de Macerata), “Para un estudio de la biblioteca y publicaciones de Luigi Giussani”; y Paola Mazzola (responsable de la página web Scritti Luigi Giussani), “‘Mantened vivo el fuego de la memoria’ (Papa Francisco). Scritti.luigigiussani.org: un lugar en construcción”.

La intervención de John Milbank

En su Lectio Magistralis, “El camino a la verdad es una experiencia: la herencia de don Giussani”, Julián Carrón, presidente de la Fraternidad de CL, sucesor del fundador, empezó subrayando que «para acoger la herencia de don Giussani, el mejor camino es identificarse en el desarrollo de su misma experiencia». A partir de ahí, Carrón trazó un itinerario que hacía salir a la luz, partiendo de la experiencia de don Giussani, los rasgos fundamentales y fascinantes de su carisma. Empezando por su deslumbrante descubrimiento, a los trece años en el seminario, de la poesía de Leopardi, que expresa de un modo poderoso y abrasador el deseo de belleza, bondad, felicidad del corazón humano, y al mismo tiempo la desproporción del hombre a la hora de buscar respuestas. Giussani siente a Leopardi como auténtico compañero de camino.
Y luego el “hermoso día” en que, oyendo una lección de su profesor Gaetano Corti sobre el prólogo al evangelio de Juan, «el Verbo se hizo carne», comprendió, quedando totalmente aferrado por ello, que si la belleza, la bondad, la verdad se ha hecho carne, es que el hombre puede encontrarla en su vida cotidiana. Dos mil años antes sucedió la respuesta al grito “profético” de Leopardi, y esa respuesta sigue aconteciendo, es la contemporaneidad de Cristo. «Mi vida se vio literalmente invadida por esto y desde entonces el instante dejó de ser banal para mí». Giussani aferrado por Cristo, aquí está –señaló Carrón– el origen de la profunda unidad de toda su persona y de su pensamiento.