El Papa reza entre los escombros en Amatrice.

«Como un padre, con los suyos»

Paolo Perego

«No quería molestar. Simplemente he venido a deciros que estoy a vuestro lado y rezo por vosotros». En el día de su santo, el Papa Francisco visitó Amatrice, Accumuli, Arquata del Tronto y otras zonas afectadas por el terremoto del pasado 24 de agosto. «He dejado pasar un poco de tiempo», dijo casi excusándose a los vecinos que viven entre las ruinas de esta localidad que se vino abajo a causa del seísmo. Luego rezó un Ave María ante los escombros, en la calle principal del pueblo. «Quería ver a los niños, especialmente a los huérfanos», dice Savino D’Amelio, párroco de San Agustín, en Amatrice. «Y también a los adultos. Como una mujer que ha perdido a toda su familia… Luego habló con nosotros, los sacerdotes, junto al obispo de Rieti, Domenico Pompili, que le acompañaba. Le hemos contado cómo estamos, lo que estamos haciendo, cómo está nuestra gente».

Pasó unos minutos en un aula de la escuela nueva, una serie de módulos montados junto al campamento. «Fundamentalmente, nos ha abrazado. Le esperábamos, porque dijo que vendría. Aquí se le tiene un gran afecto, y también hay mucha fe, que con el terremoto ha aumentado aún más. Un gesto así nos ayuda a vivir, nos abre». En un lugar donde casi no quedan casas en pie, donde la gente lo ha perdido todo, «peor aún, porque quedarse solo es peor que perderlo todo».

Nada de protocolos, para el Papa no era una visita institucional. «Ni siquiera una sirena. El día anterior el obispo habló con los sacerdotes y algo intuíamos, pero ha sido realmente sorprendente. Ha venido por nosotros, pero también por sí mismo. Como Jesús, que en el fondo vino por nosotros pero también por sí mismo». Entre los últimos, les dijo el Papa, porque «allí es donde está Jesús». Por eso fue a buscarlo en medio del dolor y el sufrimiento de un pueblo herido. «Él es así, nos muestra dónde buscar a Dios. Ya antes de ser Papa», explica don Savino.

«Para mí, ser párroco es este», sigue diciendo el sacerdote: «ser padre, madre, hermano de mi gente… Así es el Papa. Y hoy lo es todavía más para nosotros». La Iglesia de Francisco es como una casa que nunca se derrumba, ni siquiera aunque le quiten los muros y los ladrillos. «Hay que seguir adelante, a pesar de los muchos seres queridos que nos han dejado», les dijo el Papa. «Hay que seguir siempre adelante juntos, porque solos es difícil, ayudaos unos a otros. Se camina mejor juntos, no solos».