Semana Social de los Católicos Italianos en Cagliari

Un método llamado “pueblo”

Cae el telón en la Semana Social de los Católicos Italianos. Cuatro días de encuentros, diálogos, intercambio de experiencias. Representantes eclesiásticos, gente común e instituciones abren paso a un nuevo camino laboral
Paolo Perego

La Semana Social de los Católicos Italianos llegó a su fin. Cuatro días dedicados al tema del trabajo que han abierto un nuevo camino, tanto a nivel de propuestas como de método. Unos días densos y radiantes como el sol de Cerdeña que ha iluminado los diálogos y encuentros.

Han participado mil personas de toda Italia. Profesionales implicados en sus diócesis, gerentes de obras sociales, empresarios, obispos, párrocos, sindicalistas. Jóvenes y no tan jóvenes. Gente que quería compartir la vida, no solo experiencias puntuales. Se han puesto en juego con la conciencia de caminar en la misma dirección: «servir» al bien común, como señaló el Papa Francisco en su mensaje a los participantes, indicando el papel de la Iglesia al «formar comunidades donde la comunión prevalece sobre la competición». Esta comunión es lo que ha sucedido estos días.

Mesas de trabajo en la Semana Social de Cagliari

Tanto que el tema del trabajo, «libre, solidario, creativo y participativo», como decía el lema del congreso, no podía evitar impregnar también la vida misma. La Iglesia «no es una agencia social dedicada al trabajo como cualquier otra agencia de empleo, pero le preocupa el trabajo como lugar donde la persona se convierte en colaboradora de Dios al “desarrollar la creación”», señaló el presidente de la Conferencia Episcopal Italiana (CEI), cardenal Gualtiero Bassetti. Así lo reflejaron desde el principio tres testimonios, tres “rostros” llamados a contar cómo la cuestión del trabajo no puede separarse del hombre entero, sobre todo cuando tiene que afrontar situaciones difíciles o dramáticas.

Monseñor Filippo Santoro

Como se vio también en otros momentos, como en la exposición sobre “El trabajo que no queremos”, organizada por la Fundación por la Subsidiariedad, llena de datos e historias de un mundo en profunda crisis durante años, así como en las intervenciones de expertos y en las mesas redondas, un diálogo con el cardenal Peter Turkson, prefecto del Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral («en el trabajo el hombre realiza su propia dignidad, y el trabajo no es solo lo que el hombre hace sino aquello en que se convierte cuando trabaja»), con Leonardo Becchetti, que ha presentado el proyecto “Cercatori di LavOro”, un registro de 400 buenas prácticas en 82 diócesis italianas, o con Mauro Magatti, sociólogo de la Universidad Católica de Milán.

Todos ellos puntos de reflexión que dieron vida a momentos de encuentro y mesas de trabajo temáticas, divididas por pequeños grupos. Así, nos encontramos con la mesa B4, donde discutían sobre el papel de las empresas y lo que significa crear empleo. Roberto, representante de un banco ético, modera la discusión. Claudia presenta la experiencia de las redes empresariales. Fabio, un joven empresario, señala la importancia de la formación y el conocimiento del terreno. El padre Luigi es párroco y pone el acento en el conocimiento de uno mismo, porque «Jesús es verbo, antes aún que diálogo, y porque nuestro deseo es algo “bueno” a priori». Luego está el tema de la legalidad y la humanización del trabajo. Se van acumulando folios, se van conociendo. Son distintos, pero caminan juntos. En la mesa B4, igual que en la C23, o la A14… Noventa en total, de las que sacar conclusiones, ideas y propuestas que presentar a las instituciones.

Las experiencias se entrecruzan. También en las pausas y en las comidas. Y durante las “excursiones” del viernes por la tarde para conocer una decena de “buenas prácticas” empresariales, elegidas para ver y tocar con los dedos que «realmente es posible, que ya existe el trabajo que queremos», como había dicho monseñor Filippo Santoro, arzobispo de Taranto y presidente del comité de las Semanas Sociales, en la presentación inaugural.

El primer ministro italiano, Paolo Gentiloni

En un contexto como este también han participado las instituciones. Entre los ministros, parlamentarios y alcaldes invitados, destaca el presidente del Consejo, Paolo Gentiloni, y su homólogo en el Parlamento Europeo, Antonio Tajani. «Queremos entablar un diálogo. No solo queremos presentar una denuncia sino formular propuestas», dijo Santoro al recibir al premier italiano, al que le presentó cuatro puntos de reflexión que sintetizaban el trabajo de esos días: la relación entre formación y empleo; nuevos criterios de acceso al ahorro para pequeños inversores que quieran abrir empresas sociales; un sistema de contratación diferente, que no se preocupe solo de reducir costes; una revisión de las tasas de IVA para ciertos tipos de empresas y organizaciones. Gentiloni afirmó que «sin trabajo, los valores fundamentales que están en la base de nuestra sociedad resisten con dificultad: dignidad, familia, comunidad. Es fundamental devolver al centro el trabajo, y os agradezco que lo hayáis hecho».

A Tajani se le hicieron tres propuestas de cara a Europa: eliminación de los paraísos fiscales dentro de la Unión; más inversiones en infraestructuras y producción; inclusión del parámetro ocupacional, aparte de la inflación, por parte del BCE al plantear las políticas económicas comunitarias. Tajani respondió citando al Papa, con el que se había visto el día antes: «“La mejor manera de dialogar es hacer algo juntos, construir juntos, hacer proyectos con todos los hombres de buena voluntad”. Estas pocas palabras encierran la esencia de la construcción europea, un proyecto de hombres y mujeres, un sueño de libertad, prosperidad y paz que se realiza, por el cual debemos seguir trabajando juntos».

El presidente de la CEI, cardenal Gualtiero Bassetti, y monseñor Filippo Santoro con el presidente del Parlamento europeo, Antonio Tajani

Esta semana en Cagliari se ha visto «a un pueblo moverse como un sujeto», afirmó monseñor Santoro en la conclusión final. Un corazón vivo, a través del cual pasa la esperanza del futuro. «El método sinodal en ya un gran contenido en sí mismo», añadió Santoro, destacando la «unidad operativa» de tantas realidades distintas en su forma y en su inspiración pero que aquí se han encontrado. «Hemos arado el terreno, hemos identificado semillas de vida que necesitan desarrollarse para germinar y dar fruto. Y convertirse en “levadura social”». Hace falta un pueblo que recoja el guante del «desafío de la realidad» y que «pueda incidir en la política con la perspectiva de una conversión cultural y una presencia renovada de los católicos en la sociedad».